Muy buenos días, tardes o noches. El día de hoy tengo la intención de hablar de un tema sumamente polémico, muy delicado y, además, con muchos matices.
En efecto, la relación entre la fe islámica y los derechos del así denominado "segundo sexo" es complicada, y no puede ser entendida en términos dicotómicos, esto es, de "blanco" o "negro", con lo que ya veo venir las críticas de parte de ambos bandos, y en virtud de ello debo hacer algunas aclaraciones.
Primero, no soy musulmán. Mi religión es católica, y tengo, en realidad, varios puntos de crítica hacia la cosmovisión y las leyes del mundo islámico. De hecho, en el pasado realicé transmisiones en vivo en este canal hablando del tema, las cuales decidí poner en privado a fin de realizar una crítica más justa y mejor informada de esta religión.
En segundo lugar, aunque no creo que los musulmanes individuales sean personas peligrosas ni muchísimo menos, sigue siendo cierto que algunos aspectos de la tradición islámica pueden ser difíciles de reconciliar con la cosmovisión occidental, tan influida como está por la Ilustración y el liberalismo. A pesar de los esfuerzos conciliadores de algunas instituciones musulmanas, el Islam sigue teniendo doctrinas como la de la yihad, que en sus interpretaciones más puristas y extremas es todo un problema para las sociedades modernas.
Y en tercer y último lugar, sí, reconozco que hay un problema con la migración masiva de parte de personas procedentes de países de África y el Medio Oriente a Europa. Creo que es exagerado hablar de una "islamización" del continente, y que las dificultades existentes con estos inmigrantes tienen su raíz más en su marginalidad económica y social que en el hecho de que muchos sean musulmanes, pero sigue siendo cierto que en cada vez más ciudades europeas hay zonas a las que la policía no se atreve a entrar, y que ese es un asunto que debe ser reconocido y discutido antes de que los fans del señor del bigote chistoso lo hagan por nosotros.
Dicho esto, al barro: ¿oprime el Islam a las mujeres?
Para muchas personas, la respuesta a esta pregunta puede parecer obvia: sí. El Islam es, para muchos, una religión machista que reduce a las mujeres a ser meras sirvientas, en un eterno estado de minoridad legal, de sus maridos. Sirvientas que pueden ser golpeadas por desobedecer, y que no tienen derecho a anular una relación abusiva.
De antemano diré que esta percepción es, en buena medida, falsa: las mujeres sí cuentan con derechos y protecciones en el Islam y, posiblemente, algunos de ellos fueron toda una innovación en su contexto histórico.
Conocer exactamente cómo era la Arabia preislámica es complicado porque las fuentes que nos hablan de ella son, precisamente, musulmanas, y su falta de objetividad está fuera de toda duda.
Sin embargo, podemos decir que era muy compleja, y sus leyes lo eran aún más. Hablamos de una sociedad tribal en que la autoridad era patrilineal, es decir, los hombres principales de cada tribu legaban su autoridad a sus descendientes varones, y las mujeres tenían, como en el resto del mundo, una posición mayormente subordinada.
Por lo que sabemos, no tenían derechos sobre sus hijos y no podían elegir con quien casarse. Además, en teoría, no tenían derecho a la herencia de su padre. Esta última norma, sin embargo, evidentemente no era de aplicación universal, ya que sabemos la propia primera esposa del Profeta Muhammad, Jadiya, era una empresaria muy rica.
Por otro lado, decir que las mujeres estaban totalmente desprotegidas es exagerar, ya que existían leyes tribales contra el abuso doméstico, y las tribus asumían el deber de proteger a las mujeres maltratadas.
Un dato curioso es que el famoso "velo islámico" parece haberse originado antes del propio Islam. Las mujeres que eran familiares de grandes señores, así como las ex prostitutas, tenían la obligación de usarlo, pero su uso estaba prohibido para prostitutas o esclavas.
En cuanto al asunto del "infanticidio femenino", esto es, prácticas como enterrar vivas a las niñas, que es explícitamente condenada en el Corán, es difícil saber qué tan prevalente era. Como dije, las fuentes son musulmanas, pero se acepta generalmente que las mujeres eran vistas como inferiores a los hombres, con lo que no sería raro que estas prácticas fueran relativamente comunes.
