miércoles, 28 de septiembre de 2022

Fuentes del video sobre QNTLC

Biografía del Padre Javier Olivera Ravassi: https://es.metapedia.org/wiki/Javier_Olivera_Ravasi


Defensa de las terapias de conversiónhttps://www.youtube.com/watch?v=JEoqxHr8EtE&t=2104s


Negacionismo de los crímenes de la dictadura (con José D'angelo): 

https://www.youtube.com/watch?v=FGzcgl_Z3Ig


Chinda Brandolino y la vacunación: https://www.youtube.com/watch?v=BXrhQm-NP6I

  Mentiras antivacunas

     Chequeado: "Son falsas las afirmaciones de Chinda Brandolino sobre el coronavirus [...]"

     Chequeado: "Por qué las vacunas contra el coronavirus no pueden modificar los genes[...]

     Chequeado: "¿Quienes son los 'Médicos por la Verdad' [...]?"

 Consecuencias de su perfidia

     abc.es: "Los antivacunas y el turismo resucitan enfermedades «fantasma» [...]"

     La Tercera: "Los casos de enfermedades "muertas" que reaparecieron [...]"


Negacionismo de la evolución de las especies: https://www.youtube.com/watch?v=fRQPuJW1Vvo


Raymond Diocrès y San Brunohttps://www.youtube.com/watch?v=SNr8d0f8ruc


Mafia de San Galo: https://www.youtube.com/watch?v=NuzV4zdAgpU


"Infiltración masónica" según Charles Murr: https://www.youtube.com/watch?v=suA5o2sbNTY&t=8s


Personajes infames

        Agustín Laje Arrigonihttps://www.youtube.com/watch?v=pW3ecRlaBwY&t=2s

       Nicolás Márquez Noriegahttps://www.youtube.com/watch?v=hHDSC18JF6E

       Juan José Gómez Centuriónhttps://www.youtube.com/watch?v=QuHoq3bNSN4

       Pablo Muñoz Iturrieta (no es infame por ahora)https://www.youtube.com/watch?v=vfFnJlfwDF0

       Rafael Díazhttps://www.youtube.com/watch?v=gVS2ydNqdiA

       Luis Románhttps://www.youtube.com/watch?v=mwjGM5w6d_Q

       Fernando Cassanovahttps://www.youtube.com/watch?v=_whHh4CB8fA

Dictadura militar de 1976: todas las fuentes en mi video "¿Fueron 30.000? Respuesta a Delfina Wagner"

Ineficacia y peligrosidad de las terapias de conversión para personas LGBT: todas las fuentes en mi directo "La homosexualidad NO se cura". 


Masonería:

    Rivalidad entre continentales y anglosajones
            "More squabbles in the irregular world"  

           [Nota: tan feministas que no permiten mujeres. Curioso para un conspirador marxista...]

    Proscripción de la masonería en la URSS: "Los Protocolos de los Sabios de Sión y la Conspiración Masónica Judía Mundial"

           [Nota: está en ruso. Usar traductor automático de Google haciendo click derecho]

    Masonerías rivales en la historia mexicana: "La francmasonería en México", por la UANL.

    Los masones no hablan de política o religión en sus reuniones

            Quora: "When did Freemasonry ban members discussing politics and religion in the meetings?"

           [Nota: curioso. Adam Weishaupt fue expulsado por hacer precisamente eso. Luego fundó los Illuminati de Baviera en 1776.... ]

        The Provincial Grand Lodge of Gloucestershire

         https://www.glosmasons.org.uk/politics-and-religion


viernes, 16 de septiembre de 2022

La puerta estrecha: ¿Serán pocos los que se salven?


La "puerta estrecha" 

en el Evangelio según San Lucas

Este pasaje no debe forzosamente interpretarse como una declaración de que la mayoría de la humanidad se condena eternamente. Eso es simplemente una lectura superficial, especialmente considerando Lucas 13: 22-30, en que el Señor nos habla de una "puerta estrecha" precisamente para no responder a la pregunta cuando se le interroga sobre si son poco los que se salvan:


Continuando su viaje a Jerusalén, Jesús enseñaba en los pueblos y aldeas por donde pasaba.

—Señor, ¿son pocos los que van a salvarse? —le preguntó uno.

Esfuércense por entrar por la puerta estrecha —contestó—, porque les digo que muchos tratarán de entrar y no podrán. Tan pronto como el dueño de la casa se haya levantado a cerrar la puerta, ustedes desde afuera se pondrán a golpear la puerta, diciendo: “Señor, ábrenos”. Pero él les contestará: “No sé quiénes son ustedes”. Entonces dirán: “Comimos y bebimos contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas”. Pero él les contestará: “Les repito que no sé quiénes son ustedes. ¡Apártense de mí, todos ustedes hacedores de injusticia!”

