sábado, 3 de julio de 2021

Polacos en la Argentina: vida y obra de migrantes extraordinarios

 


Lo que hoy conocemos como Polonia tiene algo más de mil años de historia. En el siglo X este territorio europeo dio origen a un reino, cuando la monarquía se hizo presente y, poco a poco, fue transformándolo en un vasto Estado de Europa, que no alcanzó, sin embargo, su apogeo sino hasta los siglos XVI y XVII. A fines del siglo XVIII, sin embargo, las cosas habían cambiado. Austria, Prusia y Rusia se repartieron Polonia, y el resultado de estos eventos fue su ausencia en el mapa europeo durante más de cien años. Cien años en los que comenzó la emigración que fue la principal exportación de esta nación durante la primera mitad del siglo XIX. 

A principios de la década de 1870 y en adelante, la emigración tuvo por motivo más la economía personal, siendo que la imagen del campesino y del obrero nacido en Polonia superó su imagen más tradicional, vinculada a la medicina, la ingeniería, el arte de la guerra y las artes plásticas. Ahora eran polacos que huían de la pobreza, en su mayoría analfabetos. 

Y es que, aunque Polonia como Estado había desaparecido, no lo había hecho la nación polaca, cuyos valores permanecieron en el sentir colectivo de sus habitantes, lo cual no evitó que al momento de llegar a la Argentina sus pasaportes los denominaran como rusos, alemanes, austríacos y demás. En 1918, tras la Primera Guerra Mundial, finalmente obtienen la independencia y con ella, la ciudadanía polaca.

El objetivo de este trabajo será exponer la vida y obra tanto de esta colectividad como de muchos individuos particulares en la República Argentina, que no son, como veremos, una materia despreciable.

Los primeros: cómo Polonia aportó a 

la colonización del vasto territorio argentino


La presencia polaca en Argentina se remonta a sus mismos inicios como Estado independiente, hasta el punto en que hubo algún polaco en casi todos los eventos relevantes de nuestra historia nacional. Pelearon en las guerras de independencia, en la batalla de Caseros, en la guerra del Paraguay, en la Conquista del Desierto y, a través de su descendencia, en la mismísima Guerra de Malvinas. Los hubo militares, científicos, docentes, obreros y agricultores, con aportes nada despreciables.

Podemos comenzar con el conde Alexander Walewski, un hijo ilegítimo de Napoleón Bonaparte que, en su calidad de brillante diplomático, fue enviado a negociar el fin del bloqueo francés. al puerto de Buenos Aires en el año 1847. Poco después de su llegada su esposa dio a luz a una niña enfermiza de nombre Isabel Elvira, que sin embargo murió menos de dos meses después, aún cuando el mismo Rosas ordenó que fuera atendida por los mejores médicos. Tras regresar el matrimonio a Francia, dejaron aquí el cadáver de su hija, que descansa en la tumba de su madrina, doña Mariquita Sánchez de Thompson.

Pese a esta especie de historias, el primer flujo realmente significativo comenzó con la fracasada Insurrección de 1863, en que el Imperio Ruso logró mantener bajo control el país1, con un saldo de al menos 20.000 muertos y muchos más en prisión, o peor aún, en los trabajos forzosos en Siberia. Con esta enorme desgracia murió la idea de recuperar la independencia por medios violentos. Para muchos, la reacción fue replegarse sobre sus valores tradicionales en instituciones como la familia, donde la mujer fue guardiana de la religión y las tradiciones. Para otros tantos, sin embargo, la resignación simplemente no era una opción, y optaron por el exilio a fin de continuar la lucha o de profundizar sus estudios de la ciencia y la técnica. Un tercer grupo, numerosísimo también, sólo buscaba huir de la miseria. 

Fue así que muchos llegaron hasta nuestras tierras, primero de Rusia, luego de Alemania y eventualmente de la región de Galitzia, en el Imperio Austro-Húngaro. En 1866, el Padre Carlos Mikoszewski encabezó a un grupo de representantes del Comité Central pro Ayuda a las Víctimas de la Insurrección, que vinieron a la Argentina en busca de apoyo. Lo siguieron hombres venidos de Francia o Estados Unidos, que pronto se sumaron al ejército que luchó en la Guerra de la Triple Alianza.

Dos pueden ser destacados: Jordan Wysocki y Teófilo Chodasiewicz, quien estuvo a cargo del primero empleo militar de un globo aerostático por parte de Argentina, en el año de 1866, cuando se realizaron tareas de observación militar sobre las líneas enemigas.

Parque tres de Febrero
Wysocki, ingeniero de profesión, llegó en 1867, y se lo puede hallar en muchos sitios de Argentina. Formó parte de la Oficina Topográfica Militar y de la Sociedad Geográfica de Buenos Aires, además de relevar topográficamente la provincia de La Pampa. Sin embargo, su obra más importante es sin duda el Parque Tres de Febrero, más tarde rediseñado por Carlos Thays, quien de hecho vivió en una casa diseñada por Wysocki.

Como él, muchos otros ingenieros polacos fueron relevantes en la modernización del país. Junto a ellos trabajaron obreros polacos por centenares, muchos de los cuales murieron en el arduo trabajo de la extensión de las vías en nuestro país.

Otra obra para contemplar y admirar en medio de los colores de La Boca es el trasbordador Nicolás Avellaneda, que cruzaba el río en menos de media hora, y cuya estructura metálica se construyó por partes en Inglaterra para luego ensamblarse en Buenos Aires. Allí destacó el ingeniero Bernardo Zakrzewski, que contó con obreros también polacos.

Trasbordador Nicolás Avellaneda
 Entre los médicos exiliados en el 63 estuvo Ricardo Sudnik,   quien acompañó a Roca en su Campaña al Desierto. Pero no   todos estos profesionales de la medicina acabaron en un campo   de batalla.
 






