sábado, 26 de junio de 2021

Neoliberalismo vs keynesianismo: el caso de Margareth Thatcher.




"La inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario". Sin lugar a dudas, una de las mayores muestras de la polémica inteligente de Friedman.

Cosa curiosa, porque en términos estrictos, ningún viejo keynesiano se hubiera posicionado en contra de esta posición. La inflación es en esencia una alteración de precios, y eso es sin duda un fenómeno monetario, pero la pregunta permanece: ¿Qué ocasiona la inflación?

Para el monetarismo, a la inflación la causa el Banco Central que maneja el crecimiento de la oferta de dinero por encima del producto real.

Los viejos keynesianos, por su parte, sostienen que la inflación también puede ser causada por el sector privado. Los mercados financieros pueden endógenamente alimentar el crecimiento excesivo de la demanda nominal (la cantidad de dinero que desean los demandantes), y los mercados laborales pueden disparar la inflación de costos vía el conflicto por la distribución del ingreso[1].

Además, los poskeynesianos como Palley han afirmado que la oferta de dinero está determinada endógenamente por los préstamos bancarios. El mercado de préstamos es, según ellos, la fuente principal de creación de dinero en la economía[2].

Los estructuralistas latinoamericanos, además, hicieron también hincapié en la inflación importada que surge de las condiciones de subdesarrollo económico.

Más que un mero rechazo por la teoría monetarista de la inflación, el viejo keynesiansmo rechaza el monetarismo en todo sentido, tanto a nivel empírico como teórico.

A nivel empírico, Tobin mostró que el patrón de oferta de dinero-correlaciones de ingreso nominal que según Friedman conforma el monetarismo-, es, en realidad, consistente con el keynesianismo, donde el déficit presupuestario era contracíclico y monetariamente financiado.

Temin, por su parte, explicó que la hipótesis del shock del gasto keynesiano es más eficiente para explicar la Gran Depresión que la hipótesis del shock de oferta de dinero friedmaniana.

La crítica de Friedman a la política monetaria de la FED durante la crisis, es también comparable a la realizada por el viejo keynesianismo a dicha institución por haber actuado por debajo de lo óptimo.

Además, Friedman expone la necesidad de una política basada en reglas, en detrimento de las políticas discrecionales en materia monetaria. La crisis de 2008 confirmó lo innovadora que puede ser la Reserva Federal, y su disposición para formular políticas que a la postre contribuyeron a controlar la crisis.

Otra crítica totalmente diferente es la poskeynesiana, que objetó la teoría monetarista de la oferta de dinero. La piedra angular del monetarismo es que los bancos centrales controlan la oferta de dinero, siendo esta en consecuencia un fenómeno de origen exógeno. Los poskeynesianos afirmaron que la oferta de dinero está determinada endógenamente por los empréstitos bancarios, lo cual deshace las recetas de política monetaria que se enfocan en el crecimiento de la demanda de dinero, además de devaluar la explicación monetarista de las fluctuaciones económicas.

Finalmente, también cuestiona la afirmación de que la FED causó la Gran Depresión al permitir la contracción de la oferta monetaria.

Sin embargo, si hay algo que podemos aprender de Friedman en mi opinión, es sobre la división entre Economía positiva y normativa, con lo que vamos a lo que importa: la aplicación concreta del monetarismo, la gran causa de su descrédito en la actualidad.

A inicios de los años 70, los banqueros centrales estadounidenses abrazaron fuertemente la creencia en el monetarismo, y para el mes de Octubre de 1979 la Reserva Federal formalmente adoptó metas cuantitativas para las reservas bancarias. Sin embargo, esa década se caracterizó por una inflación y un desempleo elevados, además de por una gran volatilidad del crecimiento de la oferta de dinero.

Después de este mes, la FED experimentó con metas de reserva cuantitativa que produjeron volatilidad en las tasas de interés que llevaron a  complicaciones con el tipo de cambio.

Estas dificultades llevaron al abandono de procedimientos monetaristas en 1981[3].

El caso británico es también paradigmático, aunque ha de ser juzgado de una forma mucho más moderada: no fue, definitivamente, un fracaso total, pero hay demasiado que criticar en él para considerarlo un éxito.

