jueves, 15 de septiembre de 2022

Pequeño manual para la deducción teológica


Carece de sentido dar igual peso -como a menudo se hace- a montones de especulaciones con fundamento prácticamente nulo frente a un montón de razones bíblicas, teológicas, magisteriales, filosóficas y hasta del sentido común. Por ello, he decidido redactar este conjunto de normativas básicas para el análisis de las verdades de la fe, partiendo desde lo más fundamental de la teoría del conocimiento hasta lo más intrascendente.

El orden de las evidencias en el análisis teológico, ha de ser, en mi opinión, universalmente el que sigue: 

1)Razón natural: por ella llegamos a la fe, por ella hemos de avanzar. Sus criterios son:

                    1.1) Las leyes de la lógica. Son ellas quienes determinarán los criterios de la                               lógica aplicada o razón práctica. Lo hará únicamente a partir de su                                            conveniencia operativa, esto es, seleccionará como axioma aquello que                                necesite para poder obrar en su propio beneficio. 

                    1.2) Lógica aplicada o razón práctica, cuyos fundamentos son:

1.2.1) Principio de ignorancia invencible: somos incapaces de conocer a detalle todo aquello que no sea inmediatamente deducible a partir de las leyes de la lógica. Esto  implica la necesidad del escepticismo saludable  hacia nuestras propias deducciones.

1.2.2) Principio "ghazaliano", o de la "fe agnóstica": como no podemos conocer con certeza prácticamente nada, hemos de aceptar por fe -confianza apriorística- todo aquello que es fundamental o útil para nuestra vida cotidiana. Estas creencias centrales son: 

A) La existencia del mundo externo, que hemos de asumir que es como nos parece hasta que se demuestre lo contrario

A.1) En consecuencia, los demás animales, en particular los demás seres humanos, son exactamente como nos parece que son hasta que se demuestre lo contrario o haya razones de verdadero peso para cuestionarlo. En otras palabras, son, a priori, seres con sentimientos y -según el caso- procesos racionales y psicológicos análogos a los nuestros

B) La predictibilidad del futuro sobre la base del pasado (siempre partiendo de la premisa de que el mundo exterior es como nos parece, que puede ser refutada)

 

 

2) El Magisterio de la Iglesia, en el siguiente orden:

2.1) Magisterio infalible, que no sujeto jamás a error y por ende fiable en la totalidad de los casos. Sin embargo, ha de ser leído con cuidado y contrastando fuentes e información, pues su lenguaje no es el contemporáneo y no debemos fiarnos de su inteligibilidad. Este puede ser:

2.1.1) Magisterio extraordinario, documentos magisteriales del más alto nivel, tales como los conciliares, las definiciones ex cathedra de los Papas o sus condenas doctrinales.

2.1.2.) Magisterio ordinario y universal, del que sólo se puede hablar cuando una posición ha sido siempre considerada fuera de la ortodoxia -herética al menos por implicación-, como parte del sensus fidelium de la Iglesia Universal.

2.1.3) Se incluyen aquí las enseñanzas generalísimamente aceptadas como Revelación Divina (las sententia fidei próxima) y las opiniones teológicas claramente deducidas de la Revelación, específicamente las sententia certa.

2.2) Magisterio ordinario a secas, susceptible de error, pero vinculante y, a priori, incapaz de ser perjudicial para la Iglesia y las almas por promesa del Señor y responsabilidad del Espíritu Santo.

 

  

3) Interpretación de las Escrituras. En este caso, contamos con varias herramientas:

3.1) El dogma católico, siempre infalible, es la guía primera, principal e irrevocable, que debe orientar todas nuestras lecturas. Pero, insisto, con un análisis meticuloso de los textos al respecto, contrastando opiniones a fin de constatar la fiabilidad de nuestras lecturas.

3.2) Consentimiento unánime de los Padres (cuando están todos de acuerdo, al menos moralmente, y hablan a nombre de la Iglesia), en que son siempre vinculantes.

3.2.1) Su opinión cuando hablan extraoficialmente, “en calidad de doctores” (Providentissimus Deus de León XIII, versión inglesa, numerales 14-16), está lejos de ser vinculante o decisoria, pero es, por la sabiduría y santidad de estos hombres, digna de consideración al menos en un nivel mínimo.

3.3) La crítica textual moderna, que, contando con nuevas herramientas y medios para comprender el contexto en que los autores bíblicos escribieron, nos permitirá comprender mejor el significado de sus textos.

3.2.1) No obstante, ésta se encuentra sometida a los criterios dogmáticos de la Iglesia, por lo que, en caso de posible contradicción, estos han de primar. Si, por el contrario, la contradicción puede ser resuelta, hemos de aspirar a una solución en que ambas posiciones   -científica y dogmática- son ciertas, aún con ciertos matices.

3.2.2) También hemos de ser prudentes sobre las opiniones de los autores consultados, que siempre han de contrastarse del modo más sabio y meticuloso. Aunque la utilidad de la crítica textual para la comprensión de la historia de la Iglesia y de la fe, e incluso para la elaboración de nuestra comprensión de los textos sagrados, no es menos cierto que sesgos ideológicos hay en todas partes. Y, como he constatado hasta el hartazgo, en el mundo de la crítica textual sobreabundan.

 

4) Las opiniones privadas de los teólogos, en particular los Padres y Doctores de la Iglesia.

4.1) Aunque carecen de cualquier tipo de carácter vinculante y son por lo tanto opcionales, son dignas de consideración por haber sido sus autores hombres sabios y, generalmente, de vida santa. Esto no implica, sin embargo, que estén siquiera cerca de ser decisorias.

 

5) Elementos secundarios y contextuales, siempre de una relevancia mínima y prácticamente nula. Aquí se incluyen:

         5.1) Opiniones privadas de santos en general.

5.2) Revelaciones privadas, que incluso suponiendo su auténtico origen Divino -cosa difícil o imposible de determinar incluso cuando es un verdadero místico quien las ha tenido- por la naturaleza misma del contacto con lo espiritual, tenderán siempre a contener adiciones -de mayor o menor profundidad- por parte de la mente humana, según ha determinado la Iglesia Católica (ver “Normas sobre el modo de proceder en el discernimiento de presuntas apariciones y revelaciones”, documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe originalmente dirigido a los Obispos del mundo, en la sección de “Criterios negativos”).


No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Qué son las terapias de conversión? La crítica de un católico

Este resumen no está disponible. Haz clic en este enlace para ver la entrada.