¡Alabado sea Tu Padre, oh, Noble Arcángel del Dios Altísimo!
¡Alabada sea Tu Reina, oh Espada de María!
¡Benditos sean Tus Santos Súbditos, oh grandioso y humilde Príncipe celestial!
¡Tú que gritaste, "quién como Dios"!
¡Tú, nobilísimo Protector de Israel!
¡Tú que ejerces la Espada para corregir a los hijos rebeldes!
¿Quién como Tú, Mikhael, entre los ángeles?
¿Quién como Tú en la alegría del servicio a los santos, y a quienes están destinados a serlo?
¡Tú, que Te humillaste ante Dios, y de Él recibiste la fuerza para vencer al coloso, al inimaginablemente grande Samael!
¡Tú, que hiciste posible expulsar a los ángeles rebeldes!
¡Bendito y alabado seas, por la grandeza de Tu humildad!
¡Bendito y alabado seas, oh Mikhael, y tiemblen ante Ti las huestes infernales!
¡Se Tú, poderoso General de los Ejércitos del Altísimo, mi Protector y Guía, mi Luz en el camino de la batalla contra ese al que echaste fuera!
¡Se mi amigo y consuelo, dos roles que sé que asumirás con toda alegría, por estar Tú unido a la misma Naturaleza de Dios!
¡Glorioso Arcángel San Miguel, ruega por nosotros!
¡Santa María, envíalo a nosotros!
¡Todo esto Te lo pido en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, siempre Oculto y siempre presente Director Tuyo!
¡Amén!
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