En este contexto, el Islam representó una reforma de la situación de las mujeres árabes. Muhammad estableció que se requiriera el consentimiento de las mujeres para casarse, aunque su silencio era considerado aprobación, lo cual es problemático considerando que el Islam permite el matrimonio infantil.
Además, el Profeta determinó que las mujeres tenían derecho a una porción de la herencia de su padre, aunque ésta, como algunos sabrán, es menor que la de los hijos varones. Esto puede parecer misógino, pero hay que entender el contexto: en una sociedad patriarcal, en que el marido tiene el deber de trabajar para mantener a su familia y, al menos en teoría, la esposa no, es razonable que los varones partan con cierta ventaja económica.
Muhammad y las autoridades musulmanas posteriores definieron, también, ciertas protecciones contra la violencia doméstica y regulaciones de la autoridad masculina en la familia. Mismas que, aunque puedan no parecernos tan progresistas, hicieron de la vida de las mujeres musulmanas algo más agradables que la de sus homónimas de otras culturas.
En primer lugar, hay que decir que Muhammad instó a sus seguidores a ser buenos con sus esposas, diciendo que sólo las personas despreciables maltratan a las mujeres, y ordenando directamente que, en lo posible, se evitara "golpear a las siervas de Allah".
No obstante, también es cierto que el propio Corán autoriza a los hombres a disciplinar físicamente a sus mujeres.
Los hombres están al cargo de las mujeres en virtud de la preferencia que Allah ha dado a unos sobre otros y en virtud de lo que (en ellas) gastan de sus riquezas.
Las habrá que sean rectas, obedientes y que guarden, cuando no las vean, aquello que Allah manda guardar.
Pero aquéllas cuya rebeldía temáis*, amonestadlas, no os acostéis con ellas, pegadles; pero si os obedecen, no busquéis ningún medio contra ellas.
Allah es siempre Excelso, Grande.
-Sura 4:34
Suena terrible, ¿verdad? Pues, en realidad, sí. Pero hay mucha tela que cortar con este asunto.
En primer lugar, las autoridades musulmanas siempre interpretaron el mandato de "pegar" a la esposa como una dispensa desagradable, algo que, en realidad, era obligatorio evitar hasta que no quedara otro remedio. De hecho, algunos eruditos atribuyeron a Ibn Abbas, primo del Profeta y uno de los primeros eruditos islámicos, la opinión de que esos golpes sólo pueden darse con un siwak, literalmente un cepillo de dientes.
Sea como sea, los eruditos siempre afirmaron que darle palizas a la esposa era un pecado grave. No obstante, aquí hay mucho que analizar, y varios puntos de vista.
Como tal vez sepa el oyente, el Islam sunita tiene cuatro grandes escuelas de jurisprudencia: la hanafí, fundada por Abu Hanifah, la malikí, del erudito Malik ibn Anas, la shafií, de Muhammad ibn Idris, también conocido como al-Shafii, y la hanbalí, la más tardía de todas, de Ahmad Ibn Hanbal. Cada una de ellas tiene una perspectiva diferente sobre este asunto.
Según la investigadora Ayesha Chaudhary, los eruditos hanifíes enfatizaban más que nada el derecho y deber del marido de disciplinar la arrogancia de su esposa. Aunque ordenaban a los esposos tratar bien a sus mujeres, en general no reconocían el castigo retributivo hacia el marido por las lesiones que pudiera causar a su esposa, con lo que en la práctica, y a menos que la mujer muriera como producto de los golpes, ésta estaba prácticamente a su suerte.
Los malikíes, por su parte, se preocuparon más por garantizar que el marido no abusara del derecho que el Corán le otorgaba sobre su mujer. Establecieron que esto sólo podía hacerse con la esposa rebelde y como último recurso, y prohibieron los golpes severos, los que dejaran marcas o causaran lesiones, y los que provocaban terror en la esposa. Muchos menos estaba permitido romperle huesos, darle puñetazos o golpear zonas sensibles. Además, establecieron que, si estos golpes no surtían efecto sobre el carácter de la esposa, estaban prohibidos.