La trágica historia de 
la familia Jurkowski


Esta historia comienza en Salto, Uruguay, en medio del carnaval de 1898, donde los jóvenes, bajo la supervisión de padres y tías, jugaban como cada año a conquistarse. En medio de las flores y serpentinas, dos carruajes se cruzaron. Él iba con sus amigos y ella, estaba acompañada por su padre y si madrastra. Ninguno había tenido anteriormente una pareja. 

La niña de catorce años, de nombre María Esther, era hija de Julio Jurkowski, médico polaco y fundador de la Facultad de Medicina de Uruguay. Su madrastra era Carlota Ferreira, mujer con muchas parejas a sus espaldas, que llegó a ser inmortalizada así vestida como desnuda por uno de sus amantes, su suegro, el pintor Juan Manuel Blanes. 

En 1886 se había casado con Nicanor, hijo menor de Blanes, pero no tardó en conseguir la anulación del matrimonio para unirse a Julio Jurkowski, que había participado en la pequeña guerra antirrusa de 1863.

Jurkowski hizo en el Uruguay una gran carrera, llegando a ser decano de la Facultad de Medicina, para luego casarse con la hija de un colega y tener a María Esther. Años después, sus compañeros de oficio le advirtieron vanamente sobre los males que se cernirían sobre él si continuaba su romance con Carlota, quien era para esas alturas una conocida adicta a la morfina. En 1895 se mudó con ella y su hija a Salto, para abrir una clínica psiquiátrica que pronto lo llevaría a convertirse en el padre de la hidroterapia local, también conocido como el "doctor del agua"

Tras el romance de Esther y Horacio, Jurkowksi y Carlota se mudaron a Cosquín con Miguel Laudanski, un doctor también polaco, a fin de abrir una clínica para tuberculosos, que fue todo un fracaso. El socio se suicidó y él quedó en bancarrota y, para colmo, en una adicción a la morfina. Dejó a Carlota y se mudó a Apóstoles, Misiones, con su enfermera de nombre Rosalía. 

Fue el primer médico del hospital de Apóstoles, y aunque trabajó incansablemente entre los polacos que estaban felices por tener atención médica en su idioma, murió el 22 de Diciembre de 1913, víctima de una sobredosis de morfina. Rosalía quedó vagando por las calles en una locura de amor de la que nunca se repuso.

Por su parte, María Esther y Horacio tuvieron un apasionado romance en un ambiente pueblerino, esto hasta que la madre de él y la familia de ella se opusieron a la relación, y aunque la enviaron a Buenos Aires para alejarlos, el amor de Horacio lo llevó a la otra orilla en más de una ocasión. Fue en uno de estos viajes que conoció a Leopoldo Lugones. Juntos, se trasladarían a Misiones, dedicándose él a fotógrafo. Quiroga contó la historia de su primer amor en una novela de nombre Una estación de amor. Y eventualmente, terminaría por suicidarse en 1937, sólo para que ella le siguiera poco después.

Koslowsky: el nacimiento 

de la herpetología argentina


Julio Koslowsky fue un científico y explorador que llegó a Buenos Aires en 1886, que acabó colaborando con el Perito Moreno, y fue el gran iniciador de la herpetología, el estudio de los anfibios y los reptiles, en nuestro país. Durante sus exploraciones consiguió una cantidad importante de ejemplares, especies nuevas (en aquél entonces) para la ciencia, que acabaron muchas veces en las colecciones del Museo de La Plata.

Tras llegar a Buenos Aires, trabajó como profesor y en 1894 acabó de naturalista viajero para el anterior mencionado Museo. En 1895 se sumó a las exploraciones destinadas a fijar el límite fronterizo con Chile, comandadas por Moreno, y entre ese año y 1896 exploró el Sudoeste de Chubut, el Noroeste de Santa Cruz y parte de Puerto Aisen, en lo que hoy es Chile. También realizó expediciones al lago La Plata y fue el primer hombre blanco en alcanzar su extremo Oeste.

También fue el responsable de trasladar al Museo de La Plata el primer meteorito hallado en la Patagonia, el Kapper. Y cuando Moreno planeó establecer colonias en regiones en litigio con Chile, Koslowsky se trasladó junto a su esposa, sus hijos y otras seis familias polacas y lituanas al Valle Huemules. Llegaron en pleno invierno y no hubiesen sobrevivido sin la ayuda del cacique Quilchamal. Tras dos años de padecer hambre y frío, la mayoría de los colonos desistieron de la empresa y se mudaron, dejando a Koslowsky y los suyos solos. 

Por semejante servicio a la patria, el Valle Huemules fue llamado Koslowsky, y fue allí donde confluyeron las comisiones de Chile, Argentina y Gran Bretaña, que fungía como mediadora. En el valle también se instalaron peones galeses a fin de trabajar en el tendido de líneas telegráficas, cuyo centro se encontraba nada menos que en la vivienda de Koslowsky. Todo esto reafirmó la presencia argentina en el valle, lo cual sumado a la línea telegráfica, logró llevar la frontera unos 30 kilómetros hacia el Oeste. 

En 1916 fue uno de los fundadores de la Sociedad Ornitológica del Plata, y ante su fracaso en todos los negocios que emprendió, y ya en la ruina, regresó en 1921 a su estancia de Lago Blanco, donde falleció en 1923.

Breve biografía de una

maestra sarmientina

Nuestra historia comienza con un diplomático argentino en los Estados Unidos, que además de haber conocido militares de origen polaco como Chodasiewicz, se encontró con una mujer para ofrecerle trabajar aquí. Su nombre era Domingo Faustino Sarmiento, y ella era Emma Nicolay. Nacida en Polona, se trasladó junto a su familia a un castillo de Italia tras la insurrección del '63, donde se educó y posteriormente se casó con Giulio Caprile. Ya casada con él, y gracias a su inquietud intelectual natural, rara en las mujeres de su tiempo, ejerció el magisterio en Suiza y luego su marido aceptó mudarse a los Estados Unidos para que ella se perfeccionara como maestra. En 1870 vino a la Argentina, donde dirigió exitosamente la Escuela Dominical de la Sociedad de Beneficencia y, hacia 1874, al crearse la Escuela Normal de Maestras N° 1 en Buenos Aires, fue designada directora. Personajes ilustres como Hipólito Yrigoyen, Alicia Moreau de Justo y Otto Krausse pasaron por sus aulas.

