lunes, 24 de agosto de 2020

Porqué no son heréticas las doctrinas del Vaticano II sobre eclesiología y ecumenismo

Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia,
y las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella
-Mateo 16: 18


Continuando con nuestra serie El tradicionalismo contrastado, el día de hoy les presento la primera parte de la refutación de las acusaciones de errores doctrinales en los documentos del Concilio Vaticano II, punta de lanza del movimiento tradicionalista en general, y sedevacantista en particular. Lo que sigue es parte elaboración propia parte traducción de documentos disponibles en inglés, cuyas versiones originales encontrarán al final del artículo. Espero de corazón les resulte útil e iluminador:


 La nueva eclesiología del Vaticano II


Lumen Gentium, numeral 8, párrafo dos:

Esta es la única Iglesia de Cristo, que en el Símbolo confesamos como una, santa, católica y apostólica [12], y que nuestro Salvador, después de su resurrección, encomendó a Pedro para que la apacentara (cf. Jn 21,17), confiándole a él y a los demás Apóstoles su difusión y gobierno (cf. Mt 28,18 ss), y la erigió perpetuamente como columna y fundamento de la verdad (cf.1 Tm 3,15). Esta Iglesia, establecida y organizada en este mundo como una sociedad, subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él [13] si bien fuera de su estructura se encuentren muchos elementos de santidad y verdad que, como bienes propios de la Iglesia de Cristo, impelen hacia la unidad católica.

En efecto: ese "subsiste" es la raíz de todo el problema. La idea aquí se resume en que el Vaticano II no reconoce a la Iglesia Católica como la única Iglesia verdadera, y en cambio sostiene que esta es una especie de subconjunto de la Iglesia fundada por Cristo. Pero ¿Es cierta esta acusación?

Pues...lo cierto es que más allá de interpretaciones privadas del texto, la autoridad católica, encarnada en el Papa y su Magisterio ordinario (del que la Congregación para la Doctrina de la Fe es uno de sus brazos más importantes) siempre lo ha considerado como una confirmación de la continuidad de la Iglesia en la fe católica. El documento oficial al respecto nos explica que la expresión subsiste en se eligió por razón de que, de acuerdo con la enseñanza tradicional de la Iglesia, existen “numerosos elementos de santificación y de verdad” que se encuentran fuera de su estructura, pero que “como dones propiamente pertenecientes a la Iglesia de Cristo, impulsan hacia la Unidad Católica”.

Esto quiere decir que las comunidades separadas, aunque adolecen de defectos, no están privadas de significado ni de importancia en el misterio de la salvación, incluso si no son en sí la verdadera Iglesia de Cristo. En efecto: el Espíritu Santo no se ha abstenido de utilizarlas como instrumentos de salvación, cuyo valor deriva de esa plenitud de gracia y de verdad que ha sido confiada a la Iglesia Católica[1].

En otras palabras, existen elementos de verdad y de bondad en las sectas heréticas, así como en las religiones falsas, que sin validarlas (y perteneciendo del todo a la verdadera Iglesia de Cristo) las vuelven lugares de salvación, aunque en una condición muy secundaria y subordinada a la Esposa del Cordero.

El nuevo ecumenismo

La acusación aquí se resume en que el Vaticano II apunta a una falsa unidad religiosa pancristiana, que renuncia a la conversión de los no católicos, entando, de acuerdo con ellos, en contradicción con las enseñanzas de la Biblia, la Mortalium Animos del Papa Pio XI, la Humani Generis del Papa Pío XII y otros documentos. Por razones de tiempo, me limitaré a ilustrar el error interpretativo tradicionalista con respecto al primero.

Compitiendo con la Declaración sobre Libertad Religiosa como el documento más innovador en términos doctrinales del Concilio Vaticano II, está su Decreto sobre Ecumenismo, la célebre (según la perspectiva) Unitatis Redintegratio. Aquellos en los extremos tradicionalista y liberal (aunque para estos últimos puede cuestionarse la misma catolicidad) de la Iglesia, y con sentimientos enfrentados, han visto este Decreto como una desviación significativa de la Doctrina tradicional. Este último, por supuesto, enfatizó el catolicismo como única religión verdadera, a la que los cristianos separados simplemente tendrán que regresar si alguna vez se ha de restaurar la unidad.

La Mortalium Animos del Papa Pío XI sobre el fomento de la verdadera unidad religiosa expuso la posición de la Iglesia Católica con respecto al incipiente movimiento por la unidad religiosa que había ido cobrando fuerza en los círculos protestantes liberales desde fines del siglo XIX y principios del XX.

Para comparar estos dos documentos magisteriales, primero debemos recordar la distinción entre una revisión de la política, disciplina o estrategia pastoral oficial de la Iglesia y una contradicción de doctrina. El primer tipo de cambio ha tenido lugar a menudo en el curso de la historia de la Iglesia, en respuesta a circunstancias cambiantes. Y en este respeto práctico y disciplinario, una comparación entre Mortalium Animos y Unitatis Redintegratio revela un cambio de dirección innegable y muy marcado, prácticamente un cambio de sentido. Pío XI prohibió rotundamente cualquier participación católica en reuniones y actividades entre iglesias o religiones motivadas por el deseo de restaurar la unidad cristiana. El Vaticano II, por otro lado, autoriza y alienta positivamente la participación católica en tales actividades (dentro de ciertos límites, claro está).

Sin embargo, en la escala doctrinal, la respuesta corta al cargo de contradicción es que Pío XI en modo alguno condenó lo que afirma el Vaticano II. Empecemos con una pregunta: ¿Qué es exactamente lo que condenó el Papa como falsa doctrina? La respuesta se resume en la teología protestante liberal que dominó las iniciativas ecuménicas a principios del siglo XX. Más específicamente, esta teología encarna -explícita o al menos implícitamente- cuatro visiones censuradas por Su Santidad.

El primero de ellos es el enfoque de un mínimo común denominador: concibieron una unidad religiosa mundial en la que todos estarían de acuerdo en unas pocas creencias básicas mientras que estarían de acuerdo en diferir de otras. 

El Papa observa que estos liberales religiosos aparentemente esperan que todas las naciones, aunque difieran en cuestiones religiosas, puedan llegar a sin gran dificultad a un acuerdo fraterno sobre ciertos puntos de doctrina que formarán una base común de vida espiritual (Mortalium Animos, numeral dos). Esta unidad hipotética en una religión mundial incluiría ciertamente a los no cristianos de todo tipo.

El segundo error es, de acuerdo a Su Santidad, derivado del anterior: la negación del principio mismo de la verdad revelada, que requiere el asentimiento a la Palabra de Dios por su propia autoridad. Esfuerzos panreligiosos contemporáneos que operan en principio, dice el Papa, presuponen la concepción errónea de que todas las religiones son más o menos buenas y dignas de alabanza, en la medida en que todas expresan, bajo diversas formas, ese sentido innato que lleva a los hombres a Dios y al reconocimiento obediente de su gobierno. Aquellos que sostienen tal punto de vista no solo están equivocados; distorsionan la verdadera idea de religión, y así la rechazan, cayendo gradualmente en el naturalismo y el ateísmo. Por tanto, favorecer esta opinión y alentar tales empresas equivale a abandonar la religión revelada por Dios (Mortalium Animos, numeral dos).

Esta idea de que todas las religiones son sólo epxresiones humanas variables (y falibles) de un impulso o instinto religioso natural fue uno de los errores fundamentales de ese modernismo condenado recientemente por el Papa San Pío X.

Pasando de los errores en cuanto a la naturaleza misma de la fe a formas externas de organización visible, Pío XI encontró otro error relacionado. En aquellas iniciativas que limitaban la búsqueda de la verdad a quienes ya profesan la fe en Cristo (lo que la Iglesia llama hoy llama ecumenismo a diferencia del diálogo interreligioso), el Papa discernió una falsa eclesiología

La iglesia cristiana visiblemente unida con la que soñaron los ecumenistas protestantes liberales sería nada más que una federación de las diversas comunidades cristianas, aunque estas puedan tener doctrinas diferentes y mutuamente excluyentes (Mortalium Animos , numeral seis).

Por último, el Papa señaló que tal eclesiología a su vez implica la idea relacionada de que la unidad por la que Cristo oró simplemente expresaba un deseo o una oración que hasta ahora no ha sido concedida. Porque ellos [los ecumenistas contemporáneos] sostienen que la unidad de fe y gobierno que es una nota de la única verdadera Iglesia de Cristo hasta el presente casi nunca ha existido y no existe hoy[...] debe ser considerado como un mero ideal (Mortalium Animos, numeral siete).

Antes de mirar a Unitatis Redintegratio a la luz de estas ideas condenadas, podemos considerar otra queja común. Los críticos tradicionalistas a menudo afirman que este Decreto deja peligrosamente indefinido el concepto del ecumenismo, una afirmación que según Brian Harrison procede de una traducción errónea en la edición común de Flannery de estos documentos, en que el Concilio simplemente indica lo que implica el movimiento ecuménico.

Una traducción más fiel del comienzo del segundo párrafo de Unitatis Redintegratio numeral cuatro, resaltando su carácter de definición, sería la siguiente:

 “Se entiende que el término 'movimiento ecuménico' significa (Per 'motum oecumenicum' intelleguntur) aquellas actividades e iniciativas que se animen y organicen, según las diversas necesidades de la Iglesia y cuando se presenten las ocasiones adecuadas, para promover la unidad de los cristianos.

 El Concilio luego hace esta definición más precisa al establecer los tipos de actividades e iniciativas que tiene en mente: primero, evitar toda tergiversación de las creencias y prácticas de los cristianos separados; segundo, el diálogo entre académicos de diferentes denominaciones con el propósito de un mejor entendimiento mutuo; tercero, una colaboración más amplia en el cumplimiento de los deberes hacia el bien común reconocidos por “toda conciencia cristiana”; cuarto, reunión de oración común, cuando esté permitido; y quinto, renovar y reformar la Iglesia misma en fidelidad a la voluntad de Cristo.

Ahora sí, podemos pasar a considerar Unitatis Redintegratio a la luz de los cuatro errores doctrinales antes mencionados por el Papa.

Primero ¿Adopta el Vaticano II un enfoque de mínimo común denominador para equilibrar la unidad y la verdad? En absoluto. Unitatis Redintegratio, numeral tres: 

Porque es solo a través de la Iglesia Católica de Cristo [...] que se pueda obtener la plenitud de los medios de salvación. Fue sólo para el Colegio apostólico, del cual Pedro es la cabeza [...] que creemos que el Señor encomendó todos los beneficios de la Nueva Alianza para establecer en la tierra el único Cuerpo de Cristo, al que deben incorporarse plenamente todos aquellos que ya de alguna manera pertenecen al pueblo de Dios (Unitatis Redintegratio, numeral tres).

En otras palabras, se afirma que si bien los hermanos separados tienen muchos elementos de verdad, la voluntad de Dios es que todos lleguen a esa plenitud que sólo se encuentra en el catolicismo.

El Decreto también recuerda que si bien existe una jerarquía de verdades católicas, en la medida en que estas varían en su relación con el fundamento de la fe cristiana, esto no significa que las creencias católicas menos fundamentales, las que no son compartidas por los protestantes u ortodoxos, son negociables. Justo al contrario: 

Por supuesto, es esencial que la doctrina [católica] sea presentada en su totalidad. Nada es tan ajeno al espíritu del ecumenismo como un falso irenismo que atenta contra la pureza de la doctrina católica y oscurece su sentido genuino y cierto (Unitatis Redintegratio, numeral once).

Segundo: ¿Implica Unitatis Redintegratio una reducción gradual al naturalismo a expensas de la Revelación, al abandono de toda verdad revelada? No, puesto que nunca acepta la premisa que afirmó el Papa conduce a la idea modernista de que las diferentes religiones simplemente dan expresión, de variadas formas, a ese sentido innato que lleva a los hombres a Dios.

La enseñanza conciliar, en contraste con este relato naturalista de la religión, enfatiza las realidades sobrenaturales de la Revelación y la fe. Unitatis Redintegratio afirma que la Iglesia Católica ha sido dotada de toda la verdad divinamente revelada y de todos los medios de gracia” (Unitatis Redintegratio numerales tres y cuatro). Además, “Cristo confió al Colegio de los Doce la tarea de enseñar, gobernar y santificar[...] Y después de la confesión de fe de Pedro, decidió que sobre él edificaría su Iglesia. . . [y] le encomendó todas sus ovejas para que fuera confirmado en la fe(Unitatis Redintegratio numeral dos). 

Los Padres que promulgaron la Unitatis Redintegratio fueron, por supuesto, también los que un año después promulgaron la Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación, que sirve como clave interpretativa de otros documentos conciliares que tocan este tema.

En tercer luar, hemos de preguntarnos: ¿Unitatis Redintegratio visualiza una "iglesia" unida del futuro como una federación de denominaciones cristianas que acuerdan diferir en algunos asuntos doctrinales? En ningún sitio dice algo semejante. El Vaticano II presenta la unidad queridfa por Dios como aquella en que todos son católicos.

El texto continúa:

La Iglesia, entonces, único rebaño de Dios , como un estandarte elevado para que las naciones lo vean, ministra el evangelio de la paz a toda la humanidad, mientras hace su camino de peregrinaje en la esperanza hacia su meta, la patria celestial. Este es el misterio sagrado de la unidad de la Iglesia , en Cristo y por Cristo, con el Espíritu Santo dinamizando sus diversas funciones (Unitatis Redintegratio, numeral dos)

Por último, debe quedar claro que que el Decreto sobre el Ecumenismo no enseña la cuarta herejía censurada por Pío XI en Mortalium Animos, a saber, la idea de que la unidad de la Iglesia es un mero ideal futuro que los cristianos separados deben alcanzar. Por supuesto, debemos distinguir aquí de un modo cuidadoso entre la unidad de la Iglesia como tal y la unidad entre los cristianos.  Obviamente, si entendemos que la palabra cristiano abarca a todos los que profesan la fe en Cristo, esta última unidad aún no existe, y jamás lo hizo. Pero tales divisiones no implican que la Iglesia misma esté desunida, en el sentido de estar dividida en diferentes denominaciones que sostienen diferentes doctrinas. Nuestro artículo de credo de una creencia en la Iglesia que es Una, Santa Católica y Apostólica descarta esto. Y también Unitatis Redintegratio cuanddo expresa la esperanza de que, como resultado del ecumenismo, poco a poco, a medida que se superen los obstáculos a la perfecta comunión eclesiástica, todos los cristianos se irán reuniendo, en una celebración común de la Eucaristía, en la unidad de la única Iglesia , que Cristo otorgó a su Iglesia desde el principio. Esta unidad, creemos, existe completamente (lat. Subsistit ) en la Iglesia Católica como algo que ella nunca puede perder , y que esperamos que continúe aumentando hasta el fin de los tiempos (Unitatis Redintegratio, numeral cuatro). 

Si, en las décadas posteriores al Vaticano II, el ecumenismo como lo expone Unitatis Redintegratio siempre ha sido fielmente implementado -incluso por el propio liderazgo eclesial- es otro tema. Otro es si los resultados logrados después de aproximadamente medio siglo reivindican, con el beneficio de la retrospectiva, la prudencia de los cambios disciplinarios del Decreto. Sin embargo, creo que con esto debe bastar para ilustrar el caso[2].

Bibliografía

1.Congregación para la Doctrina de la Fe. "RESPUESTAS A ALGUNAS PREGUNTAS SOBRE CIERTOS ASPECTOS DE LA DOCTRINA SOBRE LA IGLESIA". Ver informe completo en: https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20070629_responsa-quaestiones_en.html

2.Harrison, Brian. "Is Ecumenism a Heresy?" Ver nforme completo en: https://www.catholic.com/magazine/print-edition/is-ecumenism-a-heresy


viernes, 14 de agosto de 2020

¿Fue el Concilio Vaticano II "sólo" pastoral? ¡No!




Dando el bautismo de fuego a este blog, e iniciando así la serie sobre el equivalente del siglo XX a los veterocatólicos, tengo el honor de presentarles la que será la primera parte de la serie El tradicionalismo contrastado. Antes que nada, unas aclaraciones.
Primero que nada, no, no soy un modernista. Es necesario aclararlo puesto que quien se mueva en el ámbito católico se habrá cruzado más de una vez con esos especímenes que, escudándose en el espíritu del Concilio, dan lugar a toda suerte de desviaciones e incluso herejías, a quienes repudio tanto o más que al más obstinado y radical de los lefebvrianos.
Segundo, este artículo es más que nada una recopilación de información disponible en la red en inglés, que en este triste hemisferio, como suele ser, rara vez llega, dándole el monopolio del debate a, entre otros, los conspiranoicos que afirman que San Pablo VI fue reemplazado por un doble. Estoy por tanto, consciente de mi falta de originalidad en materia de estilo y temática, lo cual no es un problema por el sencillo motivo de que no es mi objetivo jactarme de ellas. 
Dicho esto, podemos dar inicio a la función.