Los shafií, por su parte, consideraron, como las demás escuelas, que golpear estaba permitido, pero enfatizaron que esto debía evitarse, y defendieron que el Corán no ordenaba golpear a la esposa rebelde, sino que esto era meramente opcional. Tomaron todas las prohibiciones de los malikíes, y añadieron que los golpes sólo podían realizarse con un paño, una sandalia o el ya mencionado siwak, y prohibieron explícitamente el uso del látigo.
Los hanbalíes, por su parte, fueron más diversos, y algunos de ellos incluso establecieron penas para los maridos que golpearan en exceso.
Los jueces musulmanes, en efecto, a menudo determinaron que los maridos que dañaran físicamente a sus esposas o que las irritaban innecesariamente debían ser multados o incluso golpeados ellos mismos como castigo.
Otro asunto "complejo" en la relación entre las mujeres y el Islam es el del divorcio. Es cierto que, en condiciones normales, a una esposa no se le permite divorciarse unilateralmente del marido, mientras que éste sí puede separarse de su esposa a voluntad. Sin embargo, los juristas musulmanes definieron que, en ciertas circunstancias, esto es posible.
Hay que entender, para empezar, que en el Islam el matrimonio es un contrato y no un sacramento, como lo sería, por ejemplo, en el catolicismo. Y como a todo contrato, se le pueden añadir cláusulas.
En particular, los hanafíes afirmaron que las mujeres tenían derecho a establecer, en su contrato matrimonial, la posibilidad del divorcio, y los malikís añadieron que la mujer podía condicionar el derecho al divorcio si su marido la lastimaba, se casaba con una segunda esposa o realizaba ciertas acciones que ella estipulara.
Un juez también tenía derecho, según los malikíes, a disolver un matrimonio si la mujer o sus familiares denunciaban que el esposo era cruel, era incapaz de sostenerla económicamente, o tenía una enfermedad que, en caso de continuar el matrimonio, podía perjudicar a la esposa. En estos casos, además, el marido estaría obligado a mantenerla durante su período de espera.
Por otro lado, en el Islam también existe la figura del divorcio khul, que consiste básicamente en que el marido permita la disolución del matrimonio a cambio de una compensación por parte de la mujer.
Los juristas musulmanes incluso establecieron la posible intervención de un juez para evitar que los maridos obligaran a sus esposas a realizar el khul, con el fin de no tener que mantenerla y conseguir de regreso la dote que él le había entregado para casarse.
No obstante, hay que decir que el khul requiere el consentimiento del marido, cosa para nada digna de ignorarse.
Por otro lado, es importante saber que, aunque los hombres tienen en el Islam el derecho a divorciarse unilateralmente, los tribunales islámicos establecieron contrapartes a este privilegio. Los malikíes, por ejemplo, definieron que si un hombre no trataba a su esposa con amabilidad sin motivo alguno, ella podía solicitar el divorcio ante un juez.
En pocas palabras, aunque el Islam sin duda concede privilegios a los hombres, también se encargó de proteger los intereses de las mujeres en el matrimonio.
Otro asunto de peso en esta materia es aquella famosa tradición islámica que establece que el testimonio de una mujer durante un procedimiento jurídico vale la mitad que el de un hombre.
Esto es, en gran medida, cierto. Pero existen, de nuevo, muchos matices.
El Corán nos dice en Sura 2: 282, lo siguiente:
¡Vosotros que creéis! Cuando tratéis entre vosotros un préstamo con plazo de devolución, ponedlo por escrito; y que esto lo haga, con equidad, uno de vosotros que sepa escribir.
[...]
Y buscad como testigos a dos hombres, pero si no los hubiera, entonces un hombre y dos mujeres cuyo testimonio os satisfaga, de manera que si una de ellas olvida, la otra se lo haga recordar.
-Sura 2: 282.
