El gran aporte de la Grecia clásica en el marco de la política fue, sin lugar a dudas, el nacimiento de la reflexión sobre la misma, que desembocaría eventualmente en la democracia.
Este hecho, decisivo en la historia, se verifica dentro de un proceso más amplio: la lucha por la afirmación de la individualidad humana y el conocimiento de uno mismo, articulado a través de las más diversas vertientes del pensamiento, conformando un conjunto de ideales educativos que apuntaban a la excelencia de cada hombre.
Homero describe en La Ilíada y La Odisea un arquetipo humano, el modelo del héroe, del individuo excelente. Hesíodo, en Los Trabajos y los Días forja la ética de las clases medias, sobre el equilibrio, la justicia y el trabajo.
Los dioses del panteón griego son completamente humanos salvo por su inmortalidad, y pese a sus atributos, los filósofos buscan los fundamentos de la existencia no en ellos, sino en los principios de la razón. Tales, Anaximandro y Heráclito fueron de los primeros hombres en preocuparse por explicar las causas del mundo físico sin apelar a la teogonía. Sólon había descubierto las leyes de la comunidad social, señalando que el hombre no es un objeto del poder de origen divino, como creían los demás pueblos.
Sócrates se adentra en el alma misma de cada individuo para la búsqueda de la Eudemonia, la armonía entre la existencia moral del hombre y el orden natural del universo. Esta sólo se logrará indagando en el corazón del hombre, donde la ley natural se encuentra, a la que deberá someterse a fin de lograr el dominio sobre sí mismo.
Platón, por su parte, indica que el cuidado del alma es la primera tarea del hombre, y en La República, el primer gran tratado político que es a su vez una teoría de la educación, propone un Estado cuyas palancas, frenos y contrapesos procedan del alma humana y del individuo educado. Se opone al Estado derecho, del todo vacío de sustancia moral, y pretende influir en Atenas para arrancar la República de la demagogia nacida del atomismo social y conducida por la corrupción de los políticos.
En resumidas cuentas, la herencia de Grecia puede reducirse tanto al surgimiento de la razón práctica en la política como de la noción de individuo como agente moral.
La polis
La vida griega y romana se centra en la ciudad-Estado, la polis, que no es sólo una ciudad sino toda una unidad política y religiosa, que supone la soberanía religiosa y política.
La polis es efectivamente el cosmos social del hombre clásico, donde este desarrolla la totalidad de su vida comunitaria. Fuera de sus muros, es un extranjero que no pertenece a ningún ámbito social, y carece del todo así del derecho como del deber.
La polis nació de manera espontánea, con su fuente en la familia, que a su vez la tuvo en la religión de los antepasados. Nada tuvo que ver la razón o la voluntad en este proceso, sino que sus instituciones nacieron porque los ciudadanos las contenían, aristotélicamente, como potencias en sí mismos y su religión ancestral.
Foustel de Coulanges en su clásico "La ciudad antigua", afirmó que la religión estructuró y modeló a la familia, el derecho y la polis. La religión hizo que la familia permaneciera agrupada en torno al altar. La propiedad de la tierra surge, pues, del hecho de que el dios se ha instalado allí mientras la familia alimente la llama del sacrificio. El individuo no pasa de ser, así, un eslabón en la cadena de la familia. La propiedad es un derecho absoluto sobre la tierra por pertenecer a ese ser eterno que es la familia. El padre de familia es un monarca absoluto con poder total sobre los miembros en la medida en que es él el responsable de engendrar la vida, por ser él quien representa la continuidad del culto y del grupo, y mantener encendida la llama del hogar.
En Grecia se le llamó Basileus, rey, y en Roma pater conscripti, siendo Pater un título sacerdotal antes que uno estrictamente carnal.
La familia es, pues, una monarquía que cuando se une a otras familias conforma la tribu, cuya reunión engendra la ciudad. Esta relevante institución estaba estructurada en torno al culto familiar y la comunión de alimentos preparados sobre el altar público, costumbre de la que quedaban vestigios en la época de Augusto. Un ritual importante hasta el punto en que en Esparta se castigaba con la pérdida de la ciudadanía el no asistir a los banquetes anuales.
La polis era, pues, el marco de reflexión de los pensadores griegos. En las 150 polis analizadas por Aristóteles a fin de idear una teoría sobre la constitución del Estado, los ciudadanos participaban en la vida pública. Explicó que la polis nació para hacer posible y digna la vida humana.
Es en Grecia que por primera vez en la historia la ley no resulta de la imposición despótica, sino que proviene de los ciudadanos. La libertad política nace en las ciudades-Estado griegas, por la participación del ciudadano en la marcha del gobierno, engendrándose así el germen de la democracia, y desarrollándose una nueva y peculiar conciencia del valor de la persona individual. Mismo por el que nació el respeto jurídico a la libertad individual, que llevó a imponer a los gobernantes la obligación de rendir cuentas de sus actos.
El Estado tradicional encarnado en un hombre divino es, pues, reemplazado por un Estado encarnado en leyes, por primera vez en la historia.
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