El Concilio Vaticano II

Podrás opinar lo que quieras de sus resultados, pero nadie puede cuestionar que el Concilio Vaticano II fue un momento clave en la historia reciente de la Iglesia, cuyos efectos últimos están aún por verse. 
El Concilio Vaticano II fue un Concilio ecuménico anunciado por el Papa Juan XXIII el 25 de Enero de 1959, como un medio de renovación espiritual para la Iglesia. 
Las comisiones preparatorias nombradas por el Papa prepararon una agenda y produjeron borradores de decretos sobre varias temáticas, y que abrió el 11 de Octubre de 1962.
Los convocados al Concilio incluyeron a todos los obispos católicos y ciertos otros dignatarios de la Iglesia.
Invitados a las sesiones del Concilio, pero sin derecho a voto, hubo observadores de las principales comunidades cristianas separadas de Roma.
El trabajo de las comisiones preparatorias había sido realizado por miembros de la Curia (para los no católicos, la burocracia papal), mas una vez que se abrió el consejo, los padres conciliares de diversas partes del mundo fueron agregados a las comisiones. Los decretos revisados que surgieron de tales discusiones tendieron a tener un punto de vista más progresivo. El trabajo del consejo continuó bajo el sucesor de Juan XXIII, Su Santidad Pablo VI, y las sesiones se convocaban cada otoño hasta que el trabajo del Concilio se completó el 8 de Diciembre de 1965. Dieciséis documentos fueron promulgados.
La Constitución Dogmática sobre la Iglesia, la famosa Lumen Gentium, refleja el intento de los padres conciliares de utilizar términos bíblicos en lugar de categorías jurídicas para describir a la Iglesia. El tratamiento de la estructura jerárquica eclesial contrarresta de algún modo con el énfasis monárquico del Concilio Vaticano I. Enseña sobre el papado dando peso al papel de los obispos. La enseñanza de la constitución sobre la naturaleza de los laicos (aquellos que no están en un orden sagrado) tenía la intención de proporcionar la base para el llamado de los laicos a la santidad, y compartir la vocación misionera de la Iglesia. Al describirla como pueblo de Dios, un pueblo peregrino, los padres proporcionaron la justificación teológica para el cambio de la postura defensiva e inflexible que había caracterizado gran parte de la práctica católica desde la Reforma Protestante.
La Constitución Dogmática sobre la Revelación Divina (o Dei Verbum) intenta relacionar el papel de la Escritura y la Tradición con su origen común en la Palabra Dios, que se ha comprometido con la Iglesia. El documento afirma el valor de la Biblia para la salvación, mientras mantiene una actitud abierta hacia su estudio académico.
La Constitución sobre la Sagrada Liturgia (Sacrosantum Concilium) establece el principio de una mayor participación de los laicos en la celebración de la Misa y la administración de los Sacramentos.
La Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo de Hoy (Gaudium et Spes) reconoce los profundos cambios que la humanidad está experimentando e intenta relacionar el concepto de la Iglesia en cuanto a sí y la Revelación con las necesidades y valores de la civilización contemporánea.
El Concilio también promulgó decretos (documentos sobre cuestiones prácticas) en cuanto a los deberes pastorales, el ecumenismo, las Iglesias del rito oriental, el ministerio y la vida sacerdotal, el apostolado de los laicos, etcétera.
Además, se produjeron declaraciones sobre cuestiones como la libertad religiosa (Dignitatis Humanae), la actitud de la Iglesia hacia las religiones no cristianas (Nostra Aetate)  y la educación cristiana (Gravissimum Educationis)[1].
Es en este contexto que surge el tradicionalismo católico.
El tradicionalismo católico se define como un movimiento internacional para preservar los patrones religiosos, ideológicos, organizativos y culturales anteriores al Concilio.
Surgió de manera difusa y segmentada, cosa que se observa hasta la fecha.
El movimiento fue inicialmente parte del descontento católico conservador con las iniciativas de reforma. 
Sus características ideológicas distintivas incluyen una tendencia a la lectura literal y ahistórica de los documentos de la Iglesia anteriores al Vaticano II (particularmente los del Concilio de Trento, el Vaticano I y encíclicas antimodernas papales) y una fuerte orientación conspirativa, a menudo embebida de imágenes apocalípticas.
El elemento más extremo del movimiento, los sedevacantistas, afirman que el Vaticano II fue un falso concilio, que los papas recientes son herejes depuestos y excomulgados y que el Novus Ordo Missae (la Misa en lenguas vernáculas) es un rito intrínsecamente inválido.
Los elementos más moderados, por su parte, aceptan la autoridad del Magisterio afirmando que el Papa y los obispos han errado el juicio. Estos tradicionalistas también han centrado su atención en supuestas contradicciones entre la doctrinal de la Iglesia pre y post Vaticano II. 
Como podrán imaginar, los tradicionalistas han desafiado abiertamente a la jerarquía de la Iglesia al establecer capillas ilícitas y centros de Misa en una campaña para salvar su forma tridentina latina.
La primera organización tradicionalista, el Movimiento Católico Tradicionalista, Inc., se lanzó públicamente en los Estados Unidos en Marzo de 1965, cuando el Reverendo Gommar de Pauw, profesor de teología y derecho canónico en el Seminario Mount St. Mary's en Emmitsburg, Maryland, emitió el Manifiesto Católico Tradicionalista, contra el Vaticano II protestante de la fe católica romana.
A principios de la década de 1970, otras organizaciones tradicionalistas se habían formado bajo varios nombres en ese país. Los más conocidos son el Movimiento Ortodoxo Católico Romano, los Católicos Tradicionales de América, los Católicos Romanos de América, la Asociación de San Pío V, y en Europa la ya mencionada Fraternidad Sacerdotal de San Pío X.
Estos grupos establecieron una red mundial de publicaciones tradicionalistas, escuelas, capillas y centros de Misa que promueven la teología y práctica litúrgica y sacramental previa al Concilio.
Sin ninguna duda, la figura más visible en el movimiento tradicionalista es el archiconocido Marcel Lefebvre. Tras el Concilio Vaticano II, el ex arzobispo de Dakar (Senegal) y de Tulle (Francia), se alió con estas fuerzas.
En 1968, renunció como jefe de los Padres del Espíritu Santo en una disputa sobre la reforma del orden de acuerdo con las directivas del Vaticano II. Lefebvre se mudó a Roma para retirarse, pero por su propia cuenta fue buscado por hombres jóvenes que deseaban dirección en la formación sacerdotal.
En Octubre de 1970 Lefebvre abrió un seminario en Econe, Suiza. Al mes siguiente, el obispo de Friburgo estableció canónicamente la Fraternit é Sacerdotale de Saint Pie X.
Tras una investigación canónica de su seminario en 1974, el arzobispo francés emitió una Declaración mordaz repudiando las tendencias neomodernistas y neoprotestantes manifestadas en los Documentos del Vaticano II. Durante los siguientes meses se llevó a cabo una serie de reuniones, negociaciones, y un intercambio de cartas entre Lefebvre y el Vaticano. En Junio de 1975, el Papa San Pablo VI eliminó la aprobación canónica de la FSSPX y todos sus establecimientos. En Julio de 1976, tras el desafío público de una directiva explícita del Vaticano que prohibía nuevas ordenaciones. Lefebvre fue privado de la autoridad canónica para ejercer sus poderes sacerdotales.
Las negociaciones posteriores no lograron resolver el conflicto entre el arzobispo francés y Roma. La fraternidad sacerdotal de Lefebvre actualmente opera una red internacional de seminarios, capillas, escuelas y fundaciones religiosas, y sigue siendo la fundación insignia de la causa tradicionalista.
El número de seminaristas aumentó de un puñado en 1970 a más de 350 sacerdotes ordenados a mediados de la década de 1990.
En 1987, a los 82 años, el arzobispo Lefebvre dio a conocer su intención de perpetuar el movimiento consagrando sucesores episcopales. Para evitar el cisma, el Vaticano hizo varios intentos de acercamiento, pero todos fracasaron. Finalmente, el 30 de Junio de 1988 Lefebvre ordenó a cuatro obispos, todos miembros de la FSSPX. Como procedió desafiando las directivas papales, Lefebvre y sus cuatro obispos incurrieron automáticamente en la excomunión[2].

Acusaciones tradicionalistas contra el Vaticano II

Una razón sencilla por la que un tradicionalista honesto está siempre en riesgo de caer en el sedevacantismo es que sencillamente no hay forma de afirmar con sinceridad y conocimiento que el Concilio Vaticano II no tiene peso doctrinal. Porque sí, esa es la afirmación clave de los tradicionalistas intermedios (aquellos que, sin rechazar la autoridad papal, no están en plena comunión con la Santa Sede).
Quien esté interesado en el tema, con frecuencia habrá visto comentarios que afirman que la autoridad del Concilio es problemática porque el Papa Pablo VI dijo que no promulgaba ninguna definición dogmática. 

Hay quienes preguntan qué autoridad, qué calificación teológica el Consejo pretendía dar a sus enseñanzas, sabiendo que evitaba emitir definiciones dogmáticas solemnes que involucraran la infalibilidad del Magisterio eclesiástico. Quien recuerda la declaración conciliar del 6 de marzo de 1964, repetida el 16 de noviembre de 1964, conoce la respuesta: dado el carácter pastoral del Consejo, evitó pronunciar, de manera extraordinaria, dogmas dotados de la nota de infalibilidad.
-San Pablo VI en  audiencia general, 12 de Enero de 1966. 

Lo primero que hay que tener en cuenta sobre esta afirmación es que no fue en sí misma un ejercicio del Magisterio. Se dijo en una audiencia general, que de ninguna manera puede interpretarse como que tiene la intención de enseñar en virtud de la autoridad apostólica del Papa a toda la Iglesia en materia de fe y moral. Un manejo teológico preciso de esta cita, por lo tanto, exige que no se le de un peso decisivo.
Por ejemplo, no reemplazaría de ninguna manera una declaración clara de un consejo ecuménico de lo contrario. No obstante, lo analizaremos como si fuese una declaración magistral, de modo que podamos entender lo que requeriría de nosotros si así fuera.
La segunda cosa a tener en cuenta es que, por la naturaleza misma de las cosas, tanto un concilio ecuménico como el Papa mismo están protegidos del error cuando tienen la clara intención de enseñar en virtud de su autoridad apostólica a toda la Iglesia en materia de fe o moral.
Esta libertad de error puede describirse de dos maneras. Cuando la enseñanza se identifica formal y precisamente como un ejercicio del Magisterio para resolver algún asunto, se considera un acto del Magisterio extraordinario y cumple con la definición de infalibilidad dada en el Vaticano I. Cuando la enseñanza se imparte de una manera menos formal y de manera más instructiva, se considera un acto de Magisterio ordinario, y su libertad de error está garantizada por el hecho de que cada católico está obligado a aceptar tales enseñanzas. De hecho, la razón completa de tal protección por el Espíritu Santo es que no se puede permitir que este obligue a toda la Iglesia al error, lo que anularía la promesa de Cristo de estar con ella.
La tercera, por su parte, es que incluso si se analiza estrictamente como debe ser siempre una declaración magisterial, no dice lo que muchos creen que dice. Lo que dice no es que haya una posibilidad de error en sus decretos (en la enseñanza de fe y moral) sino que el Consejo, debido a su propósito particular, no propuso ningún dogma a través del ejercicio extraordinario de su Magisterio. 
En otros sitios, el Papa enfatizó en más de una ocasión que no se debe entender que el Concilio haya enseñado nada contrario a lo que la Iglesia había enseñado en el pasado, y que todo lo que enseñó debe ser interpretado de manera consistente con la enseñanza anterior. Aquí nuevamente, algunos han argumentado que esto significa que somos libres de rechazar cualquier cosa del Concilio que nos parezca diferente. Pero todo esto significa que es lo mismo que ocurre con cualquier ejercicio magisterial, que el Magisterio siempre debe entenderse de tal manera que tanto las formulaciones más antiguas como las más nuevas se consideren verdaderas. 
Ahora, para finalmente poner en perspectiva nuestra cita de la audiencia general primero hemos de tener en cuenta la siguiente oración: 

Pero [el Consejo] ha invertido sus enseñanzas con la autoridad del magisterio ordinario supremo, qué magisterio ordinario es tan obviamente auténtico que debe ser aceptado con docilidad y sinceridad por todos los fieles, de acuerdo con la mente del Consejo, tal como se expresa en la naturaleza y los objetivos de los documentos individuales

¿A que la cosa cambia, no? 
En segundo lugar, debemos considerar todas las otras declaraciones que hizo el Papa sobre este mismo tema. Dos de estos son magisteriales, incluidos en los actos del propio Concilio. Cada documento termina con esta declaración: 

Todas y cada una de las cosas establecidas en este [aquí se nombra el tipo de documento] han obtenido el consentimiento de los padres. También nosotros, por la Autoridad Apostólica que nos confió Cristo, nos unimos a los venerables Padres para aprobar, decretar y establecer estas cosas en el Espíritu Santo, y ordenamos que lo que se ha promulgado en el Sínodo se publique para la gloria de Dios ... I , Pablo, obispo de la Iglesia católica.
 
Además, todo el cuerpo del trabajo del Concilio fue promulgado por Pablo VI de la siguiente manera el 8 de Diciembre de 1965:

Decidimos además que todo lo que se ha establecido sinodalmente debe ser observado religiosamente por todos los fieles, para la gloria de Dios y la dignidad de la Iglesia ... hemos aprobado y establecido estas cosas, decretando que las cartas actuales son y permanecen estables y válidos, y deben tener efectividad legal, para que se difundan y obtengan un efecto completo ...


 En conjunto, estas dos declaraciones hacen que el Concilio Vaticano II sea ecuménico, aprobado y promulgado por el sucesor de San Pedro y por lo tanto un ejercicio magisterial de la mayor importancia.
Entre las declaraciones no magisteriales que apoyan esta idea, podemos citar la siguiente declaración, extraída de la misma audiencia general de la que hemos hablado:

La herencia del Consejo está constituida por los documentos que se promulgaron en varios momentos concluyentes en las discusiones y deliberaciones; estos documentos son de diversa naturaleza; algunas son Constituciones (cuatro), algunos Decretos (nueve) y algunas Declaraciones (tres); pero todos juntos forman un cuerpo de doctrina y de ley que debería dar a la Iglesia esa renovación para la cual se puso en marcha el Concilio. Captar, estudiar, aplicar estos documentos es el deber y la tarea feliz del período postconciliar.

Unos diez años después, en una alocución al consistorio secreto de cardenales el 24 de Mayo de 1976 el Papa Pablo VI abordó específicamente la desobediencia de Lefebvre y sus seguidores respecto al Concilio Vaticano II. Sin ser magisteriales, estas declaraciones hablan por sí solas: 

Hay quienes, con el pretexto de una mayor fidelidad a la Iglesia y al Magisterio, rechazan sistemáticamente las enseñanzas del propio Concilio, su aplicación y las reformas que se derivan de él, su aplicación gradual por parte de la Sede Apostólica y las Conferencias Episcopales, bajo nuestra autoridad, querido por Cristo.

De hecho, se quejó también de que se considerara al Vaticano II como no vinculante:

Incluso se afirma que el Concilio Vaticano II no es vinculante; que la fe estaría en peligro también debido a las reformas y directrices post-conciliares, que es un deber de desobedecer para preservar ciertas tradiciones. Que tradiciones ¿Pertenece a este grupo, y no al Papa, ni al Colegio Episcopal, ni a un Consejo Ecuménico, establecer cuál de las innumerables tradiciones debe considerarse como la norma de la fe[3]?

Alguno podrá decirme que sobreestimo el valor del Magisterio ordinario como fuente de doctrina a obedecer. Pues nada más lejos de la realidad, y como prueba les anexo un excelente artículo de Dave Amstrong[4]. La opinión de que un eclesiástico puede ser legítimamente corregido, e incluso acusado, por súbditos y laicos está condenada como mínimo desde el Papa Gregorio XI. Alguien podría apelar al caso de Honorio o Juan XXII para contrariarme, pero la anatemización del primero nunca recibió sanció por parte del Papa de aquél momento[5], y el segundo dijo sus opiniones a título personal, sin enseñarla en documentos oficiales. Esto por no mencionar que, en realidad, el dogma de la visión beatífica no estaba claramente definido en aquél tiempo[6].
Sabiendo esto, podrá usted entender porqué estos señores concluyen que, si el Vaticano II contiene errores, eso prueba que no se trata de un auténtico Concilio, y que por extensión quienes lo convocaron y participaron de él son antipapas y antiobispos.
Pero...¿Son ciertas tales acusaciones? 
En futuros artículos, las evaluaremos una por una a fin de comprobarlo.