Para empezar, diré que muchos musulmanes sí interpretaron esta norma como una consecuencia de la inferioridad psicológica de las mujeres, e incluso llegaron a atribuirle, con razón o no, al propio Muhammad esa opinión.
Sahih al-Bukhari libro 1, capítulo 6, hadiz 301:
Narró Abu Said Al-Khudri:
Una vez, el Apóstol de Alá salió al Musalla (para ofrecer la oración) o 'Id-al-Adha o la oración Al-Fitr. Luego pasó junto a las mujeres y dijo: "¡Oh mujeres! Dad limosna, ya que he visto que la mayoría de los habitantes del Infierno eran vosotras (mujeres)". Preguntaron: "¿Por qué es así, oh Apóstol de Alá?" Él respondió: "Maldicen con frecuencia y son desagradecidas con sus maridos. No he visto a nadie más deficiente en inteligencia y religión que ustedes. Un hombre prudente y sensato podría ser descarriado por algunas de ustedes". Las mujeres preguntaron: "¡Oh Apóstol de Alá! ¿Qué es lo que falta en nuestra inteligencia y religión?" Él dijo: "¿No es igual el testimonio de dos mujeres que el testimonio de un hombre?" Ellos respondieron afirmativamente. Él dijo: "Ésta es la deficiencia de su inteligencia. ¿No es cierto que una mujer no puede orar ni ayunar durante su período?" Las mujeres respondieron afirmativamente. Él dijo: "Ésta es la deficiencia de su religión".
-Sahih al Bukhari libro 1, capítulo 6, hadiz 301
Este hadiz fue tomado, a lo largo de los siglos, como prueba de que las mujeres eran inferiores en inteligencia a los hombres. Es importante señalar que la tradición en cuestión aparece en Sahih al-Bukhari, considerada la más confiable fuente de hádices de todo el Islam. Esto es tan así que entre los eruditos musulmanes se acepta que, lo que aparezca en este libro, es cien por ciento seguro.
No soy de esa opinión. Como diría el erudito islámico Jonathan Andrew Cleveland Brown, los eruditos occidentales han encontrado incluso en este libro muchas tradiciones anacrónicas surgidas del conflicto teológico y jurídico de los primeros dos siglos del Islam.
Sea como sea, lo cierto es que hubo eruditos musulmanes que discutieron la presunta inferioridad de las mujeres. Argumentaron que, en realidad, dado que las mujeres solían no tener participación en la vida económica, no tendrían una adecuada comprensión de los contratos, y en un caso en que los testimonios que se brindaran en el juicio afectarían los derechos de terceros, era lógico que se requiriera de más de un testigo femenino para validar un punto. Además, misóginas o no, estas normas desalentaron el que los hombres coaccionaran a las mujeres para que testificaran falsamente en una disputa financiera.
Algunos de ellos argumentaron esta posición sobre la base de que, en asuntos como la transmisión de tradiciones del Profeta, los testimonios de las mujeres tenían el mismo valor que el de los hombres. A modo de ejemplo, el califa Mu'awiyah estableció leyes sobre la vivienda basándose sólo en el testimonio de Umm Salamah, esposa de Muhammad, y sin mayor corroboración.
En áreas no relacionadas con los contratos, de hecho, el testimonio de una mujer tenía mayor peso que el de un hombre. Por ejemplo, Ibn Qudamah explicó que, cuando se trata de asuntos como la lactancia, el parto, la menstruación, los defectos físicos o la castidad, el testimonio de una sola mujer era aceptado.
Más aún: eruditos como Ibn Taymiyyah o Ibn al-Qayyim afirmaron que, si una mujer demostraba estar a la par con los hombres en otras áreas del conocimiento, como la transmisión del hadiz, su testimonio legal debía ser aceptado.
En palabras de Ibn al-Qayyim:
No hay duda de que la razón de la pluralidad [de mujeres en el versículo coránico] es [únicamente] el registro de testimonios. Sin embargo, cuando una mujer es inteligente y recuerda y es digna de confianza en su religión, entonces el propósito [del testimonio] se logra a través de su declaración tal como lo es en sus transmisiones [en] contextos religiosos.