Poco más de dos años después, la primera camada de maestras concluyó sus estudios, entre ellas quien sería la primera médica argentina, Cecilia Grierson.

Sin embargo, con certeza la mayor aportación de Nicolay a la educación argentina es el diseño de un nuevo método para la enseñanza de la lecto-escritura, editado en 1882 y que pronto fue adoptado por el Consejo General para su uso en las escuelas. Tras morir en Julio de ese mismo año, el Gobierno decretó honras nacionales, con un sepelio solemne en la Recoleta.

De campesinos y

 cismas religiosos

Corría el año 1897 cuando llegaron los primeros campesinos polacos y ucranianos de Galitzia, en el Imperio Austro-Húngaro. Los primeros se instalaron al Sur de Misiones, tras ser albergados en el Hotel de Inmigrantes y luego trasladados a la La Plata, donde quedaron bajo la protección de Michal Szelagowski, también polaco, quien los envió a Misiones donde su amigo, el gobernador Lanusse, no sólo los recibió sino que pagó sus pasajes hasta Posadas. 

No obstante, los terratenientes no quisieron conceder tierras para su asentamiento, con lo que Lanusse los llevó a la colonia de Apóstoles, donde se instalaron, en el mes de Agosto, las primeras 15 familias. Allí, recibieron sus chacras libres de pagos, y ayuda del gobierno en forma de casas, animales, herramientas, semillas y provisiones.

Los primeros grupos que llegaron entre 11897 y 1899 no contaban con grandes recursos económicos, en contraposición a los que llegaron de 1900 en adelante, que poseyeron un gran poder adquisitivos y educativo.

Tras acabarse las tierras disponibles, se fundó la colonia de Azata en 1900, y durante mucho tiempo la vida de estos inmigrantes fue marcada por el conflicto y las diferencias entre la población polaca y la ucraniana. A estos últimos les irritaba que hasta el gobierno les llamara polacos, y peor aún, que los sacerdotes latinos, polacos o alemanes, intentaran además convencerlos de que lo eran, tratándolos como si fueran del rito latino, lo cual acabó por originar varios años de lucha.

Los fieles ucranianos exigían párrocos de su rito, e incluso erigieron templos esperando a que alguno llegase. Hubo serios conflictos con los sacerdotes polacos a quienes se confiaron estas poblaciones. 

De entre ellos destaca la figura del Padre Marianski, quien organizó la vida tanto religiosa como social de la aldea. Fue el responsable de la construcción de la iglesia de San Antonio, de la escuela, del albergue para los escolares y muchas cosas más. Además, dotó al pueblo de un periódico en su lengua, de una biblioteca y de un club social. Todavía hoy el pueblo conserva el aspecto dado por este ilustre sacerdote hace casi un siglo. 

A todo esto, polacos y ucranianos habían construido una capilla para ambos ritos, donde habrían de turnarse para rezar. Sin embargo, la convivencia llegó a ser insoportable hasta el punto en que estos últimos acabaron por dejar de asistir, en una situación difícil, en que los niños no eran bautizados, las parejas no se casaban y los muertos se sepultaban sin ceremonia religiosa de por medio.

Mientras tanto, en Tres Capones, construyeron otra capilla, que originó una larga sucesión de conflictos entre ambas etnias. Algunos ortodoxos propusieron invitar al sacerdote ortodoxo porteño, Konstantino Izrastov, a fin de consagrar la capilla, y ante la concordancia, en 1907 este cura llegó al pueblo. A último momento no tuvo mejor idea que condicionar la consagración de la capilla a que todos los parroquianos se inscribieran en la Iglesia Ortodoxa Rusa, a lo cual accedieron más de la mitad de ellos, produciéndose formalmente el cisma en 1908. El templo ortodoxo aún posee una campana obsequiada por Nicolás II de Rusia en el año 1913. 

Represión y persecución, o la homogeneización 

a la fuerza de la población nacional

En Europa Central cada quien es definido por su nacionalidad, así como por su religión: un galitziano puede ser católico, bizantino o judío, y sus lazos religiosos fortalecen su nacionalidad. Eso en principio, puesto que también juega un papel el hecho de que el Imperio Austro-Húngaro hasta 1918 dejaba que fueran las comunidades religiosas quienes hicieran las veces de registro civil. 

Las banderas y cruces enfrentaron a los inmigrantes, logrando dividir sus comunidades y familias. Hubo, además, otra complicación: la educación que iba junto a la religión. En efecto: la división no contó con la participación sólo de los migrantes, sino que en ella influyó también el Estado argentino.

Al llegar a Misiones lo inmigrantes, como es natural, intentaron reproducir sus culturas nacionales. Su idea de nación era una cuestión más espiritual que territorial: idioma, religión y cultura, cosa que chocaba con los planes del Estado.

La Ley de Educación Común del año 1884 (y de esto no caben dudas ante lo que veremos), no fue pensada sino como herramienta a fin de lograr la homogeneidad cultural de la población. Marianski pensó desde el primer momento en la creación de un internado para ayudar a las familias que vivían lejos del centro. Las escuelas parroquiales impartían tanto instrucción religiosa como conocimientos generales en lengua polaca. 

No es difícil entender que, para los niños, a quienes se prohibía en la escuela pública el uso del polaco y se les impedía el del español en la escuela particular, la situación era cuanto menos conflictiva. Así, mientras en una se formaban los hábitos y costumbres propias de los inmigrantes, en la escuela pública se humillaba al alumno por ellas.