Bibliografía

1.Enciclopaedia Britannica. "Concilio Vaticano II". Ver informe completo en: https://www.britannica.com/event/Second-Vatican-Council

2.Encyclopaedia.com. "Catholic traditionalism". Ver informe completo en: https://www.encyclopedia.com/religion/encyclopedias-almanacs-transcripts-and-maps/catholic-traditionalism

3.Mirus, Jeffrey. "Pope Paul VI on Vatican II". Ver informe completo en: https://www.catholicculture.org/commentary/pope-paul-vi-on-vatican-ii/

4.Armstrong, Dave. "Pope Francis Accusers Reject Magisterial Teaching on Popes". Ver informe completo en: https://www.patheos.com/blogs/davearmstrong/2020/07/pope-francis-accusers-reject-magisterial-teaching-on-popes.html

5.Armstrong, Dave. "Did Pope Honorius I Teach The Monothelite Heresy?" Ver informe completo en: https://www.patheos.com/blogs/scottericalt/pope-honorius-teach-heresy/

6."Papa Juan XXII". Ver informe completo en: https://es.qwe.wiki/wiki/Pope_John_XXII#Beatific_vision_controversy

martes, 11 de agosto de 2020

¿Existió Jesús? Un estudio sobre la historicidad de la Resurrección (y la verdadera religión)





Con alrededor de dos mil millones de fieles, distribuidos en miles de denominaciones, el cristianismo es la religión más extendida del mundo. Por todos es conocida su historia y orígenes, así como la mayoría de sus dogmas centrales. Pero...¿Es esta religión la verdadera? ¿Y de ser así, cuál de todas sus denominaciones conserva la fe legada a los Apóstoles? El objetivo de este blog es ofrecer al lector la respuesta. 
Mi nombre prefiero reservármelo, pero solía ser un gran defensor del ateísmo como forma de concebir la realidad. Es por ello que, tras un largo proceso de conversión que me tomó años y el estudio de las tres religiones abrahámicas (y que se detalla en las conclusiones), he querido iniciar este humilde proyecto de defensa de la fe católica.
Espero en verdad lo que sigue resulte iluminador para el lector tanto como lo fue para mí.
Este texto es de carácter principalmente recopilatorio. Las fuentes utilizadas estarán abajo tras las conclusiones.
Introducción


Antes de definir el porqué escogí a la Iglesia Católica, debemos retroceder un poco más: ¿Por qué el cristianismo? Y esta pregunta a su vez requiere un tercer paso hacia atrás: ¿Hay alguna razón para creer que el evento fundacional de esta religión, a saber, la Resurrección, sucedió en verdad?
Advierto desde ya que si quiere una demostración que le deje tan claro como que el cielo es azul que el Señor se levantó de la tumba, no la va a tener. Mis argumentos van a ser puramente probabilísticos, aunque no por ello deben descartarse automáticamente como carentes de peso. Dicho esto, comencemos.
La primera interrogante que uno puede razonablemente hacer con respecto a este tema es si realmente podemos estar seguros de la existencia de un tal Jesús de Nazaret. No voy a recurrir al clásico ad verecundiam relacionado al hecho de que la mayoría de los historiadores así lo creen, sino que, más bien, voy a realizar un breve análisis de lo que sabemos con respecto al Jesús histórico, para proceder de ahí con algunas deducciones. Para esto, me basaré en la serie de artículos sobre la teoría del Jesús mítico del activista ateo Tim O'Neill, una de las figuras que más me han sorprendido en su conocimiento de la materia[1].

La teoría del Jesús mítico

Empecemos preguntándonos (sí, ya sé que soy redundante): ¿Por qué los historiadores rechazan la idea de Jesús como una mera invención histórica? Para responder a esto, primero hay que conocer las distintas versiones de este proceso de invención, así como sus respectivas debilidades.

Hipótesis número I: Jesús es una amalgama de mitos paganos reunidos en una figura mítica de un dios-hombre y salvador de una especie muy común en su época.
Esta explicación procede originalmente de la escritora New Age autodenominada Archarya S, famosa en parte por haber sido citada en el pseudodocumental Zeitgeist, brillantemente desmontado por Chemazdamundi y Natsufan hace ya más años de los que llevo en Internet[2]. En su obra de 1999 The Christ Conspiracy: The Greatest Story Ever Sold, trabajó a partir de las afirmaciones teosofistas de fines del siglo XIX y principios del XX la noción de un paralelismo entre las historias de Jesús y los mitos paganos (no sin exagerar, huelga decir), realizando el clásico salto lógico de la Nueva Era de similitud a paralelo, y de ahí a conexión y causalidad.
Esto es particularmente improbable debido a la gran cantidad de evidencia de que los primeros seguidores de la secta de Jesús eran judíos devotos, un grupo para el que la idea de adoptar algo pagano hubiera sido totalmente inaceptable y blasfema. Estamos hablando de gente que se cortaba el pelo porque el pelo demasiado largo estaba asociado al paganismo, y que por las mismas razones rechazaban la gimnasia y los teatros.
Y es que, aunque sabemos que la Iglesia primitiva pasó por un período tumultoso tratando de acoger a los no judíos, hay un trecho importante entre eso y afirmar que estas personas adoptaron los mitos de Horus o Dionisio para fusionarlos en la historia de un Mesías que nunca existió, para luego olvidar unas pocas décadas después que nunca existió. Absurdo, ni más ni menos.

Hipótesis número II: Jesús era un ser celestial que  existía en un reino debajo de la Luna y no fue considerado un ser terrenal hasta más tarde.

Esta hipótesis fue presentada por un autor mítico autoeditado de nombre Earl Doherty, primero
en The Jesus Puzzle y luego en Jesús: Ni Dios ni Hombre. La tesis de Doherty tiene más de un defecto. En primer lugar, afirma que este Jesús  mítico/celestial se basó en una visión platónica media del cosmos, que sostenía que había un reino sublunar carnal en los cielos donde los dioses vivían y ejecutaban sus mitos, el lugar en  que Mitra mató al toro cósmico, donde Attis vivió y donde Jesús fue crucificado y resucitó. El problema es que Doherty hace realmente poco para respaldar esa afirmación. Y aunque los lectores no especializados puedan no darse cuenta de esto por la forma en que presenta esta idea, no es algo aceptado por los historiadores del pensamiento antiguo, sino una hipótesis enteramente suya. Hace que parezca que la idea es común entre especialistas en filosofía platónica sin explicar que es algo que él ha inventado.
Al respecto, el erudito bíblico también ateo Jeffrey Gibson ha concluido que la posibilidad de su hipótesis depende de no tener un buen conocimiento de la filosofía antigua, específicamente del platonismo medio. De hecho, se vuelve cada vez menos plausible cuanto más se sabe de la filosofía antigua y, especialmente, del platonismo medio.
En segundo lugar, la hipótesis Doherty requiere que los primeros escritos cristianos sobre Jesús, las epístolas paulinas, hablen sobre este Cristo celestial y no uno histórico. Sin embargo, es innegable para quien quiera verlo que estas contienen más de una referencia a un Jesús terrenal que no encaja en absoluto con la misma. Doherty ha dedicado una gran cantidad de palabras en sus dos libros a explicar las formas en que se pueden leer estas referencias para que su tesis tenga sentido, pero estas son, en el mejor de los casos, fantasiosas.
Finalmente, las explicaciones de Doherty sobre cómo esta secta del Jesús celeste dio lugar a la del Jesús terrenal y desapareció rápidamente sin dejar rastro es difícil de creer. A pesar de ser la forma original del cristianismo y sobrevivir según él hasta bien entrado el siglo II, esta secta no ha dejado ningún rastro y no se la soñó hasta que llegó él y dedujo que debió existir. Esto es casi imposible sencillamente porque el cristianismo primitivo era una fe diversa, pendenciera y con una gran cantidad de sectas y herejías, todas discutiendo y luchando por la supremacía, y si sabemos de la mayoría de esas herejías es por los escritos ortodoxos que los atacan y refutan sus afirmaciones y doctrinas. Doherty espera que creamos que, a pesar de toda esta literatura que condena y refuta a los herejes, no hay nadie que se moleste en mencionar este cristianismo original que menciona que Jesús nunca estuvo en la Tierra.
Doherty es mucho más popular entre los ateos que las imaginaciones de Archarya S, pero no tuvo ningún impacto en la esfera académica, lo cual es obviamente producto de una conspiración académica.

Hipótesis número III: Jesús comenzó como una figura alegórica y simbólica del Mesías que se historizó en una persona real.

Como en las ocasiones anteriores, el responsable de esta idea es un autor autoeditado de nombre R.G. Price, en su obra Jesús: un mito muy judío. A diferencia de Archarya S y Doherty, Price al menos tiene en cuenta el hecho de que las historias de Jesús y los primeros miembros de su secta son enteramente judía, por lo que las fantasías de mitos egipcios o filosofía griega platónica no van a funcionar como punto de origen para ellas. Según esta versión, Jesús fue una idealización de como sería el Mesías que se convirtió en una figura histórica por error y malentendido. En este caso, se puede criticar lo mismo que a Doherty: ¿Por qué no hay restos de debates o condenas de aquellos que creyeron la versión anterior? ¿Por qué ninguno de los enemigos del cristianismo usa esto como argumento en contra de esta naciente fe? ¿Es creíble que todos lo olvidaran?
Más revelador es el hecho de que, si Jesús surgió de ideas y expectativas del Mesías, él mismo  no se ajuste mejor a estas expectativas. A pesar de las afirmaciones cristianas de lo contrario, los primeros cristianos tuvieron que trabajar muy duro para convencer a otros judíos de que Jesús era el Mesías, sencillamente porque no cumplía con estas expectativas. Lo más importante, no había absolutamente  ninguna expectación mesiánica que hablara de un Mesías ejecutado y luego resucitado de entre los muertos. Esto aparece primero con el cristianismo y carece de precedentes judíos. Lejos de evolucionar a partir de las profecías mesiánicas y las Escrituras, los primeros cristianos debieron luchar para encontrar alguna profecía de este evento.
Que el centro y clímax de la historia de Jesús se basara en una ejecución, hablando con franqueza, vergonzosa, no tenía sentido si surgió de las expectativas hebreas sobre el Mesías, ya que no contenían nada al respecto, con lo que este clímax sólo tiene sentido si realmente sucedió.

Hipótesis número IV: Jesús no era un predicador judío, sino una amalgama de personas combinadas en una única figura. 

Esta es la menos popular de las hipótesis del Jesús mítico, pero el teórico aficionado Francesco Carotta, el programador informático Joseph Atwill y el contador Daniel Unterbrink la apoyan. Carotta afirma que Jesús era en realidad Julio César, impuesto a la tradición judía como parte del culto al emperador. Atwill afirma que Jesús fue inventado por el emperador Tito e impuesto igualmente. Tampoco hacen un buen trabajo para corroborar estas afirmaciones o para explicar porqué los romanos, ya en el 64 después de Cristo (quince años antes del imperio de Tito) ya adoraban al Crucificado. por obvias razones, ningún erudito los toma en serio.
Ningún erudito argumenta tampoco que Jesús fue una amalgama de figuras históricas diversas, esto porque sencillamente no  hay evidencia de que indique esto, y nadie ha discutido esto seriamente, excepto quizá gente que no quiere aceptar la idea de que Jesucristo se basa en una figura real.


Evidencia del Jesús histórico

Está bien, ya vimos que las hipótesis de Jesús como una mera invención ahistórica carece de fundamentos, pero...¿Hay alguna razón en positivo para considerar su historicidad? Muchos cristianos creen en su existencia por razón de fe, pero ¿Por qué incluso los eruditos no cristianos también lo hacen?
Esencialmente, es por ser la explicación más adecuada para la evidencia que tenemos. El cristianismo primitivo en todas sus formas y los críticos del mismo coinciden en nada acerca de Jesús, excepto por una cosa: que existió.
Si realmente hubo una forma original del cristianismo que no creía en esto, no tiene sentido que no haya rastro de la misma. Tal idea sería una bendición, por ejemplo, para el gnosticismo, que lo veía como un emisario del mundo espiritual enviado a enseñarnos cómo escapar del universo material.
Sin embargo, ni siquiera ellos enseñaron un Jesús así: siempre lo representan como un maestro del primer siglo, pero argumentan que era espíritu puro, que no tenía más que un cuerpo aparente. Esto es así sencillamente porque él había existido como persona histórica, y no había una tradición anterior a la que recurrir.
Del mismo modo, el recuerdo de un cristianismo original que no creía en un Cristo físico hubiera sido el mejor argumento para los críticos judíos y paganos del cristianismo. Es que literalmente el cristianismo no hubiera podido sobrevivir en ese contexto.
Los miticistas afirman que esta primera versión de la cristiandad sobrevivió hasta bien entrado el segundo o tercer siglo. Tenemos respuestas cristianas ortodoxas a las críticas de judíos y paganos de este período, pero ninguna de estas obras proporciona tan siquiera una pista  de que alguien haya insinuado su inexistencia. 
Si toda una rama del cristianismo afirmara eso, no hay forma de que pasara desapercibida para sus críticos. 
La principal razón por la que eruditos no cristianos aceptan que hubo un predicador judío posiblemente llamado Jesús, es que las historias sobre él (particularmente en los Evangelios) solo tienen sentido si efectivamente fueron sobre un predicador de ese tipo. 
Como se señaló anteriormente, las expectativas del Mesías venidero no tenían nada que ver con lo que Jesús fue. A este respecto, argumenta O'Neill a modo de ejemplo un elemento en la historia que fue tan incómodo para los primeros cristianos que simplemente tiene que ser histórico: la crucifixión. La idea de un Mesías ejecutado era totalmente absurda para un judío de la época, puesto que consideraban, por razones bíblicas, maldito por Dios a todo aquél que muriera en esa forma.
Era igualmente extraño para los paganos. La crucifixión era considerada la muerte más vergonzosa y aborrecible, tanto que uno de los privilegios de la ciudadanía romana era que los ciudadanos nunca podrían ser crucificados. Imagine usted lo que le parecería a un romano la idea no sólo de un dios, sino del único Dios, crucificado.
Este fue tanto el caso que los primeros cristianos evitaron cualquier representación de Jesús en la cruz, hasta que en el siglo IV, cuando los emperadores la prohibieron la crucifixión y comenzó a perder estigma. Es significativo que la primera representación de la crucifixión es un grafito romano que muestra a un hombre adorando a un burro crucificado, bajo el título de Alexamenos adora a su dios. La idea de Dios crucificado era, literalmente, ridícula.
Los relatos de la crucifixión en los Evangelios también muestran cuan incómoda fue la muerte de su Mesías para los primeros cristianos. Todos están llenos de referencias a la Torah para demostrar que eso era lo que se suponía debía pasarle al Mesías. Pero ninguno de esos textos eran tenidos por profecías mesiánicas antes de que apareciera el cristianismo.
Ciertamente los escritores de los Evangelios se esforzarían por encontrar bases bíblicas para esta muerte tan incómoda, cosa que sólo tiene sentido si él había existido en verdad.
A lo dicho podríamos sumar las numerosas referencia no cristianas a Jesús, pero antes, una breve crítica de uno de los argumentos del propio O'Neill, a saber, el relacionado con el famoso Testimonium Flavianum.
El aristócrata sacerdotal judío José ben Matityahu, que tomó el nombre romano de Flavio Josefo, es nuestra principal fuente de información sobre asuntos judíos en este período y generalmente el único escritor de la época que menciona a los predicadores, profetas y reclamantes mesiánicos judíos. No es sorprendente que mencione a Jesús dos veces: primero con cierto detalle en Antigüedades de los Judíos y luego cuando menciona más brevemente la ejecución de Santiago, el hermano de Jesús.
Sin embargo, la primera referencia es problemática, ya que contiene elementos que Josefo no pudo haber escrito, y que parecen haber sido añadidos más tarde por un interpolador cristiano:

“Ahora había alrededor de esta vez Jesús, un hombre sabio,  si es legal llamarlo hombre ; porque él era un hacedor de hechos paradójicos, un maestro de hombres que reciben la verdad con placer. Atrajo a él a muchos judíos y a muchos gentiles. Él era [el] Cristo.  Y cuando Pilato, a sugerencia de los hombres principales entre nosotros, lo había condenado a la cruz, los que lo amaron al principio no lo abandonaron; porque se les apareció vivo nuevamente al tercer día; como los profetas divinos habían predicho estas y otras diez mil cosas maravillosas acerca de él.  Y la tribu de cristianos, llamada así por él, no está extinta en este día. "

