Mucha gente no se para a analizarlo, pero lo cierto es que la reflexión racional sobre la política es algo más bien reciente en términos de la civilización humana. Los antiguos griegos fueron los primeros en elaborar formas racionales de concebir la política, y ese es, probablemente, uno de sus mayores aportes a la historia de nuestra joven especie.
La estructura social fundamental y más básica de los pueblos antes de Grecia era la tribu, un grupo humano unido en torno a una religión propia, que fundamenta y sostiene a todas las demás instituciones. Se caracteriza por un lazo ancestral y constitucionalmente religioso que une a sus miembros con sus gobernantes sagrados y jerarquías. En semejante modelo social, el individuo como tal carece de vida o de dignidad propia, existiendo sólo en función del todo social. La ciudad carecía por entero de significado vital excepto en tanto morada de una divinidad. Babilonia era, pues, La Puerta de Dios, y las ciudades egipcias recibían sus nombres de sus respectivos dioses tutelares. El poder manaba, como es sabido por todos, de un jefe sagrado.
Cuando la historia trasladó su foco a Grecia, dio inicio a una nueva fase en la historia: nació el primer Estado racionalizado, y la primera forma democrática, de un pueblo libre y autoconsciente. Esta nueva estructura está ligada con una concepción renovada de lo humano: la individualista, la del hombre que se conoce e intenta realizarse a través de los ideales de la educación.
Las civilizaciones previas al emerger del mundo griego nunca pudieron superar la estructura tribal, donde la propiedad social de los individuos los desvaloriza e impide su desarrollo. Por ejemplo, en el Antiguo Egipto la tierra era propiedad del rey-dios, y su sistema de creencias y de vigencias sociales era claramente teocrático. La religión muestra un progreso notable desde la mentalidad primitiva, con un culto a los muertos que habitan el mundo subterráneo, considerados de alguna manera divinos. Se encuentran ciertos residuos totémicos que permiten descubrir el camino hacia el culto astral. Sus dioses son, en su mayoría, mitad hombres y mitad animales, o completamente animales, pero se ha superado lo totémico y se señalan principios éticos y teológicos más generales. Se ha señalado que el totemismo es un progreso hacia la religión universal y que el Antiguo Egipto estaba en ese tránsito.
Babilonia, por su parte, irrumpe en la historia alrededor del 1900 antes de Cristo. Su estructura social era típicamente tribal. El individuo era un átomo del régimen teocrático y la propiedad pertenecía a la divina monarquía.
En el plano religioso, encontramos interesantes progresos. Los dioses son, o bien humanos con poderes sobrenaturales, o bien fuerzas cósmicas puras. Los astros eran los representantes de la voluntad divina, representando acontecimientos que tenían lugar en el cielo, y que se reflejarían pronto en la Tierra.
Los babilonios concebían míticamente la separación entre lo humano y lo divino, con una desarrollada idea de la muerte, la tierra sin retorno.
Los persas consiguen elaborar la primera entre las religiones superiores. Aunque su estructura social es aún tribal, la religión se espiritualiza. De las decenas de dioses de las religiones anteriores quedan sólo dos potencias: la Luz y la Oscuridad, el Bien y el Mal. La guerra abierta entre ambas fuerzas, en su búsqueda del dominio sobre el universo, terminará con la victoria del Bien, el Juicio Final y el Paraíso para los justos.
De hecho, su carácter expansivo como civilización se basó en su religión, que contenía elementos universalistas. Persia se convertía, así, en la primera civilización con vocación de imperio universal.