En 1979, el Partido Conservador capitaneado por Margaret Thatcher (la famosa Dama de Hierro) se hizo con el poder con nada menos que el 40% de los votos, con un plan económico basado en la reducción de impuestos y el aumento del gasto en defensa, con una consigna que fácilmente puede resumirse en ley y orden. Por aquellos años, el desempleo había logrado alcanzar la cuota de 1,3 millones de parados, el PIB crecía menos que el de sus vecinos continentales, y la productividad apenas crecía. Claramente, el Reino Unido se encontraba en una decadencia que no podía continuar, y que la líder conservadora se proponía transformar.

Es curioso, porque el thatcherismo no empezó como un proyecto político en que la ideología fuera algo central, sino que comenzó como una respuesta local a un problema británico, que consistía en que el tradicional funcionamiento de la economía nacional basado en la coordinación empresa-sindicato-gobierno había dejado de ser instrumento de creación de riqueza y garantía de cohesión social, y se había convertido en causa de conflictos a gran escala. Es a esta percepción a la que se denominó thatcherismo, durante los años 80.

Aparte de una mayor centralización del poder en las instituciones del gobierno central, con el fin de, según sus críticos, desintegrar la sociedad civil y todas sus sociedades de intermediación, el gobierno thatcherista tuvo una serie de consecuencias económicas, algunas positivas, pero otras tantas igualmente nefastas. Sin embargo, antes de analizar todas estas consecuencias, será necesario exponer las medidas aplicadas por el thatcherismo, de inspiración claramente liberal.

En primer lugar, tenemos las privatizaciones, la entrega de empresas estatales a manos privadas.

Aunque las primeras fueron ejecutadas por los laboristas (el partido de izquierda más grande de Gran Bretaña), y la primera privatización conservadora estuvo impulsada por la lógica de los acontecimientos (la de British Telecom), a partir de 1983 fueron incorporadas como política gubernamental. Montones de empresas pasaron a manos privadas, y además, los que vivían en propiedades municipales pasaron a tener las viviendas en propiedad.

En segundo lugar, tenemos la reorganización de las instituciones de propiedad estatal, que pasaron de estar en manos de los gobiernos locales a estarlo en manos del gobierno central, de estar bajo el control de gobiernos democráticamente electos a estar bajo el de organismos paraestatales no elegidos.

En sus últimos años, esta revolución se extendió a la economía financiera, y a la política social con la privatización de la educación y la sanidad, siendo la primera atribuida más a cuestiones ideológicas que a consideraciones económicas[4].

El gasto público también se redujo del 46% del PIB en 1979, al 34% en 1990, registrando un superávit fiscal del 1%,.

En cuanto a los impuestos, se rebajó el tipo máximo del IRPF del 98% al 40%, y el Impuesto de Sociedades del 52% al 33%, entre otras reformas fiscales[5].

No obstante, quizá la medida económica más destacable de Margaret Thatcher fue su liberalización del mercado financiero. El así llamado Big Bang se produjo el 27 de Octubre de 1986, con la repentina desregulación del mercado financiero de Londres. La City abría sus puertas, sin cortapisas ni trabas, a las finanzas mundiales. Acciones, bonos, divisas y demás, todo podía ser comerciado libremente en el mercado londinense (o desviado, según los casos, a alguno de los paraísos fiscales que giraban en su órbita).

Inversores y empresas de todas partes del globo llegaron hacia la capital británica. Las comisiones fijas fueron abolidas.

La alguna vez sencilla bolsa inglesa adoptó inmediatamente innovadoras tecnologías de la información, reemplazando la compraventa de acciones a voz por el intercambio electrónico.

El éxito fue mayúsculo, y prácticamente instantáneo, al erigirse Londres en capital financiera del mundo.

Se adelantó a Wall Street, aún regulado por aquella ley que separaba la banca comercial de la banca de inversión, como centro de la globalización financiera. En 1990, según el historiador Carlos Marichal, el valor de las acciones de empresas globales en la bolsa de Londres ya traspasaba el billón de libras esterlinas.

Según sus críticos, esta podría haber sido la semilla de la catástrofe de 2008. Eso que los expertos acabaron por denominar, financiarización de la economía.

Entre las estrellas surgidas de aquel Big Bang, destaca la de Dick Flud, ejecutivo apodado El Gorila, quien utilizó la forja de la City para transformar Lehman Brothers de casa de bonos en banco de inversión, logro que le ganó, en 2007,  setenta y un millones de dólares. Y el resto es historia conocida, que trataremos en detalle más adelante[6].

