Es de resaltar que el concepto con el que hoy nos referimos al Estado sólo se puede aplicar a la organización política nacida en Europa Occidental entre los siglos XV y XVI.
Fue Nicolás Maquiavelo quien designó a esta nueva realidad política como "Lo Stato", cuyos primeros modelos pueden ser encontrados, como vimos, en Francia, España e Inglaterra.
Como todo sistema, este tiene una serie de características fundamentales, empezando por la concentración del poder en una sola unidad de acción política, ocasionada, como expuse en mi artículo anterior, por el crecimiento económico de Europa tras el descubrimiento de América.
Para sostener todo esto los monarcas recurrieron a una burocracia estable, organizada jerárquicamente en una clara especialización de funciones. Con este apoyo, el poder central pudo avanzar y aplicar estrategias estatales al cumplimiento de finalidades políticas, y logró articular un sistema impositivo racionalmente reglado. En la Edad Media, la facultad tributaria era detentada por cada señor feudal, pero con la unificación y racionalización de los tributos se le pudo dar una gran independencia al Estado, por medio de un régimen patrimonial propio y exclusivo que no se confunde con el patrimonio del soberano.
Desde el punto de vista económico, la unificación tributaria facilitó la circulación de las mercaderías y la moneda, creándose nuevos espacios económicos que superaban los límites de los territorios feudales, y favorecían el crecimiento de la economía.
El crecimiento económico demandó, además, una organización centralizada y racional del derecho: un proceso fáctico de unificación de tal envergadura requería una organización jurídica cierta.
En este contexto, la Iglesia proveyó el paradigma jurídico romano que había conservado para sus propias necesidades. La recepción del Derecho Romano se produjo particularmente en el ámbito laico hacia el siglo XVI, desplazando rápidamente al derecho germánico, consuetudinario, casuístico y no sistemático. A partir de este momento, se cuenta con un sistema legal unitario, escrito y preciso, ordenado sistemáticamente desde el poder.
Los conceptos jurídicos que debieron forjarse para fortalecer la unidad y funcionalidad del poder provienen de una lenta elaboración que culminaría en la "Teoría de la Ficción", en la que se ve al Estado como la persona jurídica mayor, un concepto que se plasma con mayor precisión técnico-jurídica en la obra de los teóricos absolutistas.
Es recién en el siglo XVII con la Revolución del tirano Oliver Cromwell en Gran Bretaña que se dictará el "Instrument of Government", el primer ejemplo de una constitución moderna.
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