lunes, 22 de febrero de 2021

Contra la Sola Scriptura

 



El día de ayer, después de disfrutar el tan esperado enfrentamiento entre Gloria Álvarez y Agustín Laje, inició un debate con uno de los amigos que había reunido para tal ocasión, un brillante protestante bautista con inclinaciones al calvinismo. Tras una breve discusión soteriológica en cuanto a la interpretación de Romanos 8:30 (el pasaje favorito de los calvinistas), empezó una discusión mucho más profunda e interesante en cuanto a la fiabilidad de la Tradición a la que los católicos nos remitimos a la hora de interpretar la Escritura. 

Así, mientras Jordi defendía el biblicismo clásico típico de cualquier denominación protestante que se respete (no como los mormones o los adventistas), yo defendí, como es obvio, la idea de que la Tradición es como mínimo fiable a la hora de transmitir la enseñanza apostólica, incluso asumiendo (que yo no lo hago) que ocasionalmente pudiera fallar.

En este artículo me propongo exponer mi punto y dejarlo al debate público.

Empecemos por lo básico: ¿En qué consiste cada posición? Esta pregunta puede parecer banal para el lector experto, pero ciertamente no lo es para aquellos que no se encuentren versados en esta temática y que son más susceptibles de apostatar de la fe de sus padres para unirse a la "Iglesia" Universal del Reino de Dios u otras megaestafas similares. Existen dos grandes posiciones a todo esto, que son sostenidas  por protestantes y por católicos y ortodoxos respectivamente, a saber, el biblicismo y la combinación teológica de la Biblia y la Tradición.

El primer punto de vista es el que a simple vista parece el más convincente: es la posición de que sólo la Biblia es autoridad, y que sólo de ella hemos de derivar las doctrinas de fe. La razón por la que digo que parece mas convincente es sencilla: la Biblia ha permanecido inalterada a lo largo de los siglos, y es difícil imaginar que eso pueda decirse también de la Tradición oral de la Iglesia (aunque como demostraremos, ese es efectivamente el caso). 

El segundo, por su parte, aún siendo menos evidente tiene ventajas clave, como veremos: la posición de que tanto Biblia como Tradición son autoritativas a la hora de definir la doctrina de la Iglesia, esto es, que tienen un peso igual (como defendemos los católicos) o como mínimo similar (como defienden ciertas iglesias ortodoxas).

Expuestas ambas posiciones, procedo a explicar uno de los puntos flacos clave de la primera posición: la Biblia cristiana, especialmente el Nuevo Testamento,  y aún inspirada e inerrante, no fue dada por el ángel Jibreel que, por órdenes de Allah, bajó del Cielo para dársela al "Profeta" Muhammad, o como es el caso de la Torah, fue dictada directamente por Dios.

Aún si es innegable católicamente hablando que la Biblia es inspirada por la Tercera Persona de la Trinidad, el Espíritu Santo, y que como tal carece de todo error, esto no significa que sea un todo completo como el Corán. Muy por el contrario, esta incluye documentos escritos en un contexto específico para personas que quizá ni sospechaban que un día iban a compilarse para formar la Sagrada Biblia. Por citar algunos ejemplos, los Evangelios fueron escritos por y para particulares, y de las Epístolas ni hablemos: son, valga la redundancia, de un género epistolar, es decir, presuponen que había cierto conocimiento de los temas tratados, y no tenían porqué tratar todos los temas relativos a la doctrina, aún siendo bastante completas.

Es por esto que negar la Inmaculada Concepción, la Infalibilidad Papal o el culto a los santos bajo ese argumento es risible en el mejor de los casos y una impostura inaceptable en el peor. Es como decir que tu madre no existe porque no la nombraste en una carta a tu padre, conclusión que sólo un idiota podría extraer. 

Dicho esto, la segunda debilidad de este argumento es menos evidente, y tiene que ver con la dificultad de interpretar fuera de contexto las palabras de la Biblia. Uno puede intentar ser todo lo honesto que quiera, pero por mera cuestión de limitación humana hay bastante seguridad de que acabe por pifiarla seriamente en algún momento. Así, tenemos negadores del Infierno que se basan en Eclesiastés, tenemos gente que dice que Dios odia a los pecadores basándose en los Salmos, e incluso a quienes afirman que la Resurrección de Cristo fue sólo espiritual basándose en las palabras de Pablo sobre cuerpos espirituales (I Corintios 15:44). En resumen, bajo este método, lo más seguro es que acaben habiendo tantos "evangelios" como personas, de lo que ya se quejaba Lutero hace ya más de quinientos años.