Las consecuencias de todo esto oscilaron, fuera de lo estrictamente relacionado con el crecimiento económico, entre lo malo y lo mediocre.

En principio, debemos citar un impresionante aumento de empleos a tiempo parcial, y de contratos temporales. Muchos de los que no estaban especializados ganaban menos que el mínimo necesario para mantener una familia. Volvieron enfermedades propias de la pobreza, como la tuberculosis o el raquitismo, y los seguros de paro se diseñaron para obligar  los trabajadores a aceptar empleos según las tarifas del mercado[7].

"No hay tal cosa como la sociedad", decía Thatcher. Pues bien, la consecuencia de esta visión fue que el empleo se disparara durante su mandato, a niveles no vistos desde la Gran Depresión, incluso después de las recesiones enfrentadas por el gobierno thatcherista.



No está de más aclarar que probablemente buena parte de la reducción del desempleo observada desde 1984 se debió al mismo empleo basura ya mencionado.
Aunque las cifras muestran cómo la inflación se redujo bajo los conservadores, este logro no se tradujo en un repunte de la actividad industrial, que aunque a un ritmo más lento (llevaba cayendo desde antes de 1970), se redujo de ser el 17% del PIB del Reino Unido en 1979 al 15% en 1990.
Curiosamente, el gobierno thatcherista terminó con una mayor proporción de mano de obra empleada en el sector público que en la actualidad: 23% contra el 20%, y aunque se vendieron las viviendas municipales, las tasas de interés aumentaron a niveles récord de 17%.
Lo que más marcó, sin embargo, el legado económico de Thatcher en términos negativos, es el incremento de la pobreza y la desigualdad.
Según el Instituto de Estudios Fiscales, en 1979 el 13% de la población vivía por debajo del 60% de los ingresos medios antes de los costos de vivienda. Para 1990, esa cifra había subido al 22%, es decir, doce millones de personas, con grandes aumentos a mediados de los ochenta.


Con esto vino un gran aumento de la desigualdad, como lo refleja el coeficiente de Gini, el método más común para medirla. Bajo el Gini, el puntaje británico aumentó de 0.253 a 0.339 para cuando Thatcher renunció[8].


Aprovecho este inciso para refutar una de los más clásicos argumentos del libertarismo en esta materia: la desigualdad no importa, lo que importa es la pobreza. Quien piense así, en mi opinión, no dimensiona dos elementos clave en este debate. El primero de ellos es el más fácil de demostrar: la desigualdad puede terminar fácilmente en el ejercicio de presión contra gobiernos democráticos, con el fin de obtener beneficios injustos. Como ejemplo, podemos citar el caso de Francois Mitterand, que si bien no derivó sino en una liberalización de la economía en ese caso, puede fácilmente manifestarse en el sentido opuesto, el del control en beneficio de oligarquías locales.
Alguien podría argumentar, ciertamente, que la solución sería separar enteramente Estado de economía, cosa que, como veremos en futuros artículos, es probablemente imposible sin resultar en un colapso entero del sistema capitalista.
El segundo elemento a considerar, es la forma en que la desigualdad afecta las posibilidades de crecimiento. Como lo argumentó Joseph Stiglitz (el premio Nobel de Economía de 2001) en un artículo publicado en diario El País de España el 17 de Junio del 2012, la desigualdad reduce el crecimiento y la eficiencia, puesto que la falta de oportunidades implica que el activo más valioso con que cuenta la economía, las personas, no se emplee a pleno, no pueda concretar todo su potencial. El que tiene dinero, lo invierte muchas veces en formación, que representa una importante fuente de progreso en todo sentido.
A esto añadamos que los más ricos, que necesitan pocos servicios públicos y temen a un gobierno redistributivo, utilizan su influencia para reducir impuestos y recortar el gasto público. A largo plazo, esto termina en subineversión en tecnología, infraestructura y hasta en educación[9].
Sin embargo, quizá el más irónico de los resultados del thatcherismo es lo que Ramón González Férriz ha llamado la paradoja de Margaret Thatcher.
Es hecho conocido que Thatcher intentó promover, durante su vida, una visión consevadora del mundo. Hija de una familia de clase media-o clase media baja-de tenderos, su padre era metodista, trabajaba en la política local como conservador e inculcó a sus dos hijas una ética del trabajo y el sacrificio. Margaret logró una beca para estudiar Química en la Universidad de Oxford, y allí inició una destacable carrera política, que la llevaría al poder años después. En parte, cuenta su mejor biógrafo, el señor John Campbell, Thatcher decidió entrar a la cosa pública por el desagrado que le causaban sus compañeros de la universidad de élite: niños ricos, de familias que habían copado los altos puestos empresariales, funcionariales y políticos durante décadas, que sentían desdén por los pequeños y esforzados tenderos con que Thatcher se identificaba.
Su conservadurismo era de pequeño burgués, esforzado y modesto, sin contactos con el poder. Con su participación en política, ella pretendía defender a ese pueblo honesto y trabajador que identificaba con lo mejor de su país. Esa fue la imagen que, en la campaña de 1979, Thatcher quiso transmitir en su propaganda electoral: una madre sencilla que lava platos, disciplina con amoroso rigor a sus hijos y lleva las cuentas con admirable responsabilidad, nadie mejor para sacar adelante a una nación[10].
Y es que en efecto: el libre mercado debilitó las instituciones tradicionales inglesas, fomentando el individualismo en todos los aspectos. La familia es un ejemplo.
La fragilidad y el declive de la familia aumentaron durante los años ochenta. Las familias monoparentales aumentaron del 12% al 21%, y en 1991, uno de cada dos matrimonios terminaban en divorcio[11].
Como diría Campbell, la paradoja central del thatcherismo es que Thatcher celebró una cultura de rampante materialismo, que era esencialmente contrario a sus propios valores, conservadores y puritanos.
Creía en el ahorro, pero fomentó un endeudamiento récord. Alababa la familia, pero creó una economía y un clima de fragmentación tales, que contribuyó a romper familias, e impuestos y provisiones de servicios que discriminaban el matrimonio[12].
Terminada esta exposición, queda más que en duda la eficacia práctica del monetarismo y, en mi opinión, del liberalismo en general. 