Para colmo de males, los docentes solían tener actitudes hirientes a los sentimientos religiosos ucranianos y polacos, como cuando arrancaban del cuello de los niños sus rosarios o medallas.

En 1930, se produjo un golpe de Estado en medio del auge del nacionalismo de derecha en el país, con lo que se agravaron las medidas represivas. Todo esto ocasionó un cambio en la estrategia cultural migrante, replegando sus manifestaciones culturales hasta su casi desaparición.

Desde el inicio de la Segunda Guerra Mundial hasta la caída del comunismo, se produjo en toda la provincia un olvido y ocultamiento de los orígenes de los pobladores que, pese a todo, se ha visto renacer en años recientes. Así, es común que en el Sábado Santo se vea a miles de fieles yendo al templo para bendecir las canastas con los alimentos que consumirán el Domingo de Pascua, tradición que, si bien es típicamente polaca, terminó por hacerse criolla en estos lares.

Polonia y Misiones:

 crecimiento a yerba y tabaco

El así denominado (y escasamente conocido) Patrimonio Industrial de una sociedad está compuesto de los restos cultura industrial de épocas pasadas, que poseen un valor histórico particular. Edificios, maquinarias, talleres, molinos, fábricas, minas y demás.

En la Argentina, particularmente, hemos perdido mucho, pero en Apóstoles hay un museo que quizá sea único en todo el país: el Museo Juan Szychowski, que alberga el patrimonio industrial de la actividad molinera de los inmigrantes de Galitzia.

Algunas máquinas construidas por Szychowski 
en el museo que lleva su nombre

Juan Szychowski llegó en 1900, con once años de edad y apenas dos de escolarización, como parte de un contingente de inmigrantes muy peculiar: tenían dinero, equipaje en cantidad, útiles de labranza, carros e iconografía sagrada. En ese año y por primera vez en la historia, por los caminos del país se movilizaron los carros polacos, tirados caballos que reemplazaron a la tradicional carreta de bueyes, en el que quizá sea el primer aporte a la actividad yerbatera local.

El carro polaco se caracteriza por dos asientos frontales, uno para el conductor y otro para el acompañante, y su uso está destinado a la carga, con una capacidad máxima de unos 900 kilos. Fue, por ello, el medio de transporte más común durante los primeros años, y aún se utiliza en los campos. 

No tardó Szychowski tras su llegada en ingresar como aprendiz de herrero el taller del señor Palaszewski, hasta eventualmente tener su propia herrería, especializada en la construcción de herrajes para carros de carga y paseo, todo hecho de forma manual.

Con el paso de los años, fue diseñando y construyendo diversas máquinas agrícolas, incluyendo una sembradora de arroz, cuya siembra en hileras permitió graduar la densidad del cultivo, volviéndolo así más uniforme. Esta sería sólo la primera de sus creaciones, que están expuestas en el museo.

En aquellos tiempos, la supervivencia dependía de la colaboración entre vecinos a la hora de levantar las cosechas. Por ello se organizaban cuadrillas de trabajo y se partía a trabajar de chacra en chacra a fin de que cada colono pudiera levantar toda su cosecha. Estas reuniones eran llamadas pucherones o ayuntorios, y mientras los hombres trabajaban, las mujeres cocinaban para todos los presentes, y cuidaban de los niños, para luego comer todos juntos intercambiando anécdotas e información sobre cuestiones agrícolas. 

Los primeros años fueron realmente duros para los colonos, entre enfermedades desconocidas que se llevaban a sus hijos y el bajo precio de sus productos.

A principios de 1914, los Szychowski decidieron regresar a Polonia, lo cual fue impedido sólo por el inicio de la Primera Guerra Mundial. En el proceso, Juan había conocido el funcionamiento de un torno de precisión alemán, y de regreso en Apóstoles, ya en el año 1915, Juan comenzó a construir un torno de madera accionado por un malacate traccionado por un burro. A partir de esta rudimentaria maquinaria, acabaría por construir un torno de precisión concluido en 1917, que se presume es el primero en, sobre la base del metal, ser construido en el país. No posee una sola pieza comprada, sino que todas ellas fueron fabricadas a mano por él. Con este torno ejecutó la construcción de sus máquinas, empezando por una destinada a la molienda y envasado de yerbas mate, y terminando por molinos de arroz y una fábrica de almidón de mandioca. Este torno permaneció en uso hasta 1994, cuando se decidió construir el museo a fin de preservas su obra. 

En 1920, Palazsewski le regaló el primer motor de energía que poseyó el pueblo, y Szychowski, haciendo gala de su genio, lo modificó, reparó y dejó a funcionar hasta 1994.

Construyó luego una represa sobre el arroyo Chimiray, con la que elevó el nivel del agua y desvió su caudal a través de un canal de 700 metros abierto pala y pico, cuyo desnivel generó la fuerza para accionar una rueda hidráulica que inicialmente movilizó el molino arrocero. Misma que, nuevamente, puede verse en el museo, y que luego fue reemplazada por la actual turbina tipo Kaplan, que también diseñó y construyó él mismo.

Si bien en La Cachuera se cultivaba yerba mate desde 1920, recién en 1936 comenzó la instalación del primer molino yerbatero, con maquinaria construida también por él, y al poco tiempo construyó la primera máquina envasadora de yerba mate, cuya capacidad aproximada era unos 50 paquetes por hora.

En 1948 se formó la sociedad  Juan Szychowski, a la que ingresaron todos sus hijos que junto a sus descendientes, integran la empresa familiar. La yerba acabó por razones de marketing, siendo conocida por el famoso nombre de Amanda.