Y esto por no mencionar a los lobos con piel de oveja que engañarán a muchos (Mateo 24:5), si fuere posible, aún a los escogidos (Mateo 24:24), y a los que no les será difícil sacar textos bíblicos de contexto para defender sus perversas doctrinas.

Vamos, es que si Dios hubiese dejado la autoridad de enseñar sólo en la letra de la Biblia, que puede ser interpretada por quien quiera, lo más seguro es que la Iglesia hubiera desaparecido en los primeros siglos sencillamente porque no tendría un núcleo doctrinal. Punto para la Iglesia Católica, y a eso ha de reconocerlo cualquier protestante honesto.

Vamos ahora las ventajas de la posición católica y ortodoxa. 

En otro de mis debates con Jordi, nos enfrentó la cuestión del culto a María, para él, algo propio de las iglesias orientales con una manifestación tardía en la Iglesia cristiana. A esta posición -muy común entre protestantes cultos- yo repliqué con el Protoevangelio de Tomás y otros textos de similar extensión que nos muestran un culto a María un tanto más antiguo. Pero no se confunda el lector, que esto no es cuestión de antigüedad.

Mucha gente no toma conciencia de hasta qué punto se tomaban en serio la ortodoxia los primeros cristianos. Como dije, la Iglesia primitiva no era un conjunto anárquico de personas unidas por el reconocimiento de unas Escrituras que cualquiera podía interpretar como mejor le viniera en gana, sino, muy por el contrario, una institución jerárquica en que la doctrina no era democrática en absoluto. Prueba de ello es que desde el primer siglo vemos una batalla continua contra los judaizantes, los gnósticos, luego, en el siglo II, contra los marcionitas, luego contra los adopcionistas, más tarde contra los montanistas, los sabelianos, los arrianos en el siglo IV, los pelagianos en el V, los nestorianos en el mismo siglo, los monofisitas[1] y podría seguir.

Alguien podría preguntar como sabemos que la doctrina ortodoxa fue efectivamente la que se impuso, pero esto es perder el punto: si efectivamente cosas como la infalibilidad de la Iglesia, como el Primado Romano, como el culto a María o el culto a los santos hubieran sido doctrinas heréticas, créanme que lo sabríamos. ¿Por qué? Porque todo eso hubiera generado un cisma y una avalancha de excomuniones en la Iglesia primitiva. Pero, a diferencia de en todos los casos anteriores, en que por cosas aparentemente banales se llegó a situaciones muy tensas con grupos separándose del Cuerpo Místico de Cristo (el ejemplo ideal es el nestorianismo, que predicaba que Cristo eran dos personas, el Hijo y Jesús, unidas hipostáticamente y no una como enseña la ortodoxia católica), no hay registro alguno de esto. Muy por el contrario, vemos que estas doctrinas gozaron de gran aceptación entre los primeros cristianos, teniendo registros muy tempranos de ellas. 

Ante todo lo expuesto, sólo queda poner el último clavo en el ataúd de la posición biblicista: I Timoteo 3:15.

"Pero si me demoro, para que sepas cómo debes portarte en la casa de Dios, que es la Iglesia del Dios vivo, pilar y base de la verdad."

Lo que Pablo está haciendo aquí es obviamente una referencia arquitectónica: la Iglesia es el pilar (es decir, el sostén) de la verdad, cosa que sólo es razonable decir si esta es efectivamente infalible. Y es que ¿Qué pasa cuando un pilar cae? Que la estructura que sostiene se derrumba.

En conclusión, creo que tenemos aquí un fuerte caso en favor de la fiabilidad de la Tradición, que en sí misma siempre validó el papel de la Iglesia como garante de las verdades de la fe. Un caso que el protestante que quiera contradecirme deberá saber refutar adecuadamente, si quiere preservar su honestidad intelectual. 

Hasta aquí este artículo. Que Dios les bendiga a todos, y María Santísima Theotokos les ampare siempre.

Bibliografía

1.Las grandes herejías. Ver informe completo en: https://es.catholic.net/op/articulos/30976/cat/8/las-grandes-herejias.html#modal



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