Este erudito también afirmó que, en el caso de mujeres eminentes como Umm Salamah, si fueran testigos en un juicio, el valor de su palabra sería mayor que el de casi todos los hombres.
Por último, quisiera tocar el asunto que, tal vez, sea el primero que viene a la mente de muchos a la hora de pensar en el Islam y las mujeres: la poligamia.
Es verdad que el Corán autoriza a los hombres a tener varias mujeres.
Sura 4, versículo 3:
Y si teméis no ser justos con los huérfanos*... Casaos entonces, de entre las mujeres que sean buenas* para vosotros, con dos, tres o cuatro; pero si os teméis no ser equitativos... entonces con una sola o las que posea vuestra diestra.
Esto se acerca más a que no os apartéis de la equidad.
-Sura 4:3.
Sin embargo, como a menudo ocurre en la historia, hay que entender el contexto: los primeros musulmanes vivían en guerra. En algún momento me tocará hablar sobre este asunto y por qué Muhammad, posiblemente, no era tan violento como tendemos a pensar. Pero por lo pronto, diré que, en un contexto en que los hombres a menudo morían en batalla, era necesario que alguien se hiciera cargo de las viudas y sus hijos.
Es importante saber, además, que en realidad el Corán no estaba instando a los musulmanes a tener varias esposas. En realidad, estaba limitando esta práctica. En la Arabia preislámica, siempre según las fuentes que tenemos, la poligamia ya era común, y se practicaba sin ningún tipo de límite. Muhammad, al establecer esta norma, estaba intentando garantizar que las cuatro esposas fueran tratadas con justicia.
Además, no debemos ignorar que el pasaje sugiere, en principio, la monogamia (ya saben, "pero si os teméis no ser equitativos... entonces con una sola"). Al Shafii consideró que esta era la opción preferida, y los juristas siempre exhortaron a los hombres a tener una sola esposa, ya que ser justo con las cuatro era, cuanto menos, difícil.
El propio Corán, de hecho, dice en el versículo 129 de la misma sura lo que sigue:
No podréis ser equitativos con las mujeres aunque lo intentéis, pero no os inclinéis del todo dejando a la otra como si estuviera suspensa en el aire.
-Sura 4:129.
El razonamiento es simple: si se exige ser equitativo con tus cuatro esposas, y esto es imposible, entonces la norma es la monogamia.
Es interesante notar que este pasaje coránico, además, ordena ser justos con los huérfanos. Algunos eruditos musulmanes, como al-Tabari, Ibn Kathir o al-Qurtubi, afirmaron que esto se debe a que uno de los propósitos del versículo es proteger a las niñas huérfanas de los abusos de los hombres que se hacían cargo de ellas.
Según una narración atribuida a la esposa del Profeta, Aisha, "era costumbre de los árabes que tenían bajo su custodia hermosas y ricas muchachas huérfanas casarse con ellas sin ofrecerles su justa dote". En este sentido, se ha interpretado que, en este pasaje, Muhammad prohibía casarse con mujeres bajo su custodia (más concretamente, en el apartado de "casaos entonces, de entre las mujeres que sean buenas", es decir, lícitas).
A modo de cierre, qué puedo decir. El asunto es, como podrá constatar el oyente, más complejo de lo que parece. El Islam ciertamente está lejos de ser una relación igualitaria, pero tampoco es ese monstruo misógino que muchas personas creen que es.
Existen otros asuntos relacionados con este, como los derechos de las mujeres esclavizadas en la guerra por los soldados musulmanes, pero este video ya se ha extendido demasiado, y ese es un asunto espinoso que me falta investigar bien.
Siendo así, sólo me queda preguntar: ¿y tú, qué piensas? ¿Sabías todo esto acerca del Islam y las mujeres? ¿Tienes alguna otra duda sobre esta religión que te gustaría que responda? Déjamelo en los comentarios, y si quieres que siga haciendo este tipo de contenido, regálame un like y una suscripción, que eso en verdad me ayudaría mucho.
Sin nada más que agregar, que Dios te bendiga mucho, muy buenas noches, y muy buena suerte. Me despido.