Juan Szychowski falleció en 1960 y su tumba se encuentra en una locación escogida por él mismo, en la cima de una colina, desde donde se aprecia el arroyo que doblegó y las verdes plantaciones de yerba mate. A su lado descansan su esposa y varios familiares, junto al primer obrero de su establecimiento.

Polacos en la ciudad

No fueron pocos los que al llegar al país encontraron no más que trabajos estacionales, ya fuera en las distintas cuadrillas del ferrocarril o en las cosechas de cultivos varios. De entre estos, muchos no podían elegir a dónde ir, y eran llevados al Norte sin saber ni el dónde ni el para qué. 

Tal fue el caso de Boleslaw Krzywosz, cuyo apellido es hoy en día Crivos. Al llegar, en la década de 1900, fue llevado a Tucumán, y aunque tenía estudios de electricidad y pensando en un trabajo urbano, pronto se encontró en medio de un ingenio azucarero sin comprender cómo había llegado hasta allí. Sin dinero, caminó a lo largo de las vías del ferrocarril hasta llegar a San Isidro, donde el jefe de la estación lo alimentó, le dio cama y tras dejarlo dormir durante dos días completos, le consiguió un trabajo como jardinero. Al poco tiempo, Boleslaw supo que había polacos en Berisso, y hasta allí fue para construir las casas de quienes seguían llegando, y aunque su historia tuvo (podría decirse) un final al menos comparativamente feliz, a la mayoría no le fue tan bien.

Ciudad de Berisso
 desde el aire

Berisso es recordado como un páramo fabril que fue creciendo al calor del trabajo. Surgió alrededor del frigorífico La Plata Gold Storage, más no se desarrolló sino hasta la llegada de Swift y Armour. Hombres y mujeres trabajaron allí en empresas como Bagley y Alpargatas. En las primeras dos décadas del siglo XX predominó la población extranjera.

Un síntoma de ello fue el surgimiento de instituciones asociativas con diversas funciones: desde la ayuda para la integración del recién llegado hasta la colaboración económica para el entierro, pasando, desde luego, por la búsqueda de empleo y la asistencia médica.

70 años fue este el punto de encuentro de quienes buscaban trabajo, más con la privatización y traslado de Swift comenzó su decadencia. 

Un símbolo de esta era fue y de la calle Nueva York, fue La Mansión Obrera, un proyecto de casas para obreras impulsado por organizaciones católicas, cuyo arco, una vez emblemática, hoy enmarca la vida entre casas tomadas y los intentos de crear un centro cultural.

La República 

de Polonia

Terminada la Gran Guerra, Polonia recuperó su independencia, y en 1920 se creó en Buenos Aires el Consulado General polaco. En 1922, la surgió la Legación de la República de Polonia en esa misma ciudad. 

Es en el período de entreguerras que se vivió la mayor presencia polaca en la historia del país, y cuando las asociaciones polacas se organizaron y dieron origen a muchas sociedades. En 1926 se creó un organismo central, lo que hoy es la Unión de los Polacos de la República Argentina.

En estos años de desarrolló también la prensa polaca, representante de diversas ideologías. Algunos, como La Voz de Polonia, continúan publicándose. En 1932, era tan fuerte la presencia polaca en Argentina que este periódico dejó de ser un semanario para convertirse en un periódico adquirible en los quioscos.

Los orígenes de la ciudad de

Comodoro Rivadavia

En 1897, Francisco Pietrobelli fundó la colonia Ideal, hoy Colonia Sarmiento, en Chubut. Al año siguiente llegaron los primeros polacos, pero este nuevo asentamiento, paradójicamente, se debilitaba con el crecimiento de la población, por falta de un puerto propio. 

Bandera de
Comodoro Rivadavia

Pietrobelli estudió cómo llegar al océano a través a través de las montañas y, tras varias exploraciones, logró construir sobre la costa el primer edificio de Comodoro Rivadavia, que sería fundada oficialmente el 23 de Febrero de 1901.

En 1906, el salesiano Ludovico Dabrowski bendijo las máquinas de perforación del Pozo 2, responsables de extraer por primera vez el petróleo local

En la empresa Astra trabajaron polacos desde fechas tan tempranas como 1917. El desarrollo petrolero requirió, como es obvio, de personal especializado, que era más fácil de conseguir en Europa. Y aunque el petróleo fue aquí la actividad principal de los inmigrantes polacos, también los hubo que se dedicaban a la zapatería, la mecánica, el comercio y otros.

En 1922, se fundó la asociación polaca más austral del mundo, y se la puso al servicio de esta ciudad.

En Córdoba y el Chaco

Juan Minetti, industrial exitoso en el sector harinero, inició a fines de la década de los '20 la construcción de una planta de Cemento Portland en Dumesnil, a 16 kilómetros de Córdoba, fábrica que se convirtió en un polo de desarrollo hasta los '60.

Los polacos comenzaron a llegar con la puesta en marcha de la cantera que explotaba las sierras circundantes. Aunque las primeras autoridades ejecutivas fueron alemanas, a su regreso a su patria poco antes de la Segunda Guerra Mundial los puestos correspondientes fueron ocupados por polacos.

Muchos otros llegaron a Córdoba y se dedicaron al comercio, la sastrería, la carpintería o se desempeñaron como mecánicos. Algunos se emplearon, también, en la Cervecería Río Segundo. Ante la escasez de mujeres polacas con las que casarse, comenzaron a hacer lo mismo que los de Chaco o Buenos Aires, esto es, buscarlas en Misiones, o incluso, en ocasiones, pedirlas por carta, enviando mensajes a su natal Polonia pidiendo una chica dispuesta a venir a la Argentina para casarse.

Los primeros polacos establecidos en Chaco fueron allí a fin de trabajar en la construcción de los ramales ferroviarios locales. Más tarde también vinieron de Misiones para las cosechas de algodón.