Ha habido un largo debate sobre qué partes de esta referencia son auténticas para Josefo, o incluso si todo el pasaje es una interpolación general. Los defensores de la hipótesis del mito de Jesús, naturalmente, optan por la idea de que no es auténtica de ninguna manera, pero hay fuertes indicios de que, aparte de las adiciones obvias que se muestran en negrita más arriba, Josefo mencionó a Jesús en este punto de su texto.
Para empezar, varios elementos en el pasaje son distintivamente josefanos en su estilo y fraseo. Josefo utiliza ahora (había) en este tiempo[...] como una forma de introducir un nuevo tema cientos de veces en su trabajo. No hay paralelos cristianos primitivos que se refieran a Jesús simplemente como un hombre sabio, pero este es un término usado por Josefo varias veces, por ejemplo, sobre Salomón y Daniel.
Los escritores cristianos pusieron mucho énfasis en los milagros de Jesús, pero aquí el pasaje usa un término neutral, cuya traducción es algo así como hechos paradójicos.
Finalmente, el uso de la palabra raza tribu no es propio de los cristianos para referirse a sí mismos, pero Josefo lo usa en otras partes sobre naciones u otros grupos distintos.
Además, con la única excepción de cristianos, cada palabra del pasaje se puede encontrar en otra parte de los escritos de Josefo.
El peso de la evidencia del vocabulario y el estilo del pasaje depende en gran medida de su autenticidad parcial. No sólo contiene frases distintivas de Josefo que utilizó en contextos similares en otros lugares, sino que también son frases que no se encuentran en los primeros textos cristianos.
Y está significativamente libre de términos y frases de los Evangelios, que esperaríamos encontrar si fue creado al por mayor por un escritor cristiano.
Es por todo esto que la creencia en que este pasaje es al menos parcialmente auténtico es la más común hasta la fecha, y tiene cada vez mayor aceptación entre los académicos.
No obstante, también existen argumentos de peso para concluir lo diametralmente opuesto. En particular, el hecho de que ningún autor cristiano, incluso en ocasiones de necesidad, lo haya mencionado, tal y como lo señala el también bloguero D. M. Spencer en su crítica del trabajo de O'Neill, citando para el caso a Louis Harry Feldman: 

“[Es] difícil creer que alguien omitiría un pasaje tan notable, y mucho menos un cristiano que resumiera la obra [...] a pesar de que tal pasaje hubiera sido extremadamente efectivo, por decir lo menos, ya que proviene de un judío que nació pocos años después de la muerte de Jesús, en los debates entre judíos y cristianos, sobre todo porque sabemos que Justino Mártir (Diálogo con Trifón 8) intentó responder a la acusación de que Jesús nunca había vivido y de que era un mera invención de la imaginación cristiana. Y, sin embargo, he contado no menos de once padres de la iglesia anteriores o contemporáneos a Eusebio que citan varios pasajes de Josefo (incluidas las Antigüedades) pero que no mencionan el Testimonium.. Por otra parte, durante el siglo posterior a Eusebio hay cinco padres de la iglesia, entre ellos Agustín, que ciertamente tuvieron muchas ocasiones de encontrarlo útil y que citan pasajes de Josefo pero no de éste [...] Ciertamente, todo esto es el argumentum ex silentio, pero como un argumento acumulativo tiene una fuerza considerable.

La otra mención de Jesús en Josefo es mucho más directa, así como mucho más problemática para los míticos de Jesús: en él, Josefo relata un importante evento político que ocurrió cuando era joven. Este habría sido un evento significativo y memorable para él a sus 25 años, y causó agitación en su propia clase social y política, las familias sacerdotales de Jerusalén que incluía la suya.
En el año 62 después de Cristo, el procurador romano de Judea, Porcio Festo, murió mientras estaba en el cargo y su sustituto, Lucceius Albinus, todavía se dirigía a Judea desde Roma. Esto dejó al Sumo Sacerdote, Hanan ben Hanan, también llamado Ananus, con un reinado más libre de lo habitual.
Ananus ejecutó a algunos judíos sin permiso romano y, cuando esto fue señalado a estos, fue depuesto. Esta declaración habría sido memorable para el joven Josefo, que acababa de regresar de una embajada a Roma en nombre de los sacerdotes de Jerusalén.
Pero lo que hace relevante este pasaje es lo que Josefo menciona, de paso, como la causa de la agitación política:

Festo ahora estaba muerto, y Albino no estaba más que en el camino; entonces (el Sumo Sacerdote) reunió al Sanedrín de jueces y trajo ante ellos al hermano de Jesús, que se llamaba Mesías, cuyo nombre era Jacobo , y algunos otros; y cuando formuló una acusación contra ellos como infractores de la ley, los entregó para que fueran apedreados. 

Esta mención es periférica a la historia que Josefo está contando, pero como sabemos por fuentes cristianas que el hermano de Jesús, Santiago, dirigió la secta de Jesús en Jerusalén en este período y tenemos un relato cristiano separado e independiente de la cristiandad de la ejecución de un tal Santiago por parte de los cristianos, está bastante claro a que Jesús, que se llamaba Mesías, se refiere aquí Josefo.
Casi sin excepción, los eruditos consideran este pasaje genuino y una referencia indiscutible a Jesús de Nazareth.
Esta indiscutible referencia deja a los míticos de Jesús con un problema cuanto menos espinoso, que generalmente intentan resolver de dos maneras.
La primera de ellas es la afirmación de que la expresión quien fue llamado Mesías es una interpolación cristiana posterior.
Dado que es totalmente improbable que un interpolador cristiano invente toda la historia sólo para dar esta referencia pasajera a Jesús, los míticos intentan argumentar que las palabras clave que identifican al Cristo del que se está hablando son interpoladas. Lamentablemente, este argumento no funciona, debido a que el pasaje es discutido no menos de tres veces a mediados del siglo III por el apologista cristiano Orígenes, y cita la sección correspondiente con las palabras Jesús que fue llamado el Mesías las tres veces, en Contra Celsum y en Comentarium in Evangelium Matthaei.
Esto es significativo porque Orígenes estaba escribiendo una generación entera antes de que el cristianismo estuviera en posición de alterar los textos de Josefo.
La segunda, postula que el Jesús al que se hace referencia no era el del cristianismo, sino el  Jesús, hijo de Damneus mencionado más adelante en el mismo pasaje.
Después de detallar la deposición del Sumo Sacerdote Ananus, Josefo menciona que fue sucedido como Sumo Sacerdote cierto Jesús, hijo de Damneus. Entonces, los míticos intentan argumentar que este era el Jesús del que se hablaba antes, ya que Jesús era un nombre muy común. Esto es cierto, pero sabemos que Josefo tuvo cuidado diferenciar entre diferentes personas con el mismo nombre. Por lo tanto, tiene más sentido que llame a uno Jesús llamado el Mesías, y a otro Jesús hijo de Damneus para hacer precisamente esto.
En ningún otro sitio llama a la misma persona de dos formas diferentes en el mismo pasaje, como lo requiere el argumento mítico. Y ciertamente no lo haría sin dejar en claro que el Jesús que fue nombrado Sumo Sacerdote era el mismo que había mencionado anteriormente, cosa que no hace.
Los míticos también siguen atrapados con la frase quien fue llamado el Mesías, quien según las menciones de Orígenes no se puede descartar como una interpolación. Por lo general, intentan argumentar que, como Sumo Sacerdote, Jesús hijo de Damneus habría sido llamado Mesías, en el sentido de un ungido con aceite, como buen Sumo Sacerdote. Dado que no hay ejemplos reales de sacerdotes referidos de esta manera, este es un punto realmente débil. Por lo tanto, las referencias a Jesús de Nazareth y Jesús hijo de Damneus son claramente referencias a dos personas distintas.
Estas referencias por sí solas nos brindan evidencia suficiente para la existencia de un Jesús histórico como la que tenemos para predicadores judíos comparables.

La mención a Jesús en los Anales del aristocrático historiador y senador romano Publio Cornelio Tácito es significativa en parte por su estatus como uno de los historiadores más cuidadosos y escépticos del mundo antiguo y en parte porque es lo que llamaríamos un testigo hostil. Tácito despreciaba absolutamente el cristianismo, como lo deja en claro su mención de cómo el emperador Nerón trató de hacerlos chivos expiatorios después del Gran Incendio de Roma en el 64 d. C.
También da cuenta a sus lectores del origen de la secta cristiana y su fundador en Judea:

En consecuencia, para deshacerse del informe, Nerón se hizo cargo de la culpa e infligió las torturas más exquisitas en una clase odiada por sus abominaciones, llamadas cristianos por la población. Christus, de quien el nombre tuvo su origen, sufrió la pena extrema durante el reinado de Tiberio a manos de uno de nuestros procuradores, Poncio Pilato, y una superstición muy traviesa, así comprobada por el momento, estalló nuevamente no solo en Judæa , la primera fuente del mal, pero incluso en Roma, donde todas las cosas horribles y vergonzosas de todas partes del mundo encuentran su centro y se vuelven populares.

Una vez más, esta clara referencia a Jesús, completa con los detalles de su ejecución por Pilato, es un problema importante para los míticos. A veces intentan lidiar con él a su modo clásico: afirmando que es una interpolación posterior.
Pero este pasaje es definitivamente Tácito en su lenguaje y estilo, y es difícil ver cómo un escriba cristiano posterior podría haber imitar perfectamente la gramática latina del siglo II y el estilo del autor y engañar así a siglos de análisis del tema.
Una forma más común de descartar este pasaje es afirmar que todo lo que Tácito está haciendo es repetir lo que los cristianos le han dicho sobre su fundador. Esto es un poco más factible, pero aún falla en varios frentes.
En primer lugar, Tácito siempre se caracterizó por evitar rumores, referirse a fuentes o personas en cuyo testimonio y confiaba y en señalar meros rumores, chismes o informes de segunda mano como tales cuando podía.
En segundo lugar, si Tácito rompiera su propia regla y aceptara rumores sobre el fundador del cristianismo, es poco probable que lo haga por los propios cristianos, a quienes consideraba con total desprecio, a cuya fe llamaba una superstición más traviesa [...] mal […]. horrible y vergonzoso [...] (con un) odio contra la humanidad.
Además, lo que nos dice acerca de Jesús no muestra indicios de tener su origen en lo que diría un cristiano: no menciona Sus enseñanzas, sus milagros ni nada sobre el reclamo de que resucitó de entre los muertos.
Por otro lado, contiene elementos que habrían sido notables para un no cristiano: que este fundador fue ejecutado, dónde, cuando, y qué gobernador llevó a cabo la pena.
Sabemos desde el principio del pasaje que Tácito consultó varias fuentes anteriores (sin nombre) al escribir su relato de las secuelas del Gran Incendio, por lo que puede haber sido una de estas la que el dio su información sobre Jesús. Pero había alguien más en Roma en el momento en que Tácito escribió, que se mezcló en los mismos círculos, que también era un historiador y que habría sido la persona obvia para que Tácito preguntara sobre oscuros predicadores judíos y sus sectas: nada menos que Josefo, quien vivía y escribía en Roma en ese momento y, como Tácito, se asoció con la corte imperial gracias a patrocinio primero de Vespasiano y luego de su hijo Tito. Existe una fuerte correspondencia entre los detalles sobre Jesús en los Anales y las Antigüedades, por lo que es al menos plausible que Tácito simplemente le preguntara a un compañero erudito aristocrático sobre los orígenes de esta secta judía. O puede haberle preguntado a cualquiera de los muchos judíos aristocráticos de la corte de Tito, como la princesa Berenice, hija de Herodes Agripa y amante del emperador. Estos compañeros aristócratas conocidos suyos habrían sido una fuente de información para él mucho más obvia y confiable que algunos campesinos seguidores de una secta que odiaba[3].

¿Resucitó Jesús de entre los muertos?


Dice Pablo en la primera carta a los Corintios, capítulo quince, versículo catorce, que si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe
Hemos hallado, pues, el desafío más importante de este artículo, muy por encima incluso de validar a una de las miles de iglesias cristianas: demostrar la Resurrección como evento histórico, con todo lo que ello implica. 
La primera pregunta que hemos de hacernos en este caso es con respecto a la veracidad del supuesto básico sobre el que descansa todo el edificio cristiano: que hubo una tumba misteriosamente vacía alrededor del año 33 de la era común, que inspiró y sustentó la creencia en la divinidad de Cristo y Su Resurrección. 
Es aquí donde debo romper con mi admirado O'Neill, quien fue (y tengo entendido que sigue siendo) uno de los más agudos defensores de la así llamada hipótesis de la resurrección simbólica de Jesús de Nazareth.
Esta hipótesis, muy resumidamente, afirma que la creencia en la Resurrección comenzó siendo una mera metáfora del ascenso espiritual de Cristo a los Cielos, sin que existiese en una primera instancia una noción de corporalidad. 
El día dos de Febrero del 2013, Tim O'Neill publicó en los foros de Quora una interesante defensa de su posición. Es en una de las respuestas a la misma, realizada por el autor del blog Filosofía Fiel[4], en que me basaré en parte para la crítica de esta hipótesis.
El primer párrafo de la respuesta de O'Neill resume su argumento:

La fuente de evidencia que existe que pretende mostrar que Jesús "resucitó de entre los muertos" en realidad indica cómo esta idea probablemente se desarrolló y evolucionó con el tiempo. Indica que la idea de que Jesús fue "resucitado" de alguna manera fue una forma en que sus seguidores trataron con su ejecución repentina e inesperada y que esta idea se desarrolló de una abstracta a una revivificación física más concreta. Las contradicciones en las diversas cuentas, que datan de los años 50 DC hasta los 90-100 DC, muestran este proceso de desarrollo.

Entonces, la evidencia fuente (cartas de Pablo y Evangelios) revela que la afirmación de la Resurrección de Jesús fue en realidad una respuesta a su repentina e inesperada ejecución y que, como se puede deducir de un estudio de los textos, nuestros relatos sobrevivientes revelan que la historia evolucionó con el tiempo.
O'Neill comienza señalando que un texto que hace una afirmación milagrosa no es idéntico a que sea históricamente exacto, y que incluso Tácito, de quien hablábamos más arriba, informa sobre los milagros de cierto emperador romano.
Una forma de milagro común en aquellos tiempos, explica O'Neill, era el de la apoteosis, esto es, el ascenso de un hombre a los Cielos, en que es elevado al estado divino. Esto se afirmó de Rómulo, fundador de Roma, e incluso de Julio César y Augusto.
El autor del blog en que me baso comienza su crítica refutando acertadamente la posibilidad de que un judío de la época asimilara este concepto pagano (recuerde usted, lector, que esta gente evitaba dejarse el pelo largo por asociación al paganismo), que de hecho era ampliamente rechazado por los hrebros, pero creo que yerra en cuanto a lo que O'Neill intenta decirnos, a saber, que este fenómeno favoreció la aceptación pagana del cristianismo, permitiendo así la divinización de Jesús. Lo que sí puedo rescatar de todo esto, es el hecho de que queda inexplicada, sin apoteosis de por medio, la predisposición de los judeocristianos a considerar divino a Jesús, lo cual tiende a minar la tesis de que Éste fuera un predicador judío más, en el sentido en que este predicador judío en particular afirmó ser Dios.
O'Neill continúa refutando adecuadamente el clásico argumento de gente como William Lane Craig que señala que los judíos no habrían podido fingir la Resurrección, puesto que tal evento era impensable en la mente de un hebreo de aquél tiempo, que esperaba una única Resurrección en el fin del mundo. Señala que el Nuevo Testamento menciona varias resurrecciones (Marcos 5: 21-43; Juan 11: 1-46), así como el Antiguo (1 Reyes 17: 17-24; 2 Reyes 4: 32-37, 13: 20-21). No me detendré, por falta de un buen punto contra esto, en tal cuestión.
Explicado como O'Neill describe el trasfondo de la historia de la Resurrección, pasemos a lo que realmente importa: la evolución de la historia de los Evangelios.
O'Neill analiza cinco fuentes para describir como evolucionó esta narrativa, en orden de fecha. Primero las cartas de Pablo, luego los Evangelios de Marcos, Mateo, Lucas y Juan en ese orden. Esto mostrará que las historias de la Resurrección en el Evangelio claramente mostraron un desarrollo literario durante una serie de décadas, y según O'Neill, muestra una transición desde la descripción de una resurrección puramente espiritual en la teología de Pablo, a los Evangelios, donde la Resurrección es completamente corporal, y los detalles de la historia se vuelven cada vez más legendarios.
Dice O'Neill:

Luego, Pablo reprende a algunos de los corintios por decir que no habría una resurrección general de los muertos; como ya se señaló anteriormente, esta idea no fue aceptada universalmente por todos los judíos y parece haberse disputado en la comunidad corintia. de la secta de Jesús. Pablo pregunta "si se predica que Cristo ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo pueden algunos de ustedes decir que no hay resurrección de los muertos?" (v. 12) y continúa llamando a la resurrección de Jesús "las primicias de los que se han quedado dormidos", es decir, la pre-figuración de la resurrección general venidera. Continúa abordando la cuestión de si esta resurrección venidera implicará el surgimiento de cuerpos físicos y dice en respuesta "¡Qué tonto!". Luego continúa explicando que la próxima resurrección general no será física sino que involucrará "cuerpos espirituales".