»Allí habrá llanto y rechinar de dientes cuando vean en el reino de Dios a Abraham, Isaac, Jacob y a todos los profetas, mientras a ustedes los echan fuera. Habrá quienes lleguen del oriente y del occidente, del norte y del sur, para sentarse al banquete en el reino de Dios. En efecto, hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos».


Se puede argumentar que al hablar de una "puerta estrecha" está implicando que efectivamente es así, especialmente considerando que su interlocutor posiblemente estaría preocupado por el asunto, pero esto no es necesariamente cierto. 

La expresión "puerta estrecha" puede entenderse -como es más natural que en términos numéricos- según lo concreto y específico del camino a seguir para alcanzar la Vida. Formas de ser vicioso hay por montones. Desde luego, esa puerta es extremadamente ancha. Pero medios para alcanzar la salvación hay uno sólo: la virtud, la imitación de Cristo, sin la que nadie ingresará al Reino de Dios.  

Ahora bien: salvando esta expresión de dudoso significado, el resto del pasaje carece de referencias proporcionales. En general, todo el pasaje va dirigido a los mismos seguidores de Jesús, advirtiéndoles que se esfuercen por entrar por la "puerta estrecha", signifique ésta lo que signifique, a fin de no terminar perdiéndose ellos mismos. 

El Señor nos dice que "muchos procurarán entrar y no podrán", pero "muchos" puede referir a numerosas proporciones y números. Cincuenta, cien, doscientos, cuatrocientos u ochocientos hombres son números que entran todos en la definición de "muchos", que es total y absolutamente subjetiva, sin que por ello sean siquiera una fracción mínimamente apreciable de la humanidad. 

Y para rematar, termina describiéndonos cómo "habrá quienes lleguen del oriente y del occidente, del norte y del sur, para sentarse al banquete en el reino de Dios", aniquilando nuestro orgullo con un "en efecto, hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos" (Lucas 13: 29-30). 

Esta frase parece intrascendente. Esos que lleguen "del oriente y del occidente" podrían ser una porción diminuta de la humanidad aún así. Pero resulta que esta misma expresión se utiliza también en otro pasaje de la Escritura, con un significado mucho más claro. 

Hablamos de Mateo 8: 5-12, en que se nos dice lo siguiente:


Al entrar Jesús en Capernaúm, se le acercó un centurión pidiendo ayuda.

—Señor, mi siervo está postrado en casa con parálisis, y sufre terriblemente.

—Iré a sanarlo —respondió Jesús.

—Señor, no merezco que entres bajo mi techo. Pero basta con que digas una sola palabra, y mi siervo quedará sano. Porque yo mismo soy un hombre sujeto a órdenes superiores, y además tengo soldados bajo mi autoridad. Le digo a uno: “Ve”, y va, y al otro: “Ven”, y viene. Le digo a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace.

Al oír esto, Jesús se asombró y dijo a quienes lo seguían:

—Les aseguro que no he encontrado en Israel a nadie que tenga tanta fe. Les digo que muchos vendrán del oriente y del occidente, y participarán en el banquete con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos. Pero a los súbditos del reino se les echará afuera, a la oscuridad, donde habrá llanto y rechinar de dientes.


El contenido conceptual, como podrán notar, es extremadísimamente semejante, sólo variando por un detalle: aquí, quienes vienen a ocupar los puestos de los súbditos son "muchos".

Es evidente que esta versión específica de la frase nos habla, antes que del número de los salvos -cosa que sí hace Lucas- del destino de los pueblos paganos, que en contraposición a Israel, sí acogerán al Mesías. Le está diciendo a sus oyentes judíos lo que deben hacer para alcanzar la salvación, es decir, ser como este centurión, apegándose a Él y obedeciéndole. Sin embargo, el paralelismo es tan evidente que es difícil pensar que sea casual. Parece obvio que 

Evidentemente el Señor hablaba en estos términos con frecuencia, cosa obvia por el hecho de que se presenta la misma frase en dos escenarios totalmente distintos. Y es obvio que en ambos casos lo que buscaba era exhortar a sus oyentes a hacer lo que debían hacer para salvarse. 

Entonces ¿Es descabellado pensar que, en Lucas 13, lejos de pronunciarse sobre la proporción de salvos y condenados, está en realidad diciéndonos que esa no es una pregunta importante, sino que hemos de preocuparnos por nuestra propia salvación? Considerando sólo lo presentado hasta ahora, parece que la respuesta es un rotundo no: es una opción, al menos, plausible.

Pero hay más: las palabras referentes a los "últimos que serán primeros y primeros que serán últimos" dichas por el Señor en el Evangelio de San Lucas se utiliza sólo dos veces más en la Escritura, específicamente en el capítulo 19 de San Mateo, y al siguiente de nuevo, en Mateo 20. 