La masacre de Oberá

Oberá es un término guaraní que significa que brilla, y que designa a un territorio anteriormente denominado como Yerbal Viejo. Oberá es a día de hoy un extenso departamento de la provincia de Misiones, integrado por nueve municipios. Los polacos comenzaron a llegar a estas tierras de una manera más bien lenta y a medida que se iban agotando las buenas parcelas al Sur de la provincia. De entre ellos, la mayoría lo hizo en el período de entreguerras, y la mayoría no encontró lo que vino a buscar.

El período comprendido entre 1935 y 1940 fue realmente duro para ellos, particularmente para los tabacaleros, producto de una combinación de factores empezando por una fuerte sequía y terminando con un reciente impuesto sobre la yerba mate, por no mencionar los problemas relacionados con la distribución de las tierras. 

El 15 de Marzo de 1936, colonos ucranianos, rusos y polacos realizaron una marcha hacia el pueblo de Oberá, en reclamación de mejores precios para sus productos, la repartición equitativa del terreno, y la anulación de un impuesto sobre las nuevas plantaciones. de yerba.

Una caravana pasó cerca del galpón de uno de los principales representantes de la Compañía Cuarenta y Tres de Tabaco, donde la policía y algunos comerciantes locales los recibieron a balazos, ocasionando una gran cantidad de heridos, quince muertos, muchos detenidos y mujeres violadas en las comisarías. En la huida, entre pisotones y caballos desbocados se produjeron más heridos y muertos. Los sobrevivientes debieron esconderse en los montes durante días. 

En efecto: la policía les había tendido una trampa con la connivencia de los productores para los que trabajaban, aún cuando los agricultores estaban debidamente autorizados por el gobernador de Misiones. Siguiendo al periodista Carlos Correa, se deduce que la policía habría difundido que la intención de los colonos era saquear comercios y viviendas. Por ello los civiles no tardaron en tomar sus armas y disponerse a la defensa, atacando a traición a quienes eran no más que unos indefensos chacareros.

En 1936, el juez Colman Lerner encontró culpables a los policías y a los comerciantes que participaron en los hechos, así como los organizadores de la protesta, que fueron trasladados a la Capital Federal.

Un telegrama dirigido al gobernador desde el consulado polaco da cuenta de la difusión internacional de los hechos.

El nacimiento 

de las villas miseria

Muy curiosamente, los primeros datos sobre la formación del equivalente argentino de las favelas y chabolas, las villas miseria, nos indican que estas nacieron y se formaron en base a inmigrantes europeos. Más concretamente, con la así llamada Villa Desocupación, la primera de ellas.

Villa Desocupación, el barrio
popular más antiguo de Buenos Aires
Con la crisis de 1929 la consecución de un trabajo era misión imposible, incluso en la rica y próspera Buenos Aires, en que los inmigrantes solían pasar días enteros recorriendo las calles en vano. Algunos llegaron a ser engañados y luego prácticamente esclavizados en el interior. Todo esto hasta que en 1931 el Estado argentino decidió darles refugio en unos galpones vacíos en Puerto Nuevo, que acabaron siendo llamados Villa Desocupación. Al año siguiente surgió Villa Esperanza, y desde entonces la Argentina no se ha librado de estas lamentables poblaciones.

La Asociación Dom Polski creó también el Patronato Polaco, que actuaba como una agencia de colocaciones y asesoramiento para los obreros, que también solía organizar el regreso a Polonia, y que estableció comedores gratuitos en Retiro. Allí, más de cuatrocientas personas recibían el almuerzo y la cena cada día, y hasta se pagaba un asilo nocturno para los que no tenían donde dormir.

A pesar de la crisis, ese mismo año se inauguró el PKO, el Banco Polaco, y de sus empleados el más conocido fue Witold Gombrowicz, que permaneció en Argentina al estallar la Segunda Guerra.

En Octubre del 30 había nacido el Hogar Polaco, institución que se mantuvo siempre independiente del resto de organizaciones, llegando a publicar su propio diario. En la crisis fue refugio para quienes estaban lejos de sus familias, centro de reuniones sociales, fiestas, bailes y comilonas. Los fines de semana hacían picnics en los balnearios del Río de la Plata, pero finalizada la década, con la invasión nazi a Polonia se detuvieron las celebraciones, y pronto surgió la iniciativa, consolidada en el Salón Príncipe Jorge, junto a diplomáticos y otras sociedades de residentes, de realizar un acto de adhesión a la causa nacional con el apoyo de La Otra Alemania, en que se agrupaban los exiliados.

El trabajo continuó en Hogar, desde donde se enviaban encomiendas para las víctimas de la guerra en medio de un ambiente silencioso y triste. No obstante, no tardaron en notar que esta actitud era poco fructífera tanto para el estado de ánimo como para las finanzas, y eventualmente comenzaron a reunirse tras la Misa de los Domingos para jugar juegos de mesa y merendar.

Terminada la guerra, esta institución recibió también a los nuevos migrantes, a los excombatientes y sus familias.

Las aspiraciones 

actorales de Eva Perón

Sivul Wilenski llegó a Buenos Aires en 1920, y no tardó en convertirse en el fotógrafo predilecto de las estrellas porteñas. Ilustrador y retratista de la revista Sintonía, tuvo una gran carrera que concluyó con su muerte en 1952.

En 1930 abrió su estudio en la calle Florida. Fue el primer fotógrafo en exponer en las oficinas del diario La Razón en París, a donde viajó en 1928 para inaugurar la muestra, y donde permaneció tres años aprendiendo en estudios fotográficos.

A su regreso, continuó con los retratos publicados en Sintonía, que eran ciertamente más innovadores que el promedio: Wilenski tenía la costumbre de dibujar fondos sobre las placas fotográficas, siendo él un maestro en el retoque de negativos.

