Recientemente, reflexionando sobre la naturaleza de la relación de los atributos que componen la esencia, he desarrollado un boceto de argumento a favor de la existencia de Dios que me gustaría exponer. Este parte de la premisa metafísica de que todo ente es una suma e interrelación de atributos o cualidades, una idea que creo muy difícil de discutir.
El argumento parte de una reducción al absurdo de la idea de que estos atributos existen sólo como contingencias producto de las interacciones de la materia o de otra sustancia similar (como las ideas), llevándonos a la conclusión de que hay un único Ser Simple y Subsistente, que como expondré, debe identificarse forzosamente con Dios.
Partimos de la premisa, como dije, de que las cosas tienen atributos. Sin embargo, es imposible que estos atributos tengan sólo una existencia contingente y material, ya que de ser así las cualidades en cuestión añadirían una nueva cualidad, que es el atributo de poseer cualidades. Este proceso, en la medida en que lo anterior exige una nueva cualidad, que es la cualidad de la cualidad de la posesión de atributos, no puede extenderse hasta el infinito como parece sugerir, ya que si todas las cualidades dependieran ontológicamente, a nivel de su ser, de una cualidad anterior, ninguna de ellas podría existir.
Es esencialmente el mismo motivo por el que no podría haber un tren infinito en que cada vagón empuje al anterior: ninguno tendría la energía requerida para hacerlo por sí mismo. Se necesita, pues, una locomotora, y en este caso la locomotora es la existencia de los atributos per se, como una Sustancia inmaterial que se identifica enteramente consigo misma, hasta el punto en que un procedimiento como el anterior es imposible. La razón por la que no puede haber más que Una es el hecho mismo de que si cada atributo tuviese su propio ser subsistente, cada uno de ellos debería compartir el atributo de la existencia, el cual actuaría como un mero añadido a su esencia, como una cualidad más que exigiría a su vez de la cualidad de existir, que a su vez demandaría la cualidad de la cualidad de existir, y así hasta el infinito.
Se deduce, pues, que ha de existir un Único Ser Subsistente que se identifique a la vez con todos los atributos, que serían una sola cosa en Él pero, de algún modo, diferentes en nosotros. El cómo ocurriría esto exactamente no lo he ideado aún, pero siendo que, como he explicado, es imposible que haya más de Uno, eso no es un problema mayor.
Y si se identifica con todos los atributos, esto quiere decir que es Omnisciente (ya que posee la plenitud del atributo del conocimiento) y Omnipotente (lo mismo, pero con el del poder), además de Omnipresente en la medida en que es inmanente y todo participa de Él.
Alguien puede preguntar como la Omnipotencia, Omnipresencia y Omnisciencia pueden ser iguales teniendo diferentes definiciones. La respuesta está en que son, como dije, diferentes respecto a nosotros, pero idénticas en sí mismas, así como el líder del gobierno y el jefe de las fuerzas armadas son conceptos diferentes, pero que aplican a un mismo ser: el presidente de la nación argentina. La diferencia sería, entonces, relacional como mucho.
Otro ejemplo útil es el de una bola de goma, que es siempre idéntica a la goma de la que está hecha en un sentido pero diferente en otro, lo cual es fácilmente visible cuando se la derrite y comprobamos como el trozo de goma sigue existiendo pero la bola ha desaparecido.
Una objeción que puede plantearse es la posibilidad de que sea la misma posesión de un atributo la que fundamente a la infinita cadena de atributos anterior mencionada, obrando así como primer miembro de la misma. Sin embargo, el problema es que la posesión de un atributo no es más que la manifestación en un ente concreto de un concepto general y abstracto, que a su vez presupone la manifestación del resto de la cadena a nivel lógico. No puedo poseer el atributo de ser azul si no poseo la posesión de dicho atributo. Así, cada miembro de la cadena es anterior al hecho fáctico y no a la inversa.
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