Mateo 19: 23-30: 

—Les aseguro —comentó Jesús a sus discípulos— que es difícil para un rico entrar en el reino de los cielos. De hecho, le resulta más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.

Al oír esto, los discípulos quedaron desconcertados y decían:

—En ese caso, ¿quién podrá salvarse?

Para los hombres es imposible —aclaró Jesús, mirándolos fijamente—, mas para Dios todo es posible.

—¡Mira, nosotros lo hemos dejado todo por seguirte! —le reclamó Pedro—. ¿Y qué ganamos con eso?

Les aseguro —respondió Jesús— que en la renovación de todas las cosas, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono glorioso, ustedes que me han seguido se sentarán también en doce tronos para gobernar a las doce tribus de Israel. Y todo el que por mi causa haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o terrenos recibirá cien veces más y heredará la vida eterna. Pero muchos de los primeros serán últimos, y muchos de los últimos serán primeros.


El significado aquí no podría ser más evidente: aunque los santos, fieles y leales, serán glorificados, habrá "muchos" que, habiendo sido los últimos, serán lo primeros y viceversa. Hasta ahí todo bien. Pero ¿Últimos en cuanto a qué? El capítulo siguiente lo responde con exagerada claridad, en la famosa parábola de los viñadores


Mateo 20: 1-16: 

»Así mismo el reino de los cielos se parece a un propietario que salió de madrugada a contratar obreros para su viñedo. Acordó darles la paga de un día de trabajo[a] y los envió a su viñedo. Cerca de las nueve de la mañana, salió y vio a otros que estaban desocupados en la plaza. Les dijo: “Vayan también ustedes a trabajar en mi viñedo, y les pagaré lo que sea justo”. Así que fueron. Salió de nuevo a eso del mediodía y a la media tarde, e hizo lo mismo. Alrededor de las cinco de la tarde, salió y encontró a otros más que estaban sin trabajo. Les preguntó: “¿Por qué han estado aquí desocupados todo el día?” “Porque nadie nos ha contratado”, contestaron. Él les dijo: “Vayan también ustedes a trabajar en mi viñedo”.

»Al atardecer, el dueño del viñedo le ordenó a su capataz: “Llama a los obreros y págales su  jornal, comenzando por los últimos contratados hasta llegar a los primeros”. Se presentaron los obreros que habían sido contratados cerca de las cinco de la tarde, y cada uno recibió la paga de un día. Por eso cuando llegaron los que fueron contratados primero, esperaban que recibirían más. Pero cada uno de ellos recibió también la paga de un día. Al recibirla, comenzaron a murmurar contra el propietario. “Estos que fueron los últimos en ser contratados trabajaron una sola hora —dijeron—, y usted los ha tratado como a nosotros que hemos soportado el peso del trabajo y el calor del día”. Pero él le contestó a uno de ellos: “Amigo, no estoy cometiendo ninguna injusticia contigo. ¿Acaso no aceptaste trabajar por esa paga? Tómala y vete. Quiero darle al último obrero contratado lo mismo que te di a ti. ¿Es que no tengo derecho a hacer lo que quiera con mi dinero? ¿O te da envidia de que yo sea generoso?”

 »Así que los últimos serán primeros, y los primeros, últimos».


Entonces, evidentemente los "últimos que serán primeros" son quienes "llegaron tarde" al servicio del Señor, pero que de todos modos recibirán la Gloria. Resumidamente, el Señor nos dice que serán "muchos" los que recibirán la Gloria habiendo llegado tarde a los esfuerzos requeridos.

De modo que podemos asumir que sí, efectivamente, las palabras Lucas 13: 22-30 van dirigidas no a responder una pregunta sobre proporciones sino a decirnos lo que, como seguidores del Maestro, hemos de hacer si no queremos perdernos. No sólo sus palabras sobre "puertas estrechas" y "muchos" que no logran pasar no son claras, sino que, además, el texto da indicios por partida doble de:

1)Que serán "muchos" los que ocupen el lugar de Sus discípulos infieles si estos se perdiesen. Aún si no lo dice directamente, las palabras escogidas apuntan a lo que Él, al parecer, habitualmente decía. No es exceso de imaginación pensar que Él estaba consciente de que su interlocutor iba a  entender el mensaje porque ya lo había oído antes. Si el Señor no añadió la palabra "muchos" en esa frase es precisamente porque no quería ser claro.   

2) Esto termina de volverse patente al notar que Cristo fue tan deliberadamente ambiguo a fin de que nadie pudiera deducir de Sus palabras una posición o la otra, que a propósito terminó Su parábola diciendo que muchos pecadores serán santos en el Cielo

Mateo 7: 13-14

La "puerta estrecha" que no es la del Cielo

Sin embargo, la mejor refutación a la idea de que la puerta estrecha implica la escasez de los salvos es, en realidad, Mateo 7: 13-14, la frase más aparentemente clara y tajante que se puede utilizar contra el optimismo en toda la Escritura: 


 »Entren por la puerta estrecha. Porque es ancha la puerta y espacioso el camino que conduce a la destrucción, y muchos entran por ella. Pero estrecha es la puerta y angosto el camino que conduce a la vida, y son pocos los que la encuentran.