Bibliografía


1.Palley, Thomas I. "Economía y economía política de Friedman: una crítica desde el viejo keynesianismo". Página 18. Ver informe completo en: https://www.redalyc.org/pdf/601/60132270001.pdf

2.Iglesias Alonso, Marcos. "Milton Friedman y el monetarismo". Páginas 35. Ver informe completo en: https://buleria.unileon.es/bitstream/handle/10612/8686/TFG-Marcos%20Iglesias%20Alonso.pdf?sequence=1

3.Palley, Thomas I. "Economía y economía política de Friedman: una crítica desde el viejo keynesianismo". Páginas 18-20. Ver informe completo en: https://www.redalyc.org/pdf/601/60132270001.pdf

4.Sanmartín Barros, Israel. "La New Right en los años 80 y 90". Páginas 45-46. Ver informe completo en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=876577

5.Libre Mercado. "Thatcher, la 'dama' que resucitó la economía británica". Ver informe completo en: https://www.libremercado.com/2013-04-08/martes---thatcher-la-dama-que-resucito-la-economia-britanica-1276486970/

6.Arjona, Juan. "El thatcherismo, origen de la crisis y guía para superarla". Ver informe completo en: https://www.lavozdegalicia.es/noticia/economia/2013/04/14/thatcherismo-origen-crisis-guia-superarlaun-legado-asumido-laboristas/0003_201304SM14P4997.htm

7.Sanmartín Barros, Israel. "La New Right en los años 80 y 90". Página 46. Ver informe completo en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=876577

8.Rogers, Simon. "How Britain changed under Margaret Thatcher. In 15 charts". Ver informe completo en: https://www.theguardian.com/politics/datablog/2013/apr/08/britain-changed-margaret-thatcher-charts

9.Stiglitz, Joseph E. "El precio de la desigualdad". Ver informe completo en: https://elpais.com/economia/2012/06/15/actualidad/1339754056_983920.html

11.González Férriz, Ramón. "La paradoja de Margaret Thatcher". Ver informe completo en: https://www.letraslibres.com/mexico-espana/la-paradoja-margaret-thatcher

12.González Férriz, Ramón. "La paradoja de Margaret Thatcher". Ver informe completo en: https://www.letraslibres.com/mexico-espana/la-paradoja-margaret-thatcher




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