Si la resurrección de Jesús es la pre-figuración de la próxima resurrección general de los muertos, por lo tanto, está claro que para Pablo su resurrección no involucró un cuerpo físico. Esta es la razón por la cual las referencias e insistencia de Pablo sobre el hecho de la resurrección de Jesús no mencionan la evidencia de una revivificación física de su cadáver que aparece en algunos de los relatos posteriores: la tumba vacía, las tumbas desechadas, las personas que tocan a Jesús , Jesús comiendo y su forma física volando hacia el cielo. Para Pablo, en esta etapa temprana del desarrollo de la historia, el Jesús resucitado es un concepto espiritual que implica visiones, no encuentros físicos.

La proposición de que Pablo creía en una resurrección espiritual y no material es una visión minoritaria en la erudición, que no por ello vamos a descartar argumentalmente sin más.
Esta idea se argumenta de varias maneras, incluido el argumento de que cierta terminología que usa Pablo cuando habla de la Resurrección de Jesús es compatible con una interpretación espiritual de la misma. Algunos afirman que Pablo debe haber querido referirse a ella debido al uso del término y las conjugaciones para referirse a él viendo a Jesús en sus apariciones, y que esta palabra se refiere a la visión espiritual. Pero esto es incorrecto: esta expresión, que literalmente significa percibir con el ojo, también se refiere a la visión física, y ese es, con mucho, su uso principal en el Nuevo Testamento.
La terminología que Pablo utiliza para describir la Resurrección solo se refiere a alguien que físicamente regresa a la vida, y no es compatible con la resurrección espiritual. La palabra griega que Pablo utiliza para levantado es egeirō, que James Ware ha demostrado de manera concluyente que significa que alguien se despierta físicamente del sueño o, en este contexto, se levanta físicamente[5].
Esto implica un movimiento físico hacia arriba cuando se describe la Resurrección.
Algunos (entre ellos O'Neill mismo) argumentan a favor de la resurrección espiritual apelando a 1 Corintios 15:44, que en la traducción al inglés parece sugerir que Pablo vio la resurrección como algo espiritual. O'Neill cita este texto también:

Se siembra un cuerpo natural, se levanta un cuerpo espiritual. Si hay un cuerpo natural, también hay un cuerpo espiritual.

Sin embargo, el uso de este versículo para defender la Resurrección espiritual se vuelve insostenible cuando analizamos los términos griegos que se traducen como natural espiritual. El griego psuchikon, que se traduce como natural sólo lo usa Pablo en otro pasaje, es decir, 1 Corintios 2:14.
Richard Hays escribe sobre el significado de esta palabra:

El término psíquico es difícil de traducir adecuadamente; se refiere a seres humanos que viven en su estado natural separados del Espíritu de Dios y, por lo tanto, no están iluminados y ciegos a la verdad. No lo 'entienden' ”(Hays, Richard B.  First Corinthians . Westminster John Knox Press, 2011, 46)

La segunda palabra griega para analizar aquí, traducida como espiritual, es pneumatikon, a veces usada en el Nuevo Testamento para referirse a seres inmateriales (como en Efesios 6:12). Sin embargo, Pablo usa este término más que nada para referirse simplemente a la espiritualidad, como sabiduría espiritual, dones, bendiciones, canciones, etcétera.
Para resumir, en 1 Corintios 15:44 Pablo está contrastando a los cuerpos espiritualmente no iluminados con los espiritualmente elevados y perfeccionados.
Algunos sugieren que la aparición del Jesús resucitado a Pablo en Hechos es simplemente una revelación, un evento mental interno que no sucedió fuera de su cabeza.
Sin embargo, estoy bastante seguro de que eso es insostenible al analizar este libro junto al Evangelio según San Lucas. Todas las apariciones de la Resurrección en Lucas y en otras partes del libro de los Hechos son innegablemente físicas (Lucas 24; Hechos 1: 6–11, Hechos 10:41).
Además, las narraciones de la aparición de Pablo en Hechos en realidad parecen sugerir que las apariciones son físicas. El autor claramente no pensó que la aparición estaba restringida a la cabeza de Pablo, ya que narra a las personas que viajaban con Pablo viendo una luz y escuchando un sonido.
Otra línea de evidencia que podemos señalar a este respecto es la opinión de Gary Habermas, historiador americano quien llegó a afirmar que, fuera de toda duda, Pablo creía en una resurrección corporal. Sus argumentos son a mi parecer decisivos. Habermas señala tres hechos en apoyo de la creencia de Pablo en tal fenómeno: primero, Pablo era un fariseo y por lo tanto creía en la resurrección física[6]. En segundo lugar, en Filipenses 3:11 nos dice que si en alguna manera llegase a la exanastasin (resurrección) de entre los muertos, que de acuerdo con él se refiere casi con exclusividad a una resurrección física en la literatura de la época[7]. Por último pero no por ello menos importante, en Filipenses 3: 20-21 leemos esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el sōma (cuerpo) de la humillación nuestra, para que sea semejante al sōmati (cuerpo) de la gloria suya, utilizando una palabra con un sentido claramente material, en lugar del pneuma que se esperaría de un texto que nos hablara de una Resurrección espiritual[8].
En otro comentario, intenta sugerir O'Neill que, incluso si Pablo cree que el cuerpo resucitado de Jesús estaba hecho de materia física, aún podría haber sido un cuerpo diferente resucitado por Dios que el que murió y fue enterrado. El problema con esta interpretación es que la palabra que Pablo utiliza para decir que Jesús resucitó se refiere literalmente a una persona dormida que se levanta, o un cuerpo que se eleva desde una postura sentada/acostada. Por lo tanto, era el mismo cuerpo que estaba muerto, en el suelo, y se levantó.
Como último clavo en el ataúd de esta hipótesis, podemos señalar el hecho de que es absurdo que, habiendo habido una primera secta que no creyera en una resurrección física, no queden registros aunque sea en la apologética de estos herejes primarios.



Algunas discusiones en
 torno al texto bíblico


A continuación, nuestro antiteísta favorito comienza a abordar las historias y el desarrollo de los cuatro Evangelios.

En el camino allí [las mujeres que van a visitar la tumba de Jesús] se preguntan entre sí "¿Quién rodará la piedra de la entrada de la tumba?" (Marcos 16: 3), que debería sorprender a la mayoría de los lectores como una pregunta que deberían haber hecho antes de partir, si esta historia era histórica.

¿Realmente debería sorprendernos? Creo que en realidad, no. No es imposible que las mujeres, en un momento tan emotivo, hubieran pasado por alto ese detalle, o dado que (como veremos) eran varias, hubieran decidido intentarlo ellas mismas y ver a Jesús cuanto antes.
O'Neill continúa:

En segundo lugar, el uso de la palabra  ἀποκυλίω  (para rodar) indica que la piedra que cierra la tumba en la cuenta de Marcos debe ser redonda. Una encuesta de Amos Kloner sobre el corte de rocas judías del primer siglo y las tumbas de las cavernas descubrió que el 98% de ellas estaban cerradas con piedras cuadradas antes del 70 DC, y solo cuatro de los sitios estudiados estaban cerrados por una piedra redonda. Después del 70 dC, sin embargo, las piedras redondas se volvieron mucho más comunes. Entonces, este detalle parece estar indicando el tipo de tumba en el primer siglo posterior, dado que una tumba de este estilo era extremadamente rara en la época de Jesús. Esto podría ser el escritor de Marcos indicando el tipo de tumba en el momento en que estaba escribiendo o podría ser que la tumba en sí, un elemento notable por su ausencia en la versión de Pablo, fue una adición a la historia.
    
Cosa que es irrelevante, como lo ha señalado el erudito y arqueólogo Urban C. von Wahlde: las piedras cuadradas también habrían sido rodadas. No es que hubiera una mejor manera en este entonces para mover esas rocas masivas[9].
Continuando, O'Neill señala que no hay apariciones post-Resurrección en el Evangelio de Marcos, sin mencionar que en Marcos 14:28 Jesús dice a sus discípulos que después de su Resurrección, él se encontrará con ellos en Galilea. También argumenta, como muchos otros, que Jesús no habría sido enterrado en una tumba, sino que simplemente, y como a otros criminales de su época, simplemente habría sido colocado en una fosa común. Sin embargo, la veracidad de esta explicación depende enteramente de la historicidad de los actos de José de Arimatea, el encargado del entierro de Jesús.
O'Neill sugiere que si bien José de Arimatea pudo ser histórico, también es posible que fuese inventado para hacer que la historia del Evangelio encajara mejor con Isaías 53:9: Hicieron su tumba con los malvados y su tumba con los ricos.
Sin embargo, Isaías 53:9 nunca es citado o aludido en los pasajes del entierro, lo que llevaría a preguntarnos si esto realmente estaba en su mente a la hora de escribir la historia del entierro. De hecho, el único Evangelio que muestra evidencia de preocupación por Isaías 53:9 cuando escribe su cuenta del entierro es Mateo, y Mateo lo hace al alterar la terminología de Marcos, que inicialmente está libre de cualquier evidencia de preocupación por este pasaje.
Una explicación más probable para los pasajes de José es, como explica el erudito Jodi Magness, el que las acciones de José parecen ser la consecuencia probable de seguir la ley judía[10]:

José de Arimatea parece haber sido motivado por una preocupación por la observancia de la ley judía. Por un lado, Deut 21: 22-23 ordena el entierro dentro de las veinticuatro horas de la muerte, incluso para los culpables de los peores crímenes, cuyos cuerpos fueron colgados después de la muerte. Por otro lado, la ley judía prohíbe el entierro en sábado y festivales. Debido a que Jesús expiró en la cruz en la víspera del sábado, tuvo que ser enterrado antes del anochecer del viernes, porque esperar hasta después del anochecer del sábado habría excedido el límite de tiempo de veinticuatro horas. Como no había tiempo para preparar una tumba, José de Arimatea colocó el cuerpo de Jesús en la tumba excavada en la roca de su familia.

También podríamos señalar el hecho de que dejar los cuerpos a pudrirse en su cruz o lanzarlos a fosas comunes era algo excepcional excepto en tiempos de guerra, cuando los romanos no tenían en cuenta las sensibilidades judías[11][12].
Además de ser coherente con la evidencia arqueológica, como Magness ha demostrado, las acciones de José son la consecuencia probable de las costumbres judías de la época. También ha ofrecido O'Neill algunas otras razones para rechazar la historicidad de la historia de José. Dice O'Neill[13]:

"En gran parte consistente con ... la evidencia arqueológica y con la ley judía" y "el escenario más probable" no son lo mismo. Especialmente cuando Pablo, extrañamente, no menciona ninguna "tumba vacía" cuando trata de convencer a los corintios de la realidad física de la resurrección, mientras que Hechos 13: 27-29 registra una tradición temprana en la que son "los que viven en Jerusalén y sus gobernantes "que ejecutan a Jesús y luego dice que estos enemigos" lo derribaron del madero y lo depositaron en una tumba ". Una variante temprana de Juan 19:38 también hace que los judíos se lleven a Jesús para enterrarlo. Esto también se encuentra en el Evangelio de Pedro 6:21 y en Justino Mártir: Diálogo 97.1. Entonces el Libro secreto de Santiago se refiere a cómo fue "enterrado en la arena". La idea de que sus seguidores lo pusieron en una tumba parece ser un desarrollo posterior, destinado a refutar la idea de que no fue enterrado en absoluto o simplemente fueron a la tumba equivocada. Es un accesorio para las últimas historias de resurrección, no una evidencia de ellas.

Entonces, los Evangelios y algunos textos del siglo II conservan tradiciones anteriores en que los judíos fueron responsables del entierro de Jesús, a diferencia de la narración conservada sobre cómo el sanedrista José de Arimatea, un creyente secreto en Jesucristo, fue responsable por el entierro de Jesús. Sin embargo, hay una explicación alternativa para los datos aquí. A este respecto, Craig Evans escribe:

"... el contexto sugiere que" ellos "pueden ser los opositores judíos de Jesús en lugar de sus discípulos. El plural puede ser simplemente una generalización de la memoria de José (que apenas hizo todo el entierro solo), un sanedrista responsable de condenar a Jesús pero activo en enterrarlo por fidelidad a la ley judía ". ( El Jesús histórico: Jesús muerte, misión y resurrección , 2004, 249)

Entonces, cuando Hechos 13: 27-29 dice que los opositores judíos del cristianismo enterraron a Jesús, esto podría estar refiriéndose al mismo José de Arimatea.
Sin embargo, esta disputa desaparece una vez que encontramos que los registros de las conspiraciones de opositores judíos individuales de la Iglesia a menudo se generalizan como los judíos.
Esto se puede ver, por ejemplo, en la cuenta paralela entre 2 Corintios 11: 32-33 y Hechos 9: 23-25, donde las conspiraciones del gobernador de Damasco se convierten simplemente en las de los judíos.
Otra posible objeción es la siguiente: José es registrado como un creyente secreto en los Evangelios (Mateo 27:57, Juan 19:38), entonces ¿Cómo puede ser considerado un oponente judío de la Iglesia?
Pero el problema aquí es que si hubiera algún desarrollo posterior en las narraciones del Evangelio, sería que José era un creyente secreto en Jesús a pesar de ser miembro del Sanedrín, que era el grupo enemigo que condenó a muerte a Jesús.
Es extremadamente improbable que los miembros de la secta de Jesús hubieran inventado que fueron los judíos (enemigos) los encargados de enterrar a Jesús, para tener que inventar la leyenda de que José fue un creyente secreto todo el tiempo.
Si el entierro de Jesús en una tumba realmente fue un invento, los miembros de la secta de Jesús se habrían inventado que un creyente era responsable de enterrar a Jesús en primer lugar, en lugar de pasar por este proceso moteado de inventar primero que un judío enemigo enterró a Jesús y luego recordar que no les gustan los judíos enemigos, cambiando todo el evento.
Saliéndome un poco del tema de O'Neill, me gustaría hacer énfasis en cómo muchas personas se refieren a una aparente contradicción entre el relato de la Resurrección de Marcos versus los Evangelios de Mateo, Lucas y Juan. Algunos sugerirían que en Marcos, un ángel se aparece a las mujeres que visitan la tumba y les dice que Jesús ha resucitado y que debían decírselo a los discípulos, pero en cambio, tienen miedo y no se lo dicen a nadie (Marcos 16:8), pero en los otros Evangelios, como en Mateo, se nos dice que las mujeres fueron a contarles a los discípulos lo que vieron. Esto, sin embargo, implica una simple lectura errónea de Marcos. Al respecto, Michael Licona escribe:

En Marcos 16: 8, las mujeres huyeron de la tumba con miedo y asombro. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo. Sin embargo, en Mateo, Lucas y Juan, las mujeres informaron a los discípulos de la tumba vacía. Esto parece ser una contradicción. Sin embargo, una resolución es ciertamente posible; Por ejemplo, antes en Marcos 1:44, Jesús le dijo a un hombre a quien acababa de curar de lepra: “Mira que no le digas nada a nadie. Pero ve y muéstrate al sacerdote. El comando en ambos casos es muy similar. Por lo tanto, podría ser que Mark está diciendo, como se implica en 1:44, que las mujeres no se detuvieron en el camino para hablar con nadie más, sino que fueron directamente a los discípulos. (Licona,  ¿Por qué hay diferencias en los evangelios? Oxford University Press, 2016, 177.)

Esto se fundamenta en el hecho de que Marcos describe órdenes bastante similares en otras partes de los Evangelios. No se nos dice que las mujeres se negaron a escuchar al ángel, sino que en el camino adonde los discípulos no se lo dijeron a nadie más.
Volviendo con O'Neill, a lo largo de su respuesta pone énfasis en las discrepancias en los cuatro relatos de la Resurrección. El primero es el número de mujeres que visitaron la tumba de Jesús. Marcos dice que había tres mujeres, Lucas nos da una cantidad no especificada, pero al menos cinco, Mateo tiene dos y Juan tiene una. ¿Desarrollo claro de la historia? No realmente.
Un análisis de a fondo del género de los Evangelios (biografía antigua) nos revela que, en realidad, estas discrepancias tienen su causa en las técnicas literarias comúnmente vistas a lo largo de la Antigüedad. En el caso del número de mujeres, está claro que los Evangelios están utilizando la técnica literaria de destacar, de dar importancia a unos personajes por encima de los otros.