No voy a simular un gran misterio o una enorme dificultad porque ninguno de ellos existe: la puerta estrecha aquí no es la del Reino de Dios. Es la del Camino que conduce a Él

¿Cómo estoy tan seguro? ¿No dice el texto que la puerta "conduce a la destrucción"?

Pues sí, evidentemente. Pero si se fijan, el Señor al comienzo mismo del pasaje no nos dice "traten de entrar", o "vivan de tal modo que los dejen entrar". Nada de eso. Nos dice "entren". Entren ahora

Esto es así porque la puerta estrecha no es algo por lo que se entra al momento de morir. Se entra aquí y ahora. En esta Tierra. 

Por eso dice también habla en todo el pasaje en un estricto presente: "ancha es la puerta, y muchos entran por ella". "Estrecha es la puerta, y son pocos los que la encuentran". Está hablando de ese preciso instante.

Es obvio, entonces, que lo que el Señor está diciendo, en pocas palabras, es algo como "la mayoría de gente vive habitualmente en sus pecados, y pocos entre ellos tienen la oportunidad de encontrar el verdadero camino hacia Mi Padre". ¿Significa eso que nunca van a encontrarlo, y que van a perderse eternamente? De ningún modo.

Yo puedo decir que "pocas personas se enferman en Verano". Eso es verdad. Pero estadísticamente todo ser humano que llegue a viejo se va a enfermar en verano al menos una vez si es que la biología le ha sido especialmente generosa. 

Si el Señor no aclaró que se refería a esto, es evidentemente por la misma lógica bajo la que actuó en Lucas 13: 22-30: no quería ser preciso. Quienes lo oían necesitaban saber cómo eran las cosas y que, habiéndoles Él mostrado la verdadera Senda de los hijos de Dios, no debían desperdiciarla. 

"Ya que le he mostrado la Senda que Yo Soy, ahora tomen su cruz y síganme". Si les hubiese expresado la otra cara de la monedad, lejos de ayudarles les hubiera perjudicado. Él, desde luego, no deseaba el engaño o error subsecuente. Pero no podía permitirse arruinar así Sus propios proyectos, so pena de privar a quienes le escuchaban de un cambio de vida, más acorde a Sí mismo y a Su Padre que está en los Cielos. 

Era necesario que supiesen -y la posteridad a través de ellos- que muchos caminos que al hombre parecen rectos, terminan por ser caminos de muerte (Proverbios 14: 12-13). Demasiada gente, creyendo que "no es tan mala" su indecencia, deshonestidad o crueldad, termina alejándose de Dios. Creen que están siendo merecedores del Cielo, cuando en realidad se encuentran en el camino de la perdición, del que, sin embargo, no esperará Dios a sacarlos cuando llegue el momento. Y ellos mismos se salvarán, pero como a través del fuego (1 Corintios 3: 15). Esto suponiendo, claro está, que de tanta insolencia su corazón mismo se vuelva de piedra fría y muerta, perdiendo, así, para siempre sus almas. 

Era, entonces, razonable hablar del "camino que conduce a la perdición" de los que se atreven a entrar en él. No sólo porque la obstinación en el mal es en sí mismo el camino de la pérdida eterna, sino porque, además, si de él no salen a tiempo, la Gehená será su destino final. Y aún si salieran, habrán arriesgado en vano sus almas, por un bien mundano que jamás valió nada.  

Todos conocemos a alguien así. Muchos de ellos entre los que supuestamente estamos cerca de Dios, pero que -y esto es general- muchas veces vivimos como si Él no existiera. Ay de aquél que vive haciendo lo malo, llamándole bueno en nombre de su orgullo y terquedad. Dios le libre de su destino final, por la fuerza del dolor y el castigo si fuese necesario, o llegará el día en que él no quiera ser libre nunca jamás. 

Esta interpretación se ve legitimada, además, por el hecho de que el contexto del pasaje apunta a una corrección de este tipo. 

El Señor acaba de hablarnos de la regla de oro, hacer con los demás como quisiéramos que se hiciera con nosotros, que es toda la ley y los profetas (Mateo 7: 12). Luego, comienza a advertirnos contra los falsos profetas, diciéndonos que nos guardemos de ellos, porque vienen a nosotros "disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos feroces", a los que hemos de reconocer por sus frutos, porque no hay árbol malo que de frutos buenos (Mateo 7: 15-20). Está, en pocas palabras, diciéndonos que nos cuidemos de los falos maestros, a fin de que no nos salgamos por ellos de la senda estrecha que él nos ha revelado. 