En 1935, Eva Duarte llegó a Buenos Aires, en un tiempo en que la sesión fotográfica era prácticamente obligatoria para las aspirantes a actrices. En 1936, Eva concurrió al estudio del famoso fotógrafo, con 20 años y protagonizando un radioteatro en Radio Prieto. Los retratos de Eva integran la colección del Museo del Cine, siendo de las pocas imágenes que se conservan de su paso por ese mundo, a pesar del intento de borrarlo de la historia cuando se convirtió en la esposa del presidente, y de la posterior persecución antiperonista de la dictadura de 1976.

Polacos en el tango

En 1985 se inauguró, en la estación Carlos Gardel, el mural Eterno en el alma y en el tiempo, del pintor León Untroib, en homenaje al Morocho del Abasto. 

Polaco nacido en 1911 en Ostrow, su padre había sido un decorador de arcones, y de de él había aprendido las primeras lecciones, hasta que en 1923 la familia entera se embarcó hacia el Río de La Plata. Muchos años pasó decorando carrocerías y cajas de camiones. Desde el inicio, su arte consistió en plasmar frases de sabiduría popular. Nunca se utilizaban lemas políticos, y las penas siempre se atribuían al destino, la Justicia Divina o las consecuencias de un comportamiento inmoral, cuando no, claro está, a la nefasta intervención de una suegra. 

Cuando en 1975 la Secretaría de Transporte prohibió el fileteado en los colectivos por razón de verla como una ornamentación excesiva, Untroib empezó a filetear de caballete, vendiendo tablas en el mercado de antigüedades de la Plaza Dorrego, donde enseñó su oficio hasta 1994, año de su muerte. Muchas de sus obras se conservan en los museos Hernández, De la Ciudad y Manoblanca, el cual se encuentra en el barrio Pompeya, en la esquina de Centenera y Tabaré, inmortalizada en el tango Manoblanca del célebre Homero Manzi.

Creado en 1983 por un hijo de polacos de nombre Plotnicki, en las tres salas se observan elementos pertenecientes a Manzi, como partituras originales, fotografías y documentos. El Museo posee una amplia colección de obras de León Untroib, retratos de personajes ilustres de Buenos Aires de la talla, por mencionar uno, Carlos Gardel.

El tango como género musical tiene un origen marginal y pleno de inmigrantes que buscaron crear formas de expresión que reflejaran sus vidas, con todo su drama y felicidad. 

Las prostitutas: inesperadas

 fuentes de la cultura argentina

La presencia masculina mayoritaria entre los migrantes a principios del siglo XX originó una importante ola de trata de blancas, en lo que se denominó la Ruta de Buenos Aires. Es en este medio que nació el tango, música que nos habla de temas propios de sus creadores, del desarraigo, las mujeres y demás. Sintetizó un lenguaje inmigrante e híbrido, el famosísimo lunfardo, un baile pecaminoso (que llegó a ser criticado por la Santa Sede) y una teatralización de la relación entre mujeres y hombres.

El célebre Juan José Sebreli, al hablar de la construcción del lunfardo, recuperó los aportes de las prostitutas y rufianes franceses y polacos, transmitido a los varones de todas las clases sociales. Por aquellos tiempos nació también la identificación entre polacas y prostitutas. Y es que aunque no todas las polacas eran prostitutas y viceversa, su prominencia no evitó serios malentendidos. La solución fue bastante creativa: las mujeres empezaron a llamarse polonesas, un nuevo gentilicio. 

Mientras tanto, otro término, utilizado hasta el día de hoy, nació para referirse a las prostitutas: papirusa. La palabra es, como no debería sorprender a nadie, de origen polaco, y deriva de papierosy, la palabra polaca para "cigarrillos". Y es que las prostitutas polacas, famosas por su belleza, pronto fueron identificadas con los cigarrillos, ya porque se los pedían (o vendían) a los clientes, ya por ser las más prominentes fumadoras del sexo femenino.

Esta palabra adquiriría entidad definitiva con Roccatagliatta, compositor de la canción Elegante papirusa, cuyo título generalizó su uso.

En 1928, el Malevo Muñoz la empleó en La Crencha Engrasada, y Celedonio Flores hizo lo propio en 1933 en Corrientes y Esmeralda

No es lícito tampoco olvidar a Roberto Goyeneche, el más famoso de los polacos del tango. Nacido en el barrio de Saavedra, su apodo es una referencia nacida en el barrio, entre los chicos, que sostenían que el joven rubio aún conocido como Roberto hablaba raro. Cuando llegó el éxito, muchos se atribuyeron el nombre.

Wanda

El municipio del departamento de Iguazú, en Misiones, al que nos referiremos, fue la última colonización agrícola ejecutada por ciudadanos polacos. El nombre le fue impuesto sin que la colonizadora explicara el por qué, aunque se sostiene que hace alusión a una princesa polaca de gran bondad y belleza que vivía en Cracovia, y que se sacrificó por su pueblo lanzándose al río Vístula para no casarse con un príncipe alemán.

Este proyecto se enfocó hacia la colonización de 75.00 hectáreas cubiertas por frondosos montes, que abarcaban dos colonias: Wanda (pronunciado vanda en polaco) y Gobernador Juan I. Lanusse, ubicada a unos 40 kilómetros al Oeste del territorio. 

Se comenzó a llegar a estas tierras hacia 1936, y la colonización continuó hasta la trágica declaración de la Segunda Guerra Mundial en 1939. Los primeros en llegar fueron instalados en Wanda, y el resto fueron conducidos a Colonia Lanusse.

Muchos no soportaron las duras condiciones del terreno, y partieron hacia zonas como Buenos Aires, Santa Fe o Córdoba. Es de hacer notar que la localidad de Wanda, a diferencia de Lanusse, se constituyó desde un inicio en un importante centro comercial por estar ubicado en el río Paraná, y las relaciones establecidas con otros emprendimientos. 

Esta situación ha determinado las diferencias entre ambas colonias, hasta el punto en que Lanusse fue languideciendo hasta casi desaparecer.