Temprano el primer día de la semana, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena llegó a la tumba y vio que la piedra había sido retirada de la tumba. Entonces ella corrió y fue a ver a Simón Pedro y al otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: "Han sacado al Señor de la tumba, y no sabemos dónde lo han puesto".-Juan 20:1


Analicemos este pasaje: el Evangelio según San Juan sólo informa que una mujer, María visita la tumba. Entonces ¿Qué quiso decir María al decir sabemos en los versículos anteriores?
Está claro: Juan no menciona a otras mujeres presentes, pero está consciente de ellas.
Este no es el único sitio de la Biblia donde ocurre semejante fenómeno. Licona nos dice:

Ahora mire 12 versículos después [Lucas 24:12], cuando Jesús está hablando con los discípulos de Emaús. Lucas dice que no reconocieron a Jesús y le dijeron que sus amigas habían ido a la tumba esa mañana, la habían descubierto vacía y los ángeles les dijeron que Jesús había resucitado de entre los muertos. Agregaron que cuando las mujeres les informaron de esto, "algunos de los que estaban con nosotros" fueron a la tumba y la encontraron tal como habían dicho las mujeres (24:24). En 24:12, Lucas solo mencionó a Pedro. Pero es obvio que él sabía de otros en 24:24. Lucas estaba brillando su atención literaria sobre Pedro en 24:12.

En Lucas 24:12, se describe a Pedro como yendo a la tumba, pero algunos versículos después, la palabra nosotros se usa para describir a las personas que regresan a la tumba. Lo mismo puede aplicarse, seguramente, al número de ángeles en Mateo 28: 1-2 (uno) y Juan 20: 1-2, 12 (dos).
O'Neill también dice que Mateo pone poco énfasis en que Jesús resucite físicamente, pero esto es irrelevante, ya que Faithfull Philosopy ha demostrado que no hay evidencia de resurrección espiritual en el cristianismo primitivo.
O'Neill menciona que Mateo es el único Evangelio que menciona un terremoto que tuvo lugar durante ese tiempo. Aquí, simplemente señalaremos que en 2012, un grupo de científicos descubrió que un terremoto de magnitud 6,3 tuvo lugar en esta región entre el 26 d.C. y el 36 d.C. Yo no descartaría la historia tan rápido.
También señala O'Neill cómo en Mateo la piedra de la tumba se retira después de que llegan las mujeres, mientras que en los otros Evangelios ya se eliminó. Pero como señala Licon, la gramática del Evangelio de Mateo permite una lectura donde la piedra ya está rodada[15]. Mateo no tiene la intención de afirmar que las mujeres presenciaron al ángel que rodaba la piedra.
Además, los detalles sobre el ángel y la piedra se introducen con la conjunción griega garY he aquí, hubo un gran terremoto; porque [griego,  gar ]un ángel del Señor descendió del cielo y vino, hizo rodar la piedra y se sentó sobre ella.”
Tal conjunción explicativa se usa para introducir una aclaración de una parte previa de la oración. Para Mateo, el ángel que quita la piedra es su explicación del terremoto, no para afirmar que las mujeres presenciaron un espectáculo de movimiento de piedras[16].
Continúa O'Neill:

En los otros dos evangelios [Marcos y Lucas], las mujeres van específicamente a la tumba para ungir el cuerpo. Esto es extraño, porque la costumbre judía era hacer esto en el entierro; no hay evidencia de que la gente lo haya hecho después. Dados los tabúes judíos sobre los cadáveres, es algo muy poco probable que hagan.

Esto es posiblemente cierto (no encontré fuentes al respecto), pero omite el siguiente paso de hablar sobre cuán precisos son los Evangelios en su descripción de las costumbres judías de entierro.
Al respecto, Byron McCane escribe:


Tan pronto como la muerte fue segura, los ojos del fallecido se cerraron; el cadáver fue lavado y luego envuelto y atado. Según el tratado judío Semahot del siglo III d.  C. , los hombres solo podían preparar el cadáver de un hombre, pero las mujeres podían preparar tanto a hombres como a mujeres. Las  representaciones literarias a menudo sugieren que se usaron perfumes o ungüentos para este lavado. El cuerpo estaba envuelto y atado en tiras de tela. Juan 11  tiene tales preparativos a la vista: las manos y los pies de Lázaro [estaban] atados con tiras de tela, y su rostro envuelto en una tela ”( Juan 11:44 ).

...

Después del entierro primario, la procesión regresó a la casa de la familia, donde continuaron las expresiones de condolencia. Los rituales de la muerte continuaron durante varios días a partir de entonces. Fuentes literarias, incluido  Juan 11 , están de acuerdo en que durante los primeros siete días, la familia inmediata permaneció en casa de luto. Si los dolientes abandonaban la casa durante este tiempo, se suponía que irían a la tumba. En  Juan 11 , María deja la casa de la familia, y los vecinos y amigos suponen que "ella iría a la tumba a llorar allí" ( Juan 11:31 ).

...

La evidencia arqueológica ha sido decisiva en la interpretación de algunos textos del Nuevo Testamento sobre tumbas, tumbas, muerte y entierro. En particular, el dicho de Jesús en  Mateo 8: 21-22  presupone un entierro secundario: "'Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus propios muertos" (un pasaje paralelo ocurre en  Lucas 9: 59-60 ). Las "tumbas de los profetas" de Lucas 11: 47-48 probablemente se refieren a las monumentales   tumbas helenísticas en el Valle de Kidron. Y la narrativa de Lázaro   en  Juan 11  representa con precisión las costumbres típicas de duelo, construcción de tumbas y envolturas de tumbas.

Jodi Magness, a quien ya cité, es un experto de renombre mundial precisamente en este tema, y es bastante claro que la descripción del Evangelio es en general muy consistente con la evidencia histórica:

Los relatos evangélicos del entierro de Jesús parecen ser en gran medida consistentes con la evidencia arqueológica. En otras palabras, aunque la arqueología no prueba que hubo un seguidor de Jesús llamado José de Arimatea o que Poncio Pilato le concedió su pedido del cuerpo de Jesús, el Evangelio describe que el retiro de Jesús de la cruz y el entierro concuerdan bien con la evidencia arqueológica y con Ley judía La (s) fuente (s) de estos relatos estaban familiarizados con la forma en que los judíos ricos que vivían en Jerusalén durante el tiempo de Jesús dispusieron de sus muertos. (pág. 171)

Entonces, aunque un detalle particular aquí y allá puede ser inverosímil a lo largo de todas las descripciones del Evangelio, es evidente que, en general, los Evangelios son bastante precisos sobre el tema, y que esto respalda el caso. Vamos a ver: si los evangelistas, que conocían bien la ley judía estaban mintiendo ¿Por qué cometieron un error tan tonto[17]?

La hipótesis del robo del cuerpo

Otra cuestión interesante para tener en cuenta es el hecho de que fueran precisamente mujeres quienes encontraran la tumba vacía. Esto es especialmente significativo puesto que hablamos de una época en que los testimonios femeninos eran vistos como poco fiables[18], como en algunos países islámicos actuales. Esta importante señal de historicidad me lleva al tercer capítulo de este artículo: la posibilidad (descartada por la mayoría de eruditos actuales) de que los mismos discípulos u otras personas robaran el cadáver de Jesús.
Por mera comodidad, hemos de clasificar a los posibles culpables: los discípulos, ladrones de tumbas, el liderazgo judío o romano, la familia de Jesús y hasta el jardinero de la tumba.
Dos de estos grupos quedan automáticamente excluidos como candidatos: los ladrones de tumbas y los grupos de poder palestinos del momento. Los segundos, por la sencilla razón de que, cuando los Apóstoles y otros cristianos empezaron su predicación, no hicieron ninguna declaración al respecto ni desenterraron a Jesús para pasearlo por las calles de Jerusalén, lo que hubiera bastado para abortar al naciente cristianismo. Lo de los primeros requiere de algo más de elaboración: la idea, en resumen, es que ladrones de tumbas asaltaron el sitio y por alguna razón se llevaron al Crucificado. Esto también puede descartarse por la sencilla razón de que no había motivo para hacer esto. Algunos han intentado argumentar la posibilidad de que el cuerpo de Cristo fuese utilizado para rituales mágicos, pero esto es casi imposible en el Israel de aquél entonces, donde-es por todos conocido-regía la Ley Mosaica, que prohíbe rotundamente esta clase de rituales so pena de muerte[19].
En cuanto a los demás, creo que pueden ser descartados en función de la historicidad de un único relato: el de la guardia en la tumba.
En este aspecto, debo advertirlo, voy a ir en contra de la opinión de la mayoría de historiadores, que rechazan este aspecto del Evangelio de Mateo como una invención posterior por no encontrarse ni en Marcos ni en las cartas apostólicas. Sin embargo, creo que existen razones de peso, implícitas en el mismo texto, para considerar histórico el que una guardia romana fuera establecida en torno a la tumba con tal de que nadie robara a Jesús y dijera que había resucitado.
Antes que nada, algunos datos sobre el Evangelio de Mateo en sí, que serán útiles para dilucidar este caso: primero que nada, fecha de elaboración. El Evangelio de Mateo está datado entre el 70 y el 90 d.C., esto es, en una época en que los participantes de los hechos o sus descendientes inmediatos seguían con vida y el cristianismo se expandía como el fuego de un incendio en medio de un bosque seco[20].
Segundo, destinatarios: los escritores eclesiásticos Papías, San Ireneo, Orígenes, Eusebio y San Jerónimo concuerdan al declarar que San Mateo escribió su Evangelio para los judíos. Todo en el texto prueba que el escritor se dirigía a lectores judíos. No explica las costumbres ni usos judíos como hicieron los otros evangelistas para sus lectores griegos y latinos, y asume que están familiarizados con Palestina, puesto que, a diferencia de San Lucas, menciona lugares sin dar ninugna indicación de su posición topográfica. Mateo narra los discursos de Cristo que interesarían a los judíos y les deja una impresión favorable: la ley no va a ser destruida sino cumplida, enfatiza más fuertemente en las interpretaciones erróneas de la Ley dadas por los escribas y fariseos, la hipocresía y vicios de estos, todo lo cual interesaba a los lectores judíos solamente. Según San Ireneo, Mateo escribió para convertir a los judíos al probarles que Cristo era el Hijo de David, interpretación rechazada por los críticos modernos tanto cristianos o no, quienes han sostenido que escribió para cristianos convertidos. Sin embargo, dice Zahn (Introd. al Nuevo Testamento, II, 562), el carácter apologético y polémico del libro, así como el escoger el lenguaje, hizo sumamente probable que Mateo deseaba que su libro fuese leído principalmente por los judíos, que todavía no eran cristianos. Fue adaptado para cristianos judíos que estaban todavía expuestas a la influencia judía, y también para judíos que todavía se resistían al Evangelio[21].
Analicemos ahora los datos: Evangelio relativamente temprano, dirigido a judíos y judeocristianos con segura inclinación apologética, en una época de gran expansión del cristianismo. ¿Qué nos sugiere todo esto?
Imagine usted, lector, que es San Mateo o quien sea escribiendo su Evangelio. Usted quiere convertir gente, e instruir a los creyentes en cuanto a como hacerlo. No existe tradición alguna respecto a una guardia en torno a la tumba de Jesús, así que decide tomarse la libertad de inventársela y...ahí empiezan los problemas. Si no hubo una guardia ¿Por qué inventarse una mentira tan grosera, que hubiera sido conocida como tal gracias a los sacerdotes de los judíos, a fin de convertirlos?
Los judíos seguramente hubieran movido cielo y Tierra para que sus fieles estuvieran advertidos contra los estratagemas cristianos. Un judío de la época, ante semejante afirmación, se hubiese limitado a decir no había una guardia, y ya.
Pero hay más: incluso aceptando el relato de quienes sostienen la falsedad de la guardia, esta mentira era completamente innecesaria. Los cristianos habían crecido mucho sin ella, hasta el punto de ser abiertamente perseguidos por su fe (y si no, preguntémosle a Pablo). Incluso, me atrevería a afirmar, hubiera sido contraproducente, dañando la imagen de la secta.
Otra cosa que vale la pena preguntarse es: ¿Por qué no fue inventada una idea semejante antes de Mateo? Después de todo, es lógico pensar que los cristianos estuviesen necesitados de argumentos ante la abrumadora realidad de que no había quien protegiera la tumba de ellos mismos. Y eso sólo hubiese sido posible si la inexistencia de una guardia era hecho conocido, lo cual nos lleva de vuelta al inicio. Alguien podría intentar argumentar que, quizá, nadie hizo esa afirmación por lo fácilmente refutada que sería, al menos hasta que los directamente implicados hubiesen muerto. Pero eso puede descartarse dado que es difícil que los apologistas judíos de la época no hubiesen reparado en ese detalle, dejando algún rastro de semejante realidad en las narraciones a sus discípulos inmediatos, cosa que con certeza Mateo habría tenido en cuenta. En otras palabras, los temores razonables de los primeros cristianos hubiesen sido compartidos por Mateo. Esto nos sirve como indicio de historicidad, puesto que, a menos que la guardia fuese un algo de sobras conocido por la gente de la época, no tendría sentido caer en semejantes juegos.
En cuanto a la pregunta de porqué Marcos y los otros evangelistas no mencionan esta tradición, la respuesta es que probablemente no era algo de interés en las tierras en que estos escribieron sus Evangelios. Esto no quiere decir que no conocieran la historia, sino sencillamente que no era el núcleo de su predicación dadas las preocupaciones de los locales. En particular, es de resaltar que Marcos es un Evangelio muy escueto de por sí, mientras que Lucas escribe para un contemporáneo (que posiblemente ya conocería la historia), el famoso Teófilo. En cuanto a Juan, este es el más reciente, y probablemente el autor ya estaría al tanto de los otros Evangelios, teniendo un mayor interés en dar información nueva (particularmente sobre los discursos privados de Cristo) que en repetir cosas que ya eran de público conocimiento.
Sin embargo, quizá el mejor argumento en contra de esta hipótesis radica en el mismo texto bíblico. Mateo 27: 62-66:

Al día siguiente, después del día de la preparación, los jefes de los sacerdotes y los fariseos se presentaron ante Pilato. 

 —Señor —le dijeron—, nosotros recordamos que mientras ese engañador aún vivía, dijo: “A los tres días resucitaré”.  Por eso, ordene usted que se selle el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos, se roben el cuerpo y le digan al pueblo que ha resucitado. Ese último engaño sería peor que el primero.

—Llévense una guardia de soldados —les ordenó Pilato—, y vayan a asegurar el sepulcro lo mejor que puedan.

 Así que ellos fueron, cerraron el sepulcro con una piedra, y lo sellaron; y dejaron puesta la guardia.

¿Nota algo peculiar? ¡La guardia se puso como mínimo horas después de la muerte de Cristo! Es decir, los discípulos o quien sea tenían la tarde y noche del Viernes, y la madrugada y mañana del Sábado para robar el cuerpo. Es decir: si Mateo sólo añadió una leyenda apologética a su Evangelio, pues esta está estúpidamente mal diseñada. Esto es testimonio no sólo de la honestidad de Mateo, sino de la veracidad del evento: existen sólo dos opciones. O la guardia existió o es sólo una leyenda, y la última puede ser descartada.
Es cierto: Mateo corrige más adelante el problema con un cerraron el sepulcro con una piedra. Es obvio que los guardias comprobaron si el cuerpo seguía ahí o no. Y más aún: los testimonios cristianos anteriores nos hablaban de un Jesús resucitando al tercer día, con lo que -se puede argumentar- no era necesario poner la guardia antes del Sábado.
Sin embargo, es necesario tener en cuenta que el verdadero núcleo del argumento radica en cómo la leyenda da espacio a los escépticos del cristianismo a la hora de plantear objeciones. Si Mateo o alguien más hubiese simplemente inventado esto, hubiese puesto la guardia desde el primer día, sin dejar cabos sueltos.
Quizá el hecho de que el trabajar en Sábado se penara legalmente podría haber tenido algo que ver con que el autor decidiera no poner la guardia antes. Pero de hecho, eso no hace más que confirmar la probabilidad del relato cristiano, ya que en función del peligro real habrían habido menos probabilidades de que alguien se arriesgara tanto.
Además, incluso si el cuerpo hubiese desaparecido antes de que la guardia llegara, los sacerdotes hubieran podido simplemente simular que este seguía ahí o incluso reemplazarlo por otro cuerpo, y nadie podría haber argumentado nada en absoluto a ese respecto. O al menos, eso hubiesen podido decir los enemigos de la Iglesia. Esto a menos, claro está, que el mismo ladrón del cuerpo testificara su desaparición, en cuyo caso se pondría en la mira judeorromana.