Roguemos, pues, a Dios por nosotros y por los que amamos, que han de ser, si queremos ser perfectos, todos y cada uno de los hombres. Nunca sabemos a dónde puede llevarnos, a nosotros o a nuestros seres queridos la vida que nos toca, y prometió Dios hecho Hombre que todo el que pidiera, recibiría copiosamente (Mateo 7: 7-8). 

Hagamos, pues, esto sin desfallecer, para que seamos perfectos. Y si no lo somos, que al menos nunca nos separemos del difícil pero ligero y agradable (Mateo 11: 30) Camino de la Vida. A fin de que, si llegásemos sucios al Juicio, aún si somos castigados por nuestras culpas según corresponde al hombre, podamos, sin embargo, vivir en el Espíritu según la Voluntad de Dios (1 Pedro 4:6). 

jueves, 15 de septiembre de 2022

Pequeño manual para la deducción teológica


Carece de sentido dar igual peso -como a menudo se hace- a montones de especulaciones con fundamento prácticamente nulo frente a un montón de razones bíblicas, teológicas, magisteriales, filosóficas y hasta del sentido común. Por ello, he decidido redactar este conjunto de normativas básicas para el análisis de las verdades de la fe, partiendo desde lo más fundamental de la teoría del conocimiento hasta lo más intrascendente.

El orden de las evidencias en el análisis teológico, ha de ser, en mi opinión, universalmente el que sigue: 

1)Razón natural: por ella llegamos a la fe, por ella hemos de avanzar. Sus criterios son:

                    1.1) Las leyes de la lógica. Son ellas quienes determinarán los criterios de la                               lógica aplicada o razón práctica. Lo hará únicamente a partir de su                                            conveniencia operativa, esto es, seleccionará como axioma aquello que                                necesite para poder obrar en su propio beneficio. 

                    1.2) Lógica aplicada o razón práctica, cuyos fundamentos son:

1.2.1) Principio de ignorancia invencible: somos incapaces de conocer a detalle todo aquello que no sea inmediatamente deducible a partir de las leyes de la lógica. Esto  implica la necesidad del escepticismo saludable  hacia nuestras propias deducciones.

1.2.2) Principio "ghazaliano", o de la "fe agnóstica": como no podemos conocer con certeza prácticamente nada, hemos de aceptar por fe -confianza apriorística- todo aquello que es fundamental o útil para nuestra vida cotidiana. Estas creencias centrales son: 

A) La existencia del mundo externo, que hemos de asumir que es como nos parece hasta que se demuestre lo contrario

A.1) En consecuencia, los demás animales, en particular los demás seres humanos, son exactamente como nos parece que son hasta que se demuestre lo contrario o haya razones de verdadero peso para cuestionarlo. En otras palabras, son, a priori, seres con sentimientos y -según el caso- procesos racionales y psicológicos análogos a los nuestros

B) La predictibilidad del futuro sobre la base del pasado (siempre partiendo de la premisa de que el mundo exterior es como nos parece, que puede ser refutada)

 

 

2) El Magisterio de la Iglesia, en el siguiente orden:

2.1) Magisterio infalible, que no sujeto jamás a error y por ende fiable en la totalidad de los casos. Sin embargo, ha de ser leído con cuidado y contrastando fuentes e información, pues su lenguaje no es el contemporáneo y no debemos fiarnos de su inteligibilidad. Este puede ser:

2.1.1) Magisterio extraordinario, documentos magisteriales del más alto nivel, tales como los conciliares, las definiciones ex cathedra de los Papas o sus condenas doctrinales.

2.1.2.) Magisterio ordinario y universal, del que sólo se puede hablar cuando una posición ha sido siempre considerada fuera de la ortodoxia -herética al menos por implicación-, como parte del sensus fidelium de la Iglesia Universal.

2.1.3) Se incluyen aquí las enseñanzas generalísimamente aceptadas como Revelación Divina (las sententia fidei próxima) y las opiniones teológicas claramente deducidas de la Revelación, específicamente las sententia certa.

2.2) Magisterio ordinario a secas, susceptible de error, pero vinculante y, a priori, incapaz de ser perjudicial para la Iglesia y las almas por promesa del Señor y responsabilidad del Espíritu Santo.

 

  

3) Interpretación de las Escrituras. En este caso, contamos con varias herramientas:

3.1) El dogma católico, siempre infalible, es la guía primera, principal e irrevocable, que debe orientar todas nuestras lecturas. Pero, insisto, con un análisis meticuloso de los textos al respecto, contrastando opiniones a fin de constatar la fiabilidad de nuestras lecturas.

3.2) Consentimiento unánime de los Padres (cuando están todos de acuerdo, al menos moralmente, y hablan a nombre de la Iglesia), en que son siempre vinculantes.