La Segunda Guerra Mundial 

y la posguerra

Durante la Segunda Guerra, la colectividad polaca entera se movilizó a favor de su patria, creándose una vasta red de instituciones dedicadas al socorro, y realizándose colectas de bienes y dinero para la Polonia ocupada, siendo Hogar Polaco fue uno de los sitios en que se organizaban los envíos.

Se fundó un Comité de Socorro pro Víctimas de la Guerra en Polonia, con sede en Buenos Aires y varias sucursales en en todo el país. La colectividad apoyó directamente al ejército polaco en los diferentes frentes, y de Buenos Aires partieron 2000 voluntarios a este ejército. Ni siquiera la comunidad polaca de Estados Unidos logró reunir tantos voluntarios, y muchos de ellos perecieron.

Al terminar la guerra, la Argentina reconoció a las autoridades comunistas en Polonia, con lo que el gobierno polaco en el exilio debió cambiar la organización de sus instituciones que se transformaron en asociaciones de socorro.

Con los desplazados  de la guerra, los dipis, surgieron nuevas asociaciones de excombatientes, en la última oleada de inmigrantes polacos en la Argentina. Su número fue cercano a los 20.000. Un grupo especial, en general intelectuales que buscaban la intervención occidental en la Polonia comunista, fieles al gobierno en el exilio, y que acompañaron la insurrección popular de Poznan en 1956 con actos públicos en las calles porteñas.

Entre los dipis encontramos a muchos hombres que colaboraron con la sociedad argentina en gran medida, desde médicos hasta petroleros, pasando por arquitectos. Casi todas las provincias los recibieron.

Borges en el cine

Tadeo Bortnowski nació en Polonia en 1924, y llegó al país en 1948, convirtiéndose pronto en un testigo clave que filmó los hechos que conmocionaron a la Argentina durante treinta años.

En 1939, los rusos lo arrestaron por opositor y enviaron a Siberia, donde pasó dos años. Cuando los alemanes rompieron el pacto con la URSS, Stalin pactó con Churchill la organización de un ejército con 100.000 polacos que salieron de Siberia con víveres, armamento y vestimenta, para ser enviados Irán, donde los barcos británicos se cargaban de petróleo. 

Bortnowski viajó en camión por el Himalaya y tras llegar a Persia, le propusieron aprender a filmar, siendo que necesitaban un camarógrafo para contrarrestar la propaganda nazi. Se perfeccionó en El Cair y cuando estuvo listo, lo enviaron a filmar el frente en Italia. Tras el suicidio de Hitler fue enviado a Alemania, y llegó a Nuremberg cuando se estaban realizando los juicios a los responsables del Holocausto. 

En 1946, la Cruz Roja ya investigaba el fusilamiento, con balas alemanas, de miles de oficiales polacos en Katyn, durante la primavera de 1940. El gobierno británico envió oficiales polacos a investigar el asunto, y Stalin, enfurecido, cortó relaciones con Polonia. Al llegar el juicio, sólo pudieron ingresar en la sala ingleses, soviéticos y estadounidenses, con lo que él debió quedarse afuera.

Cuando todo terminó, volvió a Italia, donde fue evacuado por los ingleses hacia Londres. El ejército le otorgó una indemnización y le dio transporte gratis a cualquier lugar del mundo. No podía volver a la Polonia comunista, ni viajar a Estados Unidos porque el cupo se había llenado. Tampoco podía ir al Reino Unido, donde el sindicato del cine se oponía a la contratación de extranjeros, con lo que acabó con sus huesos en la Argentina, de la que no sabía nada, pensando incluso que Buenos Aires estaba sobre el mar. Llegó en tiempos de Perón, en 1948, y a los tres meses estaba filmando Plaza de Mayo, el 17 de Octubre.

En la actualidad

Algunos polacos pudieron arribar en la década de los 60 por tener familiares en el país. A partir de la caída del comunismo, renacieron las actividad de asociaciones polacas en todo el país, y muchas que habían desaparecido se reorganizaron. 

Para concluir este relato, no está de más recordar a la más conocida descendiente de los dipis: Maitena, la humorista hija de una de las tantas mujeres polacas que, tras llegar en los 40, se casaron con un argentino.

El Papa San Juan Pablo II visitó la Argentina dos veces, en 1982 durante la Guerra de Malvinas en primer lugar, cuando fue recibido en la Catedral metropolitana y presidió una Misa en la Basílica de Luján ante más de 700.000 fieles, y de nuevo en 1987, para presidir el Encuentro Mundial de la Juventud y celebrar la Misa del Domingo de Ramos para más de 750.000 fieles. También recorrió diez ciudades, entre ellas mi natal Salta, donde participó de una celebración con representantes indígenas. En esta ocasión, el exgobernador Roberto Romero le regaló un poncho salteño hecho a mano, que se colocó inmediatamente.

Hoy en día, ya no llegan inmigrantes polacos, pero sí artistas, políticos, escritores y periodistas. Las sociedades polacas de los años 30 dieron paso a otra forma de organización, ya no para tareas de socorro sino para conservar la cultura de sus mayores.

Por otro lado, desde el 97' el museo Roca desarrolla un programa de investigaciones sobre la materia de este artículo, cuyos logro más importante quizá sea el haber ayudado a algunas personas a encontrar sus parientes en diversas localidades, además de, claro está, recordarnos a los argentinos quiénes somos.

Y bueno, hasta aquí hemos llegado. Todo este material ha sido elaborado basándome en el número 494 de la revista Todo es Historia, más concretamente en un artículo titulado Los polacos en la Argentina elaborado por Claudia Stefannetti Kojrowicz. Que Dios bendiga a quien me lee, y hasta la próxima.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Qué son las terapias de conversión? La crítica de un católico

Este resumen no está disponible. Haz clic en este enlace para ver la entrada.