Unam, Sanctam, Catholicam

Terminado un trabajo que cualquier apologista evangélico me aplaudiría, tan sólo me queda el último filtro que retrasó mi conversión, la pregunta más importante: ¿Cuál de las decenas de miles de iglesias cristianas del mundo es la auténtica Casa del Señor? Para responder a esta pregunta, deberemos recurrir, como es natural, a las Sagradas Escrituras, fuente primordial de la fe.
Cuando hace ya más de quinientos el padre de la Reforma Martín Lutero publicó sus famosas 95 Tesis, seguramente no se imaginaba que su movimiento iba a representar el mayor cisma en la historia de la Iglesia, desarrollando con el tiempo su(s) propia(s) teología(s). Porque sí: pese a todas sus diferencias, las iglesias protestantes a menudo comparten cinco principios que las caracterizan:  Sola Scriptura (sólo por medio de la Escritura), Sola Fide (sólo por medio de la Fe), Sola Gratia (sólo por medio de la Gracia), Solo Christo (sólo Cristo salva) y Soli Deo Gloria (sólo para la Gloria de Dios).
¿Le cuento un secreto, estimado lector? Sólo por medio de la Escritura fue que yo llegué al catolicismo. Y es que en efecto: ninguna otra denominación cristiana refleja mejor la doctrina bíblica que esta, la Esposa del Cordero.
Para demostrar tan extraña (a la luz de la persona promedio) visión, recurriré no sólo al análisis de los principales argumentos protestantes, sino a una visión integral de lo que la Escritura nos dice.
Quizá el primero y principal de estos, la segunda de las Cinco Solas, sea un buen punto por el cual comenzar. Sólo por medio de la Fe es una expresión bastante explícita. Quiere decir que única y exclusivamente a través de la fe en Nuestro Señor Jesucristo y Su Sacrificio redentor puede uno salvarse de las llamas del Infierno, sin ninguna relevancia de las obras. Básicamente, si crees con fe sincera en Jesús, vas al Cielo sin importar lo que hayas hecho y si no crees, derecho al Fuego Eterno sin más, aunque muchos protestantes añaden que las obras son una manifestación de la fe verdadera.
Pero...¿Es esto lo que enseña la Biblia? Ignoremos por un momento el cómo Dios rara vez pedía a los reyes paganos del Antiguo Testamento cambiar de religión, cosa que no parece compatible, desde la perspectiva de la Sola Fide, con el Dios del Nuevo Testamento que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad(1 Timoteo 2: 4). Vamos a enfocarnos en lo realmente importante: ¿Tienen o no las obras peso en la salvación de acuerdo con la Biblia?
Uno de los pasajes más utilizados para defender semejante posición es Romanos 4: 1-5:

¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne? Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios. Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia. Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia.

De buenas a primeras, no vamos a mentir, este pasaje parece sugerir la posibilidad planteada. Sin embargo, esto cambia al analizárselo en su contexto, puesto que, a priori, esta interpretación contradice al mismo Pablo, quien deja muy en claro en Romanos 2:6-8 que las buenas obras son necesarias para alcanzar la vida eterna, al menos para aquellos capaces de realizarlas: 

Porque Él rendirá a cada hombre según sus obras: a aquellos que con paciencia en bien hacer, buscan la gloria, el honor y la inmortalidad, Él dará vida eterna; pero para aquellos que son sinceros y no obedecen la verdad, sino que obedecen la maldad, habrá ira y furia.

Entonces ¿Qué pasa con el hecho de que Pablo afirme que estamos justificados por la fe sin las obras de la ley? Tengamos en cuenta el contexto: Pablo estaba escribiendo a una iglesia en Roma que lidiaba con una secta herética muy prominente del primer siglo conocida hoy como los judaizantes. Estos herejes enseñaron que la creencia en Cristo y la obediencia al Nuevo Pacto no eran suficientes para ser salvo. Un hombre también tenía que guardar la Ley Mosaica (que, de acuerdo con Hebreos 7: 11-12, ha sido reemplazada en Cristo) y ser circuncidado para ser salvo (Hechos 15: 1-2). Pablo nos dio una pista, entre muchas, de que tenía en mente a esta secta cuando escribió en Romanos 1: 28-29 lo siguiente: 

Porque no es un verdadero judío que es exteriormente, ni la circuncisión verdadera es algo externo y físico. Él es un judío que es uno interiormente, y la circuncisión real es un asunto del corazón, espiritual y no literal[...].

Es en este contexto que Pablo dice que estamos justificados por la fe, aparte de las obras de la ley. En ningún sentido dijo que las obras son innecesarias. Especificó obras de derecho porque estas eran las obras sin las cuales los judaizantes afirmaban que no se puede uno salvar.
En pocas palabras, para Pablo (como sostenemos los católicos a día de hoy), la salvación es un proceso, que comienza con la fe pero no termina en ella.
Pablo no dice específicamente obras de la ley en Romanos 4:5, pero si leemos de Romanos 3:28 a Romanos 4:5 y más allá, el contexto lo hace inconfundible: Pablo se estaba refiriendo a la circuncisión en particular y las mismas obras de la ley a las que hacía referencia en Romanos 3:28.
Romanos 4: 5-10 es suficiente para probar el punto: 

Y para el que no trabaja pero confía en el que justifica al impío, su fe se considera justicia. . . ¿Es esta bendición pronunciada solo sobre los circuncidados, o también sobre los incircuncisos? Decimos que la fe fue considerada por Abraham como justicia. ¿Cómo, pues, le fue contado? ¿Fue antes o después de haber sido circuncidado? No fue después, sino antes de que fuera circuncidado.

Pablo usó el ejemplo de los judaizantes para enseñar la verdad sobre la naturaleza de la justificación y las obras. Las obras que nos justifican, como vemos en Romanos 2: 6-11, son obras hechas en Cristo. 
Es sólo la bondad de Dios la que nos lleva al arrepentimiento para que podamos realizar buenas obras[22].
Pero la creencia en la Sola Fide no sólo contradice a Pablo, sino al mensaje integral de la Escritura. El ejemplo más evidente es Santiago 2: 21-26:

¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino? Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.

Este texto se me hace especialmente llamativo, puesto que Santiago utiliza exactamente la misma analogía que Pablo para probar su punto: la historia de Abraham. Es casi como si Dios se hubiese adelantado a este debate.
Pero hay más, mucho más. Prácticamente toda la Biblia contradice la visión protestante, como en Mateo 25: 33-46:


Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber;fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. E irán estos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.


Una de las vertientes surgidas de la Reforma, a mis ojos la más nefasta de todas, es el así llamado calvinismo, obra del pensamiento del pensador religioso Juan Calvino. Una de las premisas más interesantes y a la vez escalofriantes de esta vertiente del pensamiento cristiano es la de la predestinación: aquella que afirma que Dios predeterminó desde el inicio de los tiempos quién se salva y quién se condena, por mera voluntad suya.
Y es que sí: como afirma José Miguel Arráiz en su artículo Dios quiere que todos los hombres se salven, si usted pregunta a un calvinista, presbiteriano, bautista o puritano si Dios quiere que todos los hombres se salven, no podrá responder afirmativamente. Este error parte de la premisa falsa de asumir que si Dios es soberano, si quisiera que todos se salven, inevitablemente se salvarían, puesto que, caso contrario, hablaríamos de un Dios impotente.
Lo primero que uno se pregunta ante este tipo de afirmaciones es: si Dios es amor (1 Juan 4: 7-8) ¿Cómo puede ser que  no quiera la salvación de todos los hombres? A esto ellos responden que este es un decreto inescrutable, una forma elegante de decir no tengo la menor idea. Y es que no me malentienda usted, lector: el cristianismo está lleno de misterios, pero tampoco es cuestión de torcer la Biblia para inventárselos, como pronto veremos.
Bajo esta forma de ver las cosas, Cristo no muere por todos los hombres, sino sólo por los escogidos, la así llamada expiación limitada. Sobre ellos derrama Su gracia, y al resto los abandona a la maldad. Al parecer, no se escapan tampoco los niños, puesto que aunque parezca sorprendente, horrible, espantoso y ciertamente lo sea, de dos bebés recién nacidos que fallezcan, uno podría ir al Cielo y otro al Infierno, tal y como lo declara la Confesión de Westminster:

Los niños elegidos que mueren en la infancia, son regenerados y salvados por Cristo por medio del Espíritu, quien obra cuando, donde y como quiere. En la misma condición están todas las personas elegidas que sean incapaces de ser llamadas externamente por el ministerio de la palabra…

Los otros no elegidos, aunque sean llamados por el ministerio de la palabra y tengan algunas de las operaciones comunes del Espíritu, sin embargo nunca vienen verdaderamente a Cristo, y por lo tanto no pueden ser salvos; mucho menos pueden los hombres que no profesan la religión cristiana ser salvos de otra manera, aun cuando sean diligentes en ajustar sus vidas a la luz de la naturaleza y a la ley de la religión que profesan; y el afirmar y sostener que lo pueden lograr así, es muy pernicioso y detestable".

La Escritura, sin embargo, tiene numerosos textos que se oponen a esta interpretación. Y esto es tan cierto que los mismos calvinistas han tenido que ajustar la Biblia a la misma. Por ejemplo:

1 Juan 2:2:

El es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero. 1 Juan 2,2

El es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los toda clase de personas. 1 Juan 2,2 versión calvinista.

2 Corintios 5: 14-15:

Porque el amor de Cristo nos apremia al pensar que, si uno murió por todos todos por tanto murieron, Y murió por todos, para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. 2 Corintios 5,14-15

Porque el amor de Cristo nos apremia al pensar que, si uno murió por toda clase de personas, toda clase de personas por tanto murieron, Y murió por toda clase de personas, para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. 2 Corintios 5,14-15 versión calvinista.

Hebreos 2:9:

Y a aquel que fue hecho inferior a los ángeles por un poco, a Jesús, le vemos coronado de gloria y honor por haber padecido la muerte, pues por la gracia de Dios gustó la muerte para bien de todosHebreos 2,9

Y a aquel que fue hecho inferior a los ángeles por un poco, a Jesús, le vemos coronado de gloria y honor por haber padecido la muerte, pues por la gracia de Dios gustó la muerte para bien de toda clase de gente. Hebreos 2,9 versión calvinista.

Por si a alguien le quedan dudas de qué tan tramposa e inadecuada es esta traducción, paciencia, que ya vamos a eso. Por lo pronto, hay que decir que estas modificaciones de estilo no se pueden hacer en otros pasajes, demostrándose así su falsedad:

No se retrasa el Señor en el cumplimiento de la promesa, como algunos lo suponen, sino que usa de paciencia con vosotros, no queriendo que algunos perezcan, sino que todos lleguen a la conversión.
2 Pedro 3,9

¿Acaso me complazco yo en la muerte del malvado - oráculo del Señor- y no más bien en que se convierta de su conducta y viva? Ezequiel 18,23

Yo no me complazco en la muerte de nadie, sea quien fuere, oráculo del Señor. Convertíos y vivid. Ezequiel 18,32

Diles: «Por mi vida, oráculo del Señor, que yo no me complazco en la muerte del malvado, sino en que el malvado se convierta de su conducta y viva. Convertíos, convertíos de vuestra mala conducta. ¿Por qué habéis de morir, casa de Israel?» Ezequiel 33,11.

La gran causa de que el calvinismo haya tomado estas posturas erradas es, fuera de toda duda, la creencia de que la gracia es irresistible. Bajo esta doctrina, el hombre es un receptor pasivo de la gracia, el cual no puede resistirla. 
Uno de los textos bíblicos en que los calvinistas se apoyan para defender semejante idea es Efesios 1:11.

A él, por quien entramos en herencia, elegidos de antemano según el previo designio del que realiza todo conforme a la decisión de su voluntad.

Partiendo de este texto establecen que una serie de razonamientos: Dios realiza todo conforme a Su voluntad, luego hay personas que no son salvas, y es la voluntad de Dios que esas personas no se salven puesto que si Dios quisiese algo y no se cumpliera no sería soberano ni omnipotente.
El error aquí es que, si bien Dios realiza todo conforme a Su voluntad, es también Su voluntad la que ha dado al hombre libre albedrío. Un ejemplo es 1 Pedro 4: 2, para vivir ya el tiempo que le quede en la carne, no según las pasiones humanas, sino según la voluntad de Dios. Es evidente que no siempre vivimos según la voluntad de Dios, y eso no lo hace impotente ni menos soberano.
Otro texto comúnmente utilizado en la apologética calvinista es: 

Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Juan 6,39.

Pero nadie afirma que Cristo pierde a alguien, sino que él mismo se aparta por su propia voluntad de Él. Un ejemplo lo tenemos en Juan 17 donde Jesús usa el mismo lenguaje: 

Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura. Juan 17,11-12

En este este texto, Jesús habla de aquellos que el Padre le ha dado, y dice que ninguno se ha perdido excepto Judas, dándolo por incluido. ¿Cristo perdió a Judas, o Judas se perdió a sí mismo por su propia voluntad?
De esta manera se entienden textos como Romanos 8: 38-39: 

Por lo cual estoy cierto que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo bajo, ni ninguna criatura nos podrá apartar de la caridad de Dios, que es en el Ungido, Jesús, Señor nuestro.

Texto que es frecuentemente citado para dar a entender no sólo que nadie puede apartarnos de Dios, sino que ni nosotros mismos podemos apartarnos, lo cual es algo que el texto no pretende. En realidad, leído en su contexto, el texto habla claramente de un grupo muy concreto de cristianos: aquellos que han sufrido persecución por la causa de Cristo, los cuales por aquél entonces eran muchos gracias al infame emperador Nerón. Esto se deduce de citas como las que siguen:

Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo.-Romanos 8:18-23

Es en este sentido, pues, que Pablo nos dice que sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos (Romanos 8:28-29).

Otro texto bíblico utilizado, quizá el más relevante para este debate, es Juan 6: 44:

Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.

Se suele objetar que la palabra que el texto griego utiliza para traer significa arrastrar con fuerza irresistible, y colocan como ejemplo para esto textos donde se utiliza la misma palabra.
Lo cierto es que este término significa arrastrar, atraer, pero no implica fuerza irresistible.
Un ejemplo lo tenemos en Juan 21:6, donde se utiliza la misma palabra: 

El les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.» La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces. Juan 21:6.

Creo que el texto no requiere mayor explicación: querían arrastrar la red y no podían. 
Juan 21:6 puede utilizarse para decir que quien sea salvo primero tiene que ser atraído, pero no para afirmar que todos los que son atraídos se salvarán. 
La posición católica a este respecto es precisamente que el hombre no puede por sí mismos perseverar en el bien sin ayuda de la gracia (lo contrario sería pelagianismo), pero que a la vez es libre de dejarse mover por ella o rechazarla.
Esta es una posición bastante distinta al calvinismo, en el cual por un lado se dice que el hombre es completamente libre, pero al mismo tiempo se niega que pueda ser libre para rechazar la gracia.
Que el hombre puede ya colaborar con la gracia, dejándose mover o resistirla, es algo claramente revelado en las Escrituras. Pablo, por ejemplo, reclama a los cristianos resistirse al Espíritu Santo:


«¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! ¡Vosotros siempre resistís al Espíritu Santo! ¡Como vuestros padres, así vosotros!-Hechos 7: 51

Por eso, como dice el Espíritu Santo: Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones como en la Querella, el día de la provocación en el desierto, donde me provocaron vuestros padres y me pusieron a prueba, aun después de haber visto mis obras durante cuarenta años. Por eso me irrité contra esa generación y dije: Andan siempre errados en su corazón; no conocieron mis caminos.- Hebreos 3: 7-10

«¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina reúne a sus pollos bajo las alas, y no habéis querido!-Mateo 23: 37

“que bien advertí a vuestros padres el día que les hice subir de Egipto, y hasta la fecha he insistido en advertírselo: ¡Oíd mi voz! Mas no oyeron ni aplicaron el oído, sino que cada cual procedió según la terquedad de su corazón malo. Y así he aplicado contra ellos todos los términos de dicha alianza que les mandé cumplir y no lo hicieron.»-Jeremías 11: 7-8.

Ante estos textos, quienes predican la gracia irresistible admiten que esta puede parcialmente o temporalmente resistida, pero nunca definitivamente resistida. Esto quiere decir que la persona, por más endurecido que tenga el corazón, terminará siendo conversa:


Que Dios, en el tiempo, a algunos conceda el don de la fe y a otros no, procede de Su eterno decreto. Conocidas son a Dios desde e! siglo todas sus obras (Hch. 15:18), y: hace todas las cosas según el designio de su voluntad (Ef. 1: I 1). Con arreglo a tal decreto ablanda, por pura gracia, el corazón de los predestinados, por obstinados que sean, y los inclina a creer; mientras que a aquellos que, según Su justo juicio, no son elegidos, los abandona a su maldad y obstinación. Y es aquí, donde, estando los hombres en similar condición de perdición, se nos revela esa profunda misericordiosa e igualmente justa distinción de personas, o decreto de elección y reprobación revelado en la Palabra de Dios. La cual, si bien los hombres perversos, impuros e inconstantes tuercen para su perdición, también da un increíble consuelo a las almas santas v temerosas de Dios- Canones de Dort 1:6.