3.2.1) Su opinión cuando hablan extraoficialmente, “en calidad de doctores” (Providentissimus Deus de León XIII, versión inglesa, numerales 14-16), está lejos de ser vinculante o decisoria, pero es, por la sabiduría y santidad de estos hombres, digna de consideración al menos en un nivel mínimo.

3.3) La crítica textual moderna, que, contando con nuevas herramientas y medios para comprender el contexto en que los autores bíblicos escribieron, nos permitirá comprender mejor el significado de sus textos.

3.2.1) No obstante, ésta se encuentra sometida a los criterios dogmáticos de la Iglesia, por lo que, en caso de posible contradicción, estos han de primar. Si, por el contrario, la contradicción puede ser resuelta, hemos de aspirar a una solución en que ambas posiciones   -científica y dogmática- son ciertas, aún con ciertos matices.

3.2.2) También hemos de ser prudentes sobre las opiniones de los autores consultados, que siempre han de contrastarse del modo más sabio y meticuloso. Aunque la utilidad de la crítica textual para la comprensión de la historia de la Iglesia y de la fe, e incluso para la elaboración de nuestra comprensión de los textos sagrados, no es menos cierto que sesgos ideológicos hay en todas partes. Y, como he constatado hasta el hartazgo, en el mundo de la crítica textual sobreabundan.

 

4) Las opiniones privadas de los teólogos, en particular los Padres y Doctores de la Iglesia.

4.1) Aunque carecen de cualquier tipo de carácter vinculante y son por lo tanto opcionales, son dignas de consideración por haber sido sus autores hombres sabios y, generalmente, de vida santa. Esto no implica, sin embargo, que estén siquiera cerca de ser decisorias.

 

5) Elementos secundarios y contextuales, siempre de una relevancia mínima y prácticamente nula. Aquí se incluyen:

         5.1) Opiniones privadas de santos en general.

5.2) Revelaciones privadas, que incluso suponiendo su auténtico origen Divino -cosa difícil o imposible de determinar incluso cuando es un verdadero místico quien las ha tenido- por la naturaleza misma del contacto con lo espiritual, tenderán siempre a contener adiciones -de mayor o menor profundidad- por parte de la mente humana, según ha determinado la Iglesia Católica (ver “Normas sobre el modo de proceder en el discernimiento de presuntas apariciones y revelaciones”, documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe originalmente dirigido a los Obispos del mundo, en la sección de “Criterios negativos”).


jueves, 8 de septiembre de 2022

Que el Señor no nos perdone




"Señor, no tengas piedad de los pecadores, y especialmente de mí". Es lo que siempre rezo al inicio de cada Misa, como una de mis intenciones para esa Eucaristía. Ustedes considerarán con certeza esta petición como algo extraño, especialmente considerando mis continuas apelaciones a la Divina Misericordia, que estoy convencido de que luchará con uñas y dientes por salvar a los que ama cuando llegue el momento indicado, lográndolo en casi todas las ocasiones, incluso entre los más obstinados, si es que aún existe la menor apertura al Bien, el Amor y la Verdad, que son el Verbo Encarnado y, por extensión, Dios mismo, la Trinidad al completo.

¿Acaso me he vuelto loco? ¿Me he vuelto un riguroso fariseo que desea lastimar a los que hacen el mal, incluyéndome? ¿O es que estoy delirando, y deseo que el Señor me castigue por mi indignidad? Bueno, esto último es verdad, pero por las razones adecuadas.

Es menester entender que la Misericordia Divina, que es la mayor de las bondades posibles, es también el mayor acto de crueldad si se ejerce hacia quien hace deliberadamente el mal. Dios ama hasta el infinito, porque Él es el Amor Ilimitado. Pero el hombre ama de modo imperfecto, siempre poniendo, en el fondo, nuestro propio interés ante todo. Incluso cuando oramos por familiares, amigos y enemigos, lo hacemos a este modo. Ya sea por el deseo de la santificación, por la genuina preocupación amorosa por los demás, o por ambas.

Pedir la salvación de los demás es siempre bueno, incluso si el motivo es el anhelo de la santidad personal. Así, el Apóstol nos dice que el Señor recompensará copiosamente a aquél que perseveró en el bien "buscando gloria y honra e inmortalidad" (Romanos 2:7). Mucho más, desde luego, si le movió el dolor conmovido por la insensatez del prójimo, que en lugar de rabia le inspira ternura y la preocupación de una madre amorosa. La del Padre que está en los Cielos, y que entregó a lo que más amaba, Su propio Hijo, por ellos. Pero ese amor, aunque hermoso y magnánimo, sigue viéndose motivado por nuestro propio interés. Incluso si nos mueven las lágrimas por el temor al dolor ajeno -que son siempre nobles y salvíficas-, incluso si ese prójimo por el que lloramos son quienes nos lastimaron, si deseamos su bien es porque nos horroriza lo que podría ser de ellos. Nos mueve, así, la pasión, el animal instinto de evitar el dolor.

Dios no es así . Él, que posee todo el Ser, que contiene en Sí no sólo el pasado, el presente y el futuro de toda creación, sino el de todo cuanto podría haber existido en cualquier escenario que no implique contradicción, no puede de nosotros desear nada. Desea sólo para nosotros. Es ese Amor Puro y Perfecto la razón de nuestra existencia, y la de todos los seres. Incluso en el Infierno -líbrenos Nuestra Madre-, si Él nos dejará en la autoinflingida tortura eterna, es porque nos ama tanto que no quiere arrebatarnos la existencia, el único bien al que no hemos renunciado. Los condenados, aunque no lo admitan, lo saben bien, y eso moviliza su odio. Dios no los destruirá porque a ellos no les conviene morir, y ese Amor mayor que el de cualquier padre en cualquier mundo posible les genera la más pura rabia. De todos modos, en cierta forma, estoy seguro de que se lo agradecen al menos de modo implícito. Ellos no quieren desaparecer. Eso significaría perder la poca grandeza que les queda, a la que su orgullo se aferrará con total certeza para siempre jamás, y que alimenta el fuego por el que no tendrán descanso ni de día ni de noche, ni por un sólo instante, y por el que el humo de su tormento se elevará por los siglos de los siglos (Revelaciones 14:11).

Si eso hace Dios por los que se han perdido definitivamente por su propia irremediable obstinación, antes aún de su muerte física ¿Qué no hará por aquellos que aún tienen oportunidad de ser eternamente Sus hijos, habiendo llegado a comparecer ante Él tras llorar por sus muchos pecados, incluso si sólo fue tras verse a las puertas mismas de la perdición eterna? Esta imagen, tranquilizadora y tierna como es, debería también inspirarnos pavor a la aterradora Justicia de Dios.

Porque ¿Qué ocurrirá con el alma desencarnada, que ya sin la materia observa y comprende todo con claridad perfecta, cuando vea ante sus ojos la Magnanimidad del Amoroso Padre, que en Su Imponente Omnipotencia se hizo frágil Humanidad para morir, no por la humanidad como conjunto, sino por ella, a título individual, recibiendo a cambio sólo desprecio e insolencia? ¿Qué sentirá cuando vea al Creador, al Ser Subsistente e infinitamente Glorioso, que le amó con la más absoluta locura, y que ella rechazó sin miramientos, gratitud ni compasión? ¡Ay del alma que cayere en el Purgatorio! ¡La Misericordia Infinita de Dios será el peor castigo que jamás haya podido concebir, con un fuego que inflamará su alma sin consumirla, el fuego de sus remordimientos por haber sido tan mala hija!

Recordemos que el fuego del Purgatorio, aunque sustancialmente espiritual, es, por el hecho de ser el de un alma sin los límites del cuerpo, infinitamente más doloroso que cualquier castigo de este mundo, sea físico, emocional o espiritual. No es difícil concluir que el fuego de la Purificación, aún el del menor de los sentenciados, siendo igual pero opuesto al del Infierno -pues viene uno del arrogante odio del que sin embargo anhela al Dios que desprecia, y el otro del anhelo de ese mismo Dios al que aún no tiene y con el que, además, fue uno pura y duramente ingrato-, deja al paso de la más larga vida, siendo el combustible de la más caliente de las hogueras, como un suave, apacible y divertido paseo por el campo, en medio de las brisas que refrescan nuestra piel ante el calor del verano. Imaginen setenta años ardiendo en esas circunstancias. Ochenta. Ciento cincuenta. Mil. Cien Mil. Cien trillones.
Ninguna de esas cantidades es remotamente comparable al castigo purgatorial del más breve instante. ¡Y corto debo estarme quedando! ¡Hasta donde no puedo ni siquiera imaginar!

Es necesario saber, además, que el alma en ese estado, en que ya no tiene límites a su actividad como los que genera la materia, experimenta todos sus pensamientos y sentimientos con la más pura claridad y conciencia al mismo tiempo, sin sucesión ninguna. Para esa alma, el tiempo no existe. La más pequeña fracción de un nanosegundo es, para ella, una absoluta eternidad, infinita en todas direcciones -pasado, presente y futuro-, en medio del sufrimiento más espantoso que sus pecados pudieron merecer, los cuales, sin embargo, acepta y desea por amor a Aquél a Quien despreció. Tal es su devoción y su remordimiento por su desprecio hacia el Creador, que es también la causa de toda su miseria.