Sin embargo, hay numerosos textos bíblicos que revelan que la gracia puede ser también definitivamente resistida:

Pues más les hubiera valido no haber conocido el camino de la justicia que, una vez conocido, volverse atrás del santo precepto que le fue transmitido. Les ha sucedido lo de aquel proverbio tan cierto: = «el perro vuelve a su vómito» = y «la puerca lavada, a revolcarse en el cieno».-2 Pedro 2: 21-22

El texto anterior nos habla claramente de alguien que habiendo sido lavado, ha vuelto a ensuciarse rechazando y resistiendo la gracia.

Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden.- Juan 15: 5-6.

La enseñanza aquí es tremendamente clara: hay que permanecer unido a Cristo, o nos perderemos. El hecho mismo de que se sugiera que esto puede suceder demuestra que así es.
Este y otros textos permiten darse cuenta de que la gracia puede ser resistida no sólo antes de la justificación, sino también después, al punto de caer del estado de gracia y posteriormente condenarse.

Así pues, considera la bondad y la severidad de Dios: severidad con los que cayeron, bondad contigo, si es que te mantienes en la bondad; que si no, también tú serás desgajado.-Romanos 11: 22

Por tanto, es preciso que prestemos mayor atención a lo que hemos oído, para que no nos extraviemos. Pues si la palabra promulgada por medio de los ángeles obtuvo tal firmeza que toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo saldremos absueltos nosotros si descuidamos tan gran salvación? La cual comenzó a ser anunciada por el Señor, y nos fue luego confirmada por quienes la oyeron.-Hebreos 2: 1-3

Quienes creen que la gracia es irresistible también creen que Dios sólo derrama su gracia sobre los elegidos. Ellos son atraídos y los demás (los no escogidos) no reciben la gracia de Dios.
Pero esto también es falso: la Escritura no dice que sólo unos pocos son llamados y que ellos no podrán resistirse a este llamado, sino que [...]muchos son llamados, mas pocos escogidos (Mateo 22: 14). El Apóstol Juan testifica que de la plenitud de Cristo hemos recibido todos, y gracia por gracia (Juan 1: 16).
Cristo enseñó que luego de Su Resurrección atraería a todos hacia él (Juan 12:32). ¿De dónde concluir entonces que la gracia es irresistible?
Más aún: Pablo nos exhorta a cooperar con ella, no a ser un simple receptor pasivo:

Y como cooperadores suyos que somos, os exhortamos a que no recibáis en vano la gracia de Dios.- 2 Corintios 6: 1.

Así el hombre que se condena no lo hace por haber sido predestinado, sino por su propia elección:

Pongo hoy por testigos contra vosotros al cielo y a la tierra: te pongo delante vida o muerte, bendición o maldición. Escoge la vida, para que vivas, tú y tu descendencia-Deuteronomio 30,19

Todo esto no sería más que una mentira si Dios no diera la oportunidad de salvarse a todos los hombres[23].
Claro está, existen también aquellos que, sobre la base de los textos bíblicos, niegan que Dios ame a los pecadores. Sólo me limitaré a decir, como lo señala Dante Urbina, que estos pasajes se encuentran en los tradicionalmente considerados como libros poéticos de la Biblia[24], y que de ser tomados literalmente llevarían a una contradicción no sólo con la afirmación de que Dios es amor, sino con Mateo 5: 43-48:

Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

Lo mismo puede aplicarse a los pasajes en que sectas como los Testigos de Jehová se basan para negar la inmortalidad del alma y por extensión, la existencia del Infierno.
A continuación, me gustaría hacer hincapié en algunas de las críticas principales al catolicismo formuladas por las diversas iglesias protestantes.
La primera y principal es la acusación de idolatría realizada en función de nuestra creencia en la intercesión de los santos. Más allá del hecho de que no es lo mismo rezarle a un santo como si fuese un dios más para que te cure que pedirle su intercesión ante el Dios único (que es de hecho la forma correcta en que debe invocárseles), como se lo pedirías a cualquier otra persona, me gustaría centrarme en el error interpretativo del que deriva todo esto. En 1 Timoteo 2: 1-7 leemos:

Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo. Para esto yo fui constituido predicador y apóstol (digo verdad en Cristo, no miento), y maestro de los gentiles en fe y verdad.

La interpretación protestante del texto nos dice...bueno, que hay un único mediador para la oración entre Dios y los hombres: Jesucristo. El error aquí radica en pasar olímpicamente de lo que dice inmediatamente antes e inmediatamente después, lo cual nos da a entender que se está hablando de Cristo como mediador de Salvación entre Dios y el hombre, como el camino, la verdad y la vida (Juan 14:6), sin el cual nadie llega al Padre. Por lo demás, la Biblia no sólo no prohíbe pedir la intercesión de otros, sino que nos muestra ejemplos en que la misma María lo hizo:

Al tercer día se celebró una boda en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús; y también Jesús fue invitado a la boda, con Sus discípulos. Cuando se acabó el vino, la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino». Y Jesús le dijo: «Mujer, ¿qué nos interesa esto a ti y a Mí? Todavía no ha llegado Mi hora». Su madre dijo a los que servían: «Hagan todo lo que Él les diga». Y había allí seis tinajas de piedra, puestas para ser usadas en el rito de la purificación de los judíos; en cada una cabían dos o tres cántaros. Jesús les dijo: «Llenen de agua las tinajas». Y las llenaron hasta el borde. Entonces les dijo: «Saquen ahora un poco y llévenlo al mayordomo». Y se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino, sin saber de dónde era, pero los que servían, que habían sacado el agua, lo sabían. Entonces el mayordomo llamó al novio, y le dijo: «Todo hombre sirve primero el vino bueno, y cuando ya han tomado bastante, entonces el inferior; pero tú has guardado hasta ahora el vino bueno». Este principio de Sus señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó Su gloria, y Sus discípulos creyeron en Él.-Juan 2: 1-11.

También Éxodo  20: 4-5 se usa en este sentido. Veamos lo que dice:

No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen.

Es curioso como las sectas fundamentalistas y ciertos judíos utilizan este pasaje como argumento en contra del culto a lo santos, no sólo olvidando que los católico no rendimos a imágenes ni nos inclinamos ante ellas, sino sacándolo de contexto. Se les olvida, por ejemplo, que el mismo Moisés hizo imágenes por orden de Dios, como en Éxodo 25: 18-20 y otras decenas de pasajes. Es más: la Biblia nos narra a los israelitas postrándose ante estas imágenes (Josué 7:6). Por lo tanto, hemos de decidir que la prohibición se refiere a la idolatría hacia estas imágenes, a adorarlas en sí mismas.

A estas alturas, y como habrá notado el lector atento, hemos atravesado por numerosos filtros religiosos, que van desde la selección de una de las miles y miles de religiones que ha tenido la humanidad a lo largo de los siglos, hasta el descarte de muchas denominaciones cristianas. Ahora, sólo nos queda el filtro final. Si decidí inclinarme por el catolicismo romano, no es sólo gracias a Mateo 16:19, en que Pedro recibe el primado y la dirección de la Iglesia (Yo te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra, será atado en los cielos; y lo que desates en la tierra, será desatado en los cielos) o en otras palabras, el papado. Tuvo que ver también con la más controversial de las creencias católicas: el Purgatorio. El Catecismo de la Iglesia Católica lo define así:

Todo aquel que muera en gracia de Dios, pero sin estar perfectamente purificado, efectivamente tiene garantía de su salvación eterna; pero luego de la muerte deben someterse a una purificación, de manera que alcancen la santidad necesaria para entrar en el gozo del cielo (1030).

 Y es que mucha gente no lo sabe, pero la Biblia habla muy explícitamente de él en un par de pasajes, aún si la palabra (como la expresión Trinidad, que por cierto es validada en Apocalipsis 22: 13, en que Jesús mismo nos dice que es  el Alfa y la Omega, el primero y el último, el principio y el fincosa que sólo es verdad si Dios la dice, y que por cierto es afirmada por el mismo Dios en el Antiguo Testamento) no aparece. Veamos algunos ejemplos:

Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan a la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo (Mateo 5:25-26).

Es bastante claro. Vas a salir, pero no hasta que hayas pagado el último céntimo. Si se refiriese al Infierno, directamente no saldría.
Pero incluso si este pasaje no fuese lo suficientemente convincente, hay uno en 1 Corintios 3: 11-15 que no deja lugar a dudas:

Pues nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo. Y si uno construye sobre este cimiento con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja, la obra de cada cual quedará al descubierto; la manifestará el Día, que ha de revelarse por el fuego. Y la calidad de la obra de cada cual quedará al descubierto; la manifestará el Día, que ha de revelarse por el fuego. Y la calidad de la obra de cada cual, la probará el fuego. Aquel, cuya obra, construida sobre el cimiento, resista, recibirá la recompensa. Mas aquel cuya obra quede abrasada, sufrirá el daño. Él, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego.

En este caso, no existe lugar para discusión, y creo francamente que mis explicaciones oscurecerían más que aclarar.


Conclusión

Cuenta la leyenda que nací un 20 de Diciembre del 2001, casi al mismo tiempo en que De la Rúa se escapaba en helicóptero. Esto no sé si es cierto y nunca me molesté en averiguarlo, pero la verdad es que a veces me preocupa que sea cosa del destino. 
Lo que sí he podido constatar, es que pasé mis primeros años en una bonita familia llena de amor, especialmente de la mano de una muy religiosa abuela que no esperó mucho para mi bautismo, una historia que es más bien cómica puesto que, ante la ausencia del sacerdote que iba a ejecutar la ceremonia y su propia impaciencia, acabó conmigo recibiendo el primer sacramento a través de un cura que era conocido por su familia de siete hijos. Dicen (y así lo creo) que es a través del bautismo que recibimos el don de la fe, pero en mi caso al menos, a eso nadie podría haberlo sospechado algunos años más tarde.
Tras la temprana muerte de mi abuela, acabé metido de lleno en las creencias de la Nueva Era por influencia de un familiar comprometido con esta y una familia que se había apartado de su fe original, lo que llamaríamos comúnmente "católicos no practicantes". Así, fue que una mezcla de hinduísmo, budismo y cristianismo dominó mi pensamiento religioso en los primeros años de mi vida, en que estaba además obsesionado con el universo y la vida alienígena. 
Sin embargo, la falta de una formación teológica seria pronto hizo mella en mi por aquél momento inocente fe en la divinidad. En cuanto los síntomas de mi condición psiquiátrica empezaron a manifestarse, no tardé en dudar primero de la bondad de Dios y luego de su misma existencia. En mi joven mente no tenía sentido-porque nunca se me había explicado satisfactoriamente-como es que un ser omnipotente y benevolente podía permitir el sufrimiento en el mundo. 
Con nueve o diez años era ya un ateo convencido, tendencia que no tardó en convertirse en violenta y agresiva soberbia contra Dios y los creyentes a los doce o trece, en cuanto me descubrí autodidacta. Un carácter en poco diferente al que se atribuye comúnmente a Lucifer, pero sin siquiera reconocer al Señor, y con una deshonestidad intelectual muy fácil de encontrar entre los Atheus Facebookius.
Con el tiempo, y varias lecciones de humildad de por medio, terminé siendo un agnóstico nihilista que dudaba, literalmente, de su misma sombra. No sería sino hasta el año 2017 que, tras una breve investigación sobre experiencias cercanas a la muerte y los muy extraños fenómenos que las rodean, acabé, quizá por sugestión, desarrollando una forma de religiosidad primitiva y personal, fundamentada en el deseo de no tener una ECM negativa tras morir.
Este temor no hizo sino intensificarse tras mi estudio del Corán y la Sunnah bajo la guía de una musulmana a la que conocí por Internet, que con sus gráficas descripciones del Yahannam ha sido capaz de someter a millones de personas hasta el día de hoy. Pero qué decir: eso de ejecutar homosexuales, permitir matrimonios infantiles o creer literalmente en un relato que sé que es falso (a saber, el de Adán, entre muchos otros), no era para mí, con lo que aún a costa de lidiar con mis fuertes ataques de ansiedad por las noches (fundamentados en lo extrañamente acertado de las profecías islámicas), me alejé lentamente de la parte de mí que quería someterse para tener 72 vírgenes en la otra vida. En ese tiempo, estudié también el judaísmo, desarrollando una casi veneración hacia la más antigua de las religiones abrahámicas, tan racional y filosófica, llegando incluso a leer obras cabalísticas como el DerejHaShem, y un largo tratado fundacional de una rama del judaísmo reformista. Y sin embargo, tampoco llegué a comprometerme de manera firme con esta, por sus casi inhumanas exigencias y práctica ausencia de evidencia.
En este proceso, a la par que más benevolente, me volví también más-paradójicamente-nihilista y blasfemo. Sentía que estaba condenado, y que la vida era sólo un pasillo hacia el fuego eterno tanto para mí como para la mayoría de los hombres. Y fue entonces que, por primera vez, me digné a estudiar seriamente al tan subestimado cristianismo.
Me sorprendió lo refinado de la teología que este había desarrollado a través de los siglos, a través de genios como Santo Tomás de Aquino o San Agustín. Y más aún me sorprendí al conocer que, de hecho, la historicidad de la Resurrección de Jesús estaba lejos de carecer de fundamentos, y que muchas de las creencias de la Iglesia a la que una vez había llamado la Ramera de Babilonia estuvieran mucho más fundamentadas en la Escritura de lo que la mayoría piensa. Aún así, el rechazo de muchos cristianos hacia los homosexuales y transexuales, a quienes me había propuesto servir, logró mantenerme en negación durante mucho tiempo, lo que no impidió que mi culto personal se cristianizara lentamente. Me recuerdo incluso rogando a Agustín de Hipona que me diera una sobrenatural mano en mi conversión, si es que esta era lo mejor para mí. Con el paso de los meses, pasé de invocar a Allah o a HaShem a invocar a la Santísima Trinidad, a través del Kyrie eleison y la Litaniae Sanctorum. Al mismo tiempo, todo a mi alrededor se volvía más negro, siendo presa de una depresión y la sospecha de un pronto suicidio que, razonaba, me permitiría al menos blasfemar al Eterno en su misma presencia antes de ser arrojado a las profundidades del Averno. Así de decadente era mi estado mental.
Un buen día, di finalmente con una obra de un autor por mí ya bien conocido, de nombre José Antonio Fortea. El libro era una reflexión sobre la homosexualidad, que descubrí sorpresivamente comprensiva (aún sin negar su carácter objetivamente desordenado). El que un sacerdote católico y teólogo reconocido tuviera tales opiniones me llevó pronto a terminar mi proceso de conversión. Ese mismo día, charlando con un sacerdote amigo, decidí que no me era lícito continuar negando a lo que había llegado con mi intelecto, más aún si con eso podía servir a los demás.
"Hablando de cristianos, padre, estoy más cerca de Dios que nunca.  Creo que he vuelto al seno de la Iglesia Católica."
Desde entonces, puedo dar testimonio de lo que muchos dicen, que la felicidad está cerca de Dios. Mis pensamientos suicidas y depresión han desaparecido prácticamente por completo. Me siento pleno, amado por Dios y con una dignidad que no creía tener, y es por eso que me he dignado a redactar esta obra. Espero en verdad servir para dar esperanza, o al menos alguna sana inquietud a quien se encuentre en una situación semejante a algunas de las que atravesé a lo largo de mi corta existencia.
Muchas gracias por haber llegado hasta aquí, y que el Eterno, por intercesión de María la Virgen Madre de Dios, le conceda una larga y feliz vida.




Bibliografía

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2.El diario cada vez menos privado de Natsu. "Zeitgeist contrastado". Ver serie completa en: https://natsufan.wordpress.com/2009/10/07/hello-world/

3.O'Neill, Tim. "DID JESUS EXIST? THE JESUS MYTH THEORY, AGAIN." Ver informe completo en: https://historyforatheists.com/2017/05/did-jesus-exist-the-jesus-myth-theory-again/

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7.Habermas, Gary R. "Resurrection Research from 1975 to the Present: What are Critical Scholars Saying?" Ver informe completo en: http://www.garyhabermas.com/articles/J_Study_Historical_Jesus_3-2_2005/J_Study_Historical_Jesus_3-2_2005.htm

8.Dr. John Ankerberg with Dr. Gary Habermas and Dr. Antony Flew. "The Resurrection of Jesus Christ: Was it Physical or Spiritual?" Ver entrevista completa en: https://web.archive.org/web/20120426032022/http://www.ankerberg.org/Articles/_PDFArchives/editors-choice/EC1W0404B.pdf#

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12.Reddit. "What actually happened to Jesus' body after the crucifixion?" Ver informe completo en: https://www.reddit.com/r/AcademicBiblical/comments/gowwj7/what_actually_happened_to_jesus_body_after_the/friziq4/?utm_source=share&utm_medium=web2x

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¿Qué son las terapias de conversión? La crítica de un católico

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