Piense el alma en lo que sería un sólo segundo en ese estado. Mil millones de eternidades de dolor puro. Piense ahora en estar allí durante horas, días, semanas, meses, años, décadas o incluso -si uno realmente se ha esforzado por ello- siglos o hasta milenios. Todas las humillaciones, todos los remordimientos, todos los sacrificios e incluso todas las torturas de esta vida son preferibles a un sólo nanosegundo allí.

Y esta aterradora verdad es la clave de nuestra esperanza, porque, al decir de San Pedro, Apóstol de Jesucristo y Su primer Vicario, el amor cubre multitud de pecados (1 Pedro 4:8). Lo que se hace por amor nunca es en vano. Ni siquiera sufrir, si se entrega por los demás o se acepta como reparación a la Bondad Divina que hemos ofendido. Y como en el cuerpo estamos unidos a una potencialidad interna, dolores y amores de intensidad infinitamente menor que los del más afortunado de los castigados en el Purgatorio pueden limpiarnos a una velocidad que es igualmente más rápida.

Dicho de otro modo, se puede escapar del Purgatorio amando. Quien viva para el amor y haga todo en su nombre, aunque haya cometido los más terribles errores, se salvará sin tener que pasar a través del fuego, si es que la Bondad Divina le concede un plazo lo bastante largo o una gran oportunidad para ejercer la virtud. El Purgatorio no es el Infierno, pero se le parece. Y es un consuelo saber que no tenemos que pasar por allí ni siquiera si hemos sido lo peor de lo peor.

Pero eso sí: dada la naturaleza del alma humana, el acto de amor y misericordia es salvífico y purificador sólo si se hace en estado de Gracia. Es fundamental siempre permanecer en él, no sea que nuestras bondades caigan en saco roto por habernos obstinado en no amar a Dios -especialmente en los marginados y oprimidos, que tienen Su Rostro- sobre todas las cosas en un sólo punto, aunque sea el de la mera carnalidad. Porque aunque en el Cielo nos complaceremos -y no poco- en haber hecho la Voluntad de Nuestro Padre incluso de modo imperfecto y en rebelión contra Él, eso no sólo no será en modo alguno comparable a la Gloria de la Visión Beatífica, sino que de ningún modo nos librará de la Purificación final.

Estemos, pues, en guardia en el amor. Y ante todo, roguemos al Señor que no se compadezca de los malvados, en especial si somos nosotros mismos. Si no nos castiga con Su Amorosa Justicia aquí en la Tierra -por la que, recordemos, envió la lepra a María, nada menos que la hermana de Moisés, quien tenía el privilegio de hablar con el Creador directamente y de llamarlo por Su Nombre-, nos concederá entonces toda la plenitud de Su Misericordia. Y entonces, desearemos haber sido castigados con todas las plagas de Egipto, con el fuego de Sodoma o con los osos que devoraron a los jóvenes que quisieron humillar a Eliseo, que nos sirven de perpetuo ejemplo de que de Dios nadie se burla, y de que todo lo que el hombre sembrare, eso también cosechará.

Oremos también por los perversos, por los que destruyen a los débiles, aniquilando su alegría y sus esperanzas por dinero, fama o, en el peor de los casos, pura y arrogante crueldad. Advirtámosles de lo| que se les acerca, no sea que el Cordero, en nuestro propio Juicio Particular, reclame de nosotros sus lágrimas (Ezequiel 3:18). Que el Señor no los perdone. Que los castigue con toda la severidad que han merecido, toda la que sea necesaria para que rectifiquen y sean limpiados antes de comparecer ante el Amoroso Juez Supremo.

Pidamos por los más terribles entre los pecadores, porque casi con certeza -que se vuelve total si al final queda en ellos un poquito de apertura al bien- recibirán la totalidad de la Misericordia de Dios. Y entonces, desearán haber recibido Justicia y no Compasión en la Tierra. Porque aunque el Señor paternalmente les tendrá toda la Piedad que corresponde a Su Grandeza, toda la que no tuvieron y por ende no merecen, eso será para ellos el peor castigo que justamente merecieron por su insensatez. Por cada lágrima y -Dios no quiera- por cada muerte sea por mano ajena o propia que causaron entre sus víctimas, verán la Compasión Divina. Y entonces llorarán y se arrepentirán. Porque aunque Dios tenga Clemencia de ellos, eso no implica que no recibirán lo que merecen, sino todo lo contrario. "Nihil inultum remanebit", "nada quedará sin castigo", dice un antiguo poema sobre el Día del Juicio atribuido -entre otros- a San Alberto Magno. Sólo que el castigo no será el de Su Padre. Será el de ellos, porque Él será bueno y comprensivo, pero sus conciencias no lo serán.

"Hazlo mientras vayan de camino al juzgado, no sea que te entregue al juez, y el juez al guardia, y te echen en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que pagues el último centavo."
-Mateo 5: 25-26

¿Qué son las terapias de conversión? La